Por  Humberto Julio Reyes

Un par de semanas atrás, en medio del tráfago de la primera vuelta electoral, un titular de la prensa nos advertía que “Pueblos originarios aspiran a representación en los poderes del Estado y restitución de territorios”. También un connotado sentenciaba “esto es refundar, guste o no la palabra”.

Distraídos quizás por las encuestas y atentos a los resultados pareciera que lo señalado no generó mayor inquietud, quizás por no ser en absoluto sorpresivo pero, sin exagerar, a mí me ha parecido extremadamente grave lo que se pretende de parte de los inefables convencionales, por boca de su Presidente (sí con “e”), como una forma de solucionar el “conflicto histórico”.

Dado que reservar escaños ha permitido que las minorías queden sobrerrepresentadas qué mejor que se repitan en el Congreso, tribunales y gobiernos regionales y así pesen más que la mayoría en todo tipo de asuntos.

Ya imagino la Corte Suprema reservando escaños para cada una de las minorías sin importar cuántos las componen.

Asumidos los así beneficiados conformarían un bloque, igual que en la Convención ya que les ha dado buen resultado y votarían imponiéndose en todo aquello que les fuera sometido.

Bueno, en el pedir no hay engaño así que por qué no intentarlo.

Algunos más optimistas aspiran a que el apetito se moderará pero otro columnista después de analizar los resultados de la primera vuelta y concluir que la tesis refundacional no ha sido ratificada por quienes concurrimos a votar y que no bailamos al ritmo de Plaza Dignidad, nos advierte que nada augura que se modere. Como dicen los españoles “van a por más”.

La soberbia es mala consejera e impide advertir que por mucho que lo pretendan, la vía democrática no sirve para imponer aquello que la mayoría no parece dispuesta a aceptar.

Ya se intentó durante los 1000 días de la Unidad Popular.

Así que a moderarse aunque les cueste.

Y si de moderarse se trata, la columna de alguien que me parecía lejos de los extremos, a título de que la centroizquierda retome su liderazgo perdido, llama a un candidato “un pinochetista espeluznante” que cree que puede haber libertad sin al menos una dosis de igualdad y que la “derecha cavernaria” sostiene que los derechos humanos son transables. En fin, ese gobierno nos haría retroceder décadas en respeto e inclusión. ¿Dónde habrá escuchado estos planteamientos o sólo los imagina este ahora inmoderado columnista?

Con el otro candidato sí que se modera, mal que mal la distancia con él es menor aunque advierte del error de entregarse a él sin condiciones, sin negociación o condición alguna.

Nivela finalmente ambas candidaturas como extremos de tinte populista.

Creo que pudo abogar por que la Centroizquierda vuelva a tener un rol importante en el futuro sin caricaturizar pero tampoco se atrevió a plantear una alternativa de centro, justamente como una expresión de moderación a la vorágine de cambios refundacionales que se nos intenta imponer. Desperdició la oportunidad.

28 de nov. de 21