Cristián Labbé Galilea

Si no fuera por la noche, la vida sería una gran pesadumbre. Sabia la naturaleza, nos da esas horas como una solución de continuidad entre un día y otro. Sin noches los días serian un tormento, y si bien las noches pasan demasiado rápido cuando uno no se desvela, nos parecen tan largas como oscuras cuando no se logra espantar los fantasmas de los días pasados. Pero todo depende de cómo uno lo tome: esas fastidiosas noches bien podrían permitirnos… ver las estrellas más brillantes y soñar positivamente con el día que viene.

Siempre optimista, pienso que cada día será mejor que el anterior y que lo que ayer no pude, hoy lo haré… ¡Hoy sí…! Me levanto todas las mañanas pensando que cada día es una nueva partida y, por lo tanto, una oportunidad para lograr algo más, y al menos arrinconar aquellas sombras que perturban y que en la noche desvelan…

Exultante de confianza, con un sabroso y humeante café en la cocina, leo la prensa: continúa el paro del registro civil, aumenta la violencia en los barrios residenciales, nueva colusión en los grandes conglomerados económicos, las reformas han sido un fiasco… Golpe bajo a mi entusiasmo, el pesimismo gana terreno y se instala en mi mesa… la sombría desesperanza.

El nuevo día al que esperaba enfrentar con actitud firme, resuelta y positiva, como me lo había propuesto, empieza a ser sustituido por una realidad carente de energía, de esperanza, de futuro… Pienso a la luz del día, y de los acontecimientos, que la sociedad perfecta y sin problemas no existe. Nadie vive en el paraíso…, pero tampoco es justo vivir tan cerca del infierno.

Claramente nuestro país pasa por momentos difíciles, donde la falta de autoridad se ve en todas partes, no solamente en el deber de ejercer esa potestad irreemplazable para mantener el orden político y social, sino en su incapacidad para construir un futuro mejor donde quepamos todos, sin importar nuestra condición política, económica, social o religiosa.

Pero como me resisto a abatirme, repaso los dificultosos momentos que atraviesa Chile y me convenzo de que es la hora de convocar a las mayorías silenciosas y a los eternos pusilánimes para que despierten… de estas tinieblas, más cercanas a una noche oscura llena de pesadillas que a un alentador día primaveral.

En esta época el mundo se mueve tan rápido y el presente es tan vertiginoso, que si no asumimos con responsabilidad los nuevos tiempos y actuamos con esperanza, aumentando nuestro compromiso por cambiar esta amarga situación, las noches serán un eterno desvelo y los días un perpetuo suplicio. Asumamos con convicción que todo tiene arreglo…, y a la vez procedamos con prudencia para no complicar más aún el presente y arruinar el futuro.