EL DOLOR DE SER ENJUICIADO

Escribe: Hermógenes Pérez de Arce

El actual presidente se ha quejado públicamente del dolor, para él y su familia, de ser enjuiciado. Es saludable que lo sienta, porque lo sufren por causa suya, y con menos fundamento, miles de sus gobernados.

Me escriben familiares de exuniformados ancianos, ilegalmente privados de libertad merced a querellas de Piñera I, muchas pasando por sobre la “cosa juzgada” (que él sí alega en propio favor) acerca del dolor que sufren ellos y sus familias. Acudieron “en horas tan comprometidas” a lo que fue un llamado de la civilidad a luchar contra el delito que por razones políticas privaba de vida o de bienes a otros chilenos. Cumplieron, pero hoy siguen presos y privados hasta de beneficios carcelarios que se otorgan a los delincuentes. Se les excluye de masivos indultos dados a reos comunes. Por haber atendido a aquel llamado.

Un brigadier general, de brillante hoja de servicios, hace años me relató personalmente su dolor y el de su familia por tener que entrar a presidio –y verse impedido hasta de concurrir al funeral de una hija– tras ser inculpado de la muerte de un mirista a quien nunca conoció ni vio ni interrogó. No obstante eso, numerosos testigos, ante un juez “receptivo”, lo imputaron de haberlo apresado y dado muerte. El caso se repitió y ya está completando una pena equivalente a presidio perpetuo (veinte años sin beneficios) sin nunca haber apresado a nadie. Salvo, claro, cuando en 1974 descubrió la guarida del mayor jefe terrorista y recibió la medalla al valor del Ejército. También entonces fue felicitado públicamente por la prensa y sindicatos bancarios (a uno de cuyos afiliados el subversivo había ordenado abatir y que recibió seis balazos por no haberle entregado la llave de la caja fuerte de su banco.)  Y recientemente otro juez “receptivo” le añadió años a sus condenas de ya varios ¡siglos! por el supuesto “asesinato” del mismo jefe terrorista en 1974. ¿Cosa juzgada? ¿”Qué es eso”?, preguntan los jueces rojos. ¿De qué cosa estará hablando la defensa del presidente?

Otro dolor es el de un oficial de Carabineros, Claudio Crespo, y su familia, pues él está preso desde el 21 de agosto de 2020 y marginado de su institución por el “delito” de combatir el delito. Estuvo a diario ante la primera línea de violentistas que cubrían a los carabineros a pedradas y los quemaban con bombas molotov. Está preso porque la escopeta antimotines que su institución le había entregado contenía no sólo balines de goma, sino otros objetos sólidos de los cuales él no estaba al tanto. Uno de los delincuentes perdió la vista, aunque el oficial está seguro de no haber sido él quien le disparó. Antes él pasó meses acudiendo a diario a recibir pedradas, bombas incendiarias e insultos. para ser curado de sus lesiones por su mujer y en seguida volver a recibir las andanadas al día siguiente. Chile, finalmente, lo “premió” dándolo de baja del Cuerpo y manteniéndolo preso hasta hoy. El dolor suyo y de su familia no tiene visos de término. Ni han recibido compensación alguna.

Pues ni siquiera esas víctimas del deber cumplido tienen el consuelo de haber entregado a su familia una rentabilidad del mil por ciento, tras una hábil “pasada” del jefe del hogar en un negocio de centenares de millones de dólares. Eso no quita el dolor provocado por la persecución judicial, pero lo puede hacer más llevadero. Ningún militar ni carabinero preso han gozado de ese paliativo.

Centenares de ex uniformados presos vieron negárseles a ellos la generosidad oficial hacia los terroristas anteriores a 1990, manifestada mediante indultos y con todos ellos hoy libres. En particular recuerdan cuando extremistas condenados a más de diez años por hechos posteriores a 1990, recibieron otro indulto extra, al saldo pendiente de su condena, indulto que fue denegado a los uniformados que también ya habían cumplido diez años.

Es la hora, pues, de sopesar los dolores provocados con los recibidos. Y de comparar los beneficios recaudados por algunos con los perjuicios sufridos sin compensación alguna por tantos que lo han perdido todo. Como, sin ir más lejos, el último carabinero dado de baja, sin debido proceso, por haber tomado del cuello para detener a una convencional violenta y en estado de ebriedad que amedrentaba a su vecindario, el cual había impetrado el auxilio policial.

Es el último uniformado que, también junto a su familia, sufre el dolor de la injusticia… sin ninguna compensación.

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