¿Cuándo terminará la transición en Chile?

¿Cuándo terminará la transición en Chile?
A propósito de la aprobación en la Cámara de Diputados del proyecto que permite a los imponentes sacar el 10% de sus ahorros de pensiones, alguien de la política expresó que «con este logro termina la transición en Chile».
Creemos que el asunto no es tan simple. Por ello, a esa persona de la política que lanzó al aire el “notición”, habría que ilustrarle sobre algunos aspectos propios de estos procesos transicionales
En nuestra opinión, la transición desde un gobierno de facto hacia una democracia no es un proceso lineal y único, sino que contempla tres etapas o hasta podrían ser transiciones distintas, ya que cada una tiene su propia dinámica y circunstancias. A estas, se les suma una etapa previa que constituye un paso necesario para un buen inicio del proceso.
Los procesos transicionales llevan consigo la carga de la propia situación del país y, por consiguiente, no es posible imitar lo sucedido en otros países y copiar, importar o comparar transiciones. No en todas partes, el proceso de transferencia de gobierno de facto a democrático es igual o se tiene el mismo escenario político, económico y social.
Todos estos rasgos específicos de cada realidad podrán producir un efecto multiplicador o retardador en algunos de los ejes fundamentales en que se afirma la transición. Por ejemplo, si revisamos la historia en la región, observaremos que, en el caso de Argentina, el resultado de la guerra de las Malvinas precipitó y marcó a la transición de ese país deteriorando, de paso, el prestigio de las fuerzas militares.
Las transiciones son procesos políticos muy complejos y no unívocos. Si seguimos a Descartes, y para una mejor comprensión del problema, lo dividimos racionalmente, encontraremos diferentes estadios o etapas que no es posible mirar como un todo. En primer lugar, porque no necesariamente ocurren simultáneamente y, en segundo lugar, porque son actividades diversas las que contempla cada etapa.
La primera etapa, según nuestra autoría, es la entrega formal del ‘’Poder”. Esta ocurre cuando las fuerzas armadas entregan el poder a una autoridad civil retirándose a cumplir con las actividades previstas en la carta fundamental. Eso sucedió en nuestro país, el 11 de marzo de 1990.
La segunda etapa es la de la “Norma constitucional” entendida como el tránsito desde una constitución y sistema jurídico con rasgos autoritarios (o pretorianos) hacia uno en que se privilegie la autoridad de las instituciones cívicas basadas en la soberanía popular, aumentando la libertad de los ciudadanos. La correcta inserción jurídica de las FF.AA. es uno de los puntos más importantes para hacer de una carta fundamental realmente democrática. Esta etapa, termina en Chile con la reforma constitucional que llevó al Presidente Lagos a declarar en 2005 que se cerraba la transición.
Por supuesto que, al término de cada una de estas etapas, hay quienes vieron a la transición chilena ya finalizada. Eso pasó en 1990 y luego en 2005.
Sin embargo, después de las dos etapas precedentes viene la etapa o transición más lenta y larga, cual es la “Cultural”, entendida como el momento en que la gente y particularmente la juventud comienza a creer y valorar intensamente a la democracia, sin aceptar a ésta como un mal menor o de sentir nostalgia de un régimen autoritario.
Esta transición en Chile aún está en desarrollo, debido a que gran parte de la juventud no se inscribe en los registros electorales marginándose de la decisión democrática por simple apatía o desconfianza. Esta situación es particularmente grave ya que los jóvenes no están participando ni haciendo sentir sus demandas por la vía democrática y han optado por la calle y, algunos grupos, por la violencia.
Por su lado, los gobiernos pierden el rumbo, se asustan e intentan llevar a cabo medidas populistas o de corto plazo. Las oposiciones, a su vez, se dejan arrastrar y profundizan la debilidad de los que gobiernan. Todo lo anterior, provoca una democracia débil donde grandes masas emergentes están fuera del juego electoral y además frustradas, violentadas y empobrecidas las que, en su desesperación, comienzan a anhelar que un gobierno les resuelva sus problemas, aunque a la larga les restrinja sus libertades. De esto último, emergieron, en su momento, líderes militares populares y populistas, de distintos signos, tales como el comandante Hugo Chávez, en Venezuela; el coronel Lucio Gutiérrez, en Ecuador; o el general Lino Oviedo. Todos con diferente suerte.
Pero, hay otra etapa que es la que ocurre antes de que se produzca la entrega formal del poder. En Chile, ocurrió entre 1988-1990. A esta “pre transición” le he llamado “endógena” porque se desarrolla, fundamentalmente, al interior del régimen de facto. Sucede cuando los militares se sensibilizan con la necesidad de entregar el poder y comienza una relación, no conflictiva con sectores políticos opuestos, ya sea en eventos académicos o socialmente. Esta, no ocurre siempre, pero es de vital relevancia para la estabilidad posterior ya que las fases de conocerse, comprenderse, coordinarse e integrarse, son invaluables.
Al final, la pregunta es ¿qué pasó con la transición chilena?
Por supuesto, como en todo proceso político pasaron muchas cosas. En primer lugar, algunos sectores de la Concertación no supieron o no quisieron valorar la transición. Sobre todo, no explicaron que no se trataba de un proceso desde un régimen militar derrotado hacia un nuevo proceso democrático. Un proceso electoral, como lo fue el plebiscito, no significó una derrota moral a los militares. Para ellos, la única derrota con alcances morales es en el ámbito de la guerra. Esto último, ocurrió en Argentina.
En segundo lugar, la Concertación no logró transmitir que esta transición se efectuaba con fuerzas políticas parejas que casi dividían el país en dos. Una derrotada con un 44,01% y la otra vencedora con 55,99%. Las críticas de que transigir con un régimen militar era indigno, provocó que la Concertación abandonara cualquier valorización de la transición.
En tercer lugar, hubo acontecimientos desde las FF.AA. que no colaboraron con la imagen democrática, como lo fueron el «ejercicio de enlace» y el «boinazo». Además, parte de la ciudadanía, no valoro objetivamente que las fuerzas armadas estaban comprometidas con la entrega del gobierno, eso ocurrió y que para éstas era un asunto de honor.
En cuarto lugar, las nuevas generaciones crecieron sin valorar la transición en forma objetiva y realista, y como es natural, fueron el relevo político de una generación que tuvo sus propias vivencias. En pocas palabras, llegaron con una “tabula rasa” para analizar el proceso.
En quinto lugar, el régimen militar, como todos los que fueron producto de la guerra fría, se instituyó con una lógica de violencia de la cual no pudo desembarazarse nunca. Quedó preso de una acción y reacción continua.
Luego de este artículo, se me podría preguntar para que hablar de la transición ahora. Pues, contestaría con una frase de Oscar Wilde: “Si no se hablara nunca de una cosa, sería como si no hubiese sucedido”. (Red NP)
Jaime Garcia Covarrubias