¿A quién le extraña + violencia?

Por Pilar Molina

Lo curioso es que algunos se sorprendan con que aumente la violencia y el uso de armas de fuego, cuando 2020 fue el año de la institucionalización de la fuerza bruta. Lo extraño es extrañarse, porque ¿qué otra cosa puede esperarse cuando se idealiza el estallido de violencia? (…) Lo increíble habría sido ver a la izquierda llamando al gobierno para colaborar en detener la violencia y quitarle la legitimidad pública que han contribuido a otorgarle.

Les dio un poco de pudor su reacción inicial de acusar al gobierno de fracasar en la seguridad pública, asegurando que tiene todas las atribuciones y facultades para actuar y negando ellos, como mayoría opositora parlamentaria, tener alguna responsabilidad en la escalada de balaceras y violencia de las últimas semanas.

Pero ahí está el listado de proyectos del Ejecutivo en pausa, algunos de los cuales ingresaron en 2007 al Legislativo (ley control de armas) y la oposición, que maneja las tablas, ignora la 40 o 51 urgencias, sencillamente, y no los somete a discusión. Entre ellos, la creación de un nuevo sistema de inteligencia, la ley contra el narcotráfico, la iniciativa contra el terrorismo, el estatuto de protección de las policías y de la infraestructura crítica. Y el lunes pasado el Presidente ingresó un nuevo mensaje a la Cámara, para combatir el crimen organizado que está detrás de muchos delitos en boga, como los portonazos y encerronas.

El reproche del Mandatario por los años que llevan algunos proyectos en el Legislativo, fue lo que desató las iras en el Senado. Pero la oposición terminó la semana morigerando el tono y, abriéndose a asumir el problema, resolvieron “estudiar” una agenda de acción propia.

Lo curioso es que algunos se sorprendan con que aumente la violencia y el uso de armas de fuego, cuando 2020 fue el año de la institucionalización de la fuerza bruta. Cómo olvidar que los partidos de oposición la respaldaron para imponer su propuesta de plebiscito-asamblea constituyente -nueva Constitución. Eso fue lo que pidieron el 12 de noviembre, tres días antes del famoso acuerdo que inició el proceso constituyente en 2019 a cambio de un poco de paz (como se titulaba el acuerdo), la que nunca llegó.

Dada la confusión de la fuerza con el derecho a la movilización, ¿cómo no va a seguir escalando el uso de armas de fuego para hacer portonazos en Cerrillos, robar relojes Rolex en Vitacura, ajustar cuentas por el control del territorio con balaceras en la plaza de Maipú o en el barrio Meiggs?, ¿Por qué extrañarnos del alza en un 34% de los homicidios este año, o que dos niños de 8 años resulten heridos después que su casa en El Bosque recibiera 40 disparos?

Lo extraño es extrañarse, porque ¿qué otra cosa puede esperarse cuando se idealiza el estallido de violencia, que es lo que ocurrió el 10 de octubre, y se confunde quemar estaciones del Metro y supermercados en barrios populares de control narco y de las barras bravas con manifestaciones sociales?, ¿No era la lógica la expansión y escalada de inseguridad pública si nos hemos acostumbrado a que en estos mismos sectores de bandas en disputa se han hecho habituales los ataques a comisarías de carabineros, que es el único brazo del Estado en esos lugares?

¿Qué razón hay para que no aumente el uso de armas y homicidios, si la lectura de la “primera línea” no fue la de delincuentes, barras bravas y soldados del narcotráfico, sino que la de homenajes en el Congreso con senadores aplaudiendo?,  ¿Y alguien reparó que con tal de instrumentalizar la violencia para causas políticas propias no quisimos sacar la conclusión obvia de lo que revelan los rayados en las zonas ceros con sus insultos y amenazas contra carabineros, que son los que enfrentan a los delincuentes de las barras bravas y las bandas?. Y como si no fuera suficiente que llamen a quemar la “yuta” y los tilden de asesinos, desde la política los hemos tapado a querellas, desprestigiándolos como si fueran “fuerzas de violación de los derechos humanos” en vez de “fuerzas del orden”, y hemos aceptado cuanto informe se produce que los acuse de delitos que después no existen. Asumimos como habitual que justamente los que odian a la policía (porque los enfrentan) son los titulares del derecho a la protesta social democrática y justa y les prodigamos un respeto que le negamos a carabineros porque a ellos los criminalizamos.

Lo sorprendente habría sido que cayeran los homicidios en 2020 cuando la mayor parte de la oposición se negó a aprobar la ley antibarricadas hace un año (y los pocos del Frente Amplio que la votaron hicieron un acto de contrición público). Si los diputados de centro izquierda rechazaron incluso la idea de legislar que la infraestructura crítica esté protegida por las FFAA después de la oleada de salvajismo y destrucción que vivimos en 2019.

Lo inesperado sería que disminuyera el uso de las armas de fuego cuando cada día quedan menos policías dispuestos a enfrentar a los delincuentes, puesto que cayeron los postulantes y se retiraron centenares. Si hasta el segundo poder del Estado, la presidenta del Senado, propuso que los pocos delincuentes que están detenidos por delitos graves, salgan en libertad y sean amnistiados, confundiendo a la opinión pública con el derecho a la protesta y la delincuencia. No hay una sola persona presa por sus opiniones o por participar en una manifestación, le han respondido desde todas las instituciones involucradas en esta supuesta injusticia.

Lo insólito habría sido que los asesinatos retrocedieran, cuando la oposición convierte a los antisociales peligrosos en “presos políticos”. Y nos hemos habituado a que todos los días son Año Nuevo, en lo que son exhibiciones de poder de los narcos en zonas D y en poblaciones dominadas por ellos. Los fuegos artificiales del 31 de diciembre dejaron un mensaje clarísimo de quién tiene el control.

Lo impensado sería que hubiéramos terminado 2020 en paz cuando ya ni siquiera sorprende que los narco estén detrás del conflicto en la Araucanía, como lo ha denunciado reiteradamente Juan Sutil, cabeza del organismo empresarial más importante de Chile. Cada día dominan más territorios, igual que los traficantes en ciertas poblaciones de las principales ciudades de Chile. Y ni chistamos. Y como sostiene el urbanista Iván Poduje, “con el estallido ganaron mucho territorio, ya que las policías se replegaron o quedaron agotadas después de tantos frentes”.

Lo increíble habría sido ver a la izquierda llamando al gobierno para colaborar en detener la violencia y quitarle la legitimidad pública que han contribuido a otorgarle. O que la oposición renunciara a seguir utilizando a estos “jóvenes idealistas” para empezar a preocuparse en serio de cómo atacar las causas que los llevan al Sename y los pierden en las barras bravas y la adicción. ¡Eso habría sido noticia!

 

Publicado por El Líbero

 

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