PARANOIA Y MEGALOMANÍA

PARANOIA Y MEGALOMANÍA
04/06/2025
Por Humberto Julio Reyes
Probablemente usted, estimado lector, pensará al leer este título que dedicaré las próximas líneas a analizar, sin ser sicólogo, la personalidad de algunos personajes en cuyas manos está el destino de miles o quizás millones de habitantes de nuestro planeta.
Sí y no.
Sí, porque aludiré a dirigentes mundiales como Putin y Kim Il Sung, sin olvidar a Trump.
No, porque al carecer de formación en el campo de la sicología y ser más bien un lector de noticias que intenta analizarlas, sólo puedo sacar conclusiones por lo que hacen o anuncian que harán:
Por sus obras los conoceréis.
Siendo así, parece fácil concluir que los nombrados presentan síntomas de padecer, en mayor o menor medida, desórdenes mentales que pueden considerarse paranoia y megalomanía.
Algunos rasgos pueden ser más acusados que otros, pero postulo que son habituales en personas que detentan el poder, en particular si no están sujetos al escrutinio democrático o intentan burlarlo.
No se piense en todo caso que estos desórdenes mentales pueden afectar exclusivamente a quienes detentan un gran poder.
También a quienes, a un nivel más modesto, confunden la oposición política con enemigos jurados y se sienten en condiciones de plantear desafíos que los superan.
Son los delirios de grandeza que pueden marear al que alcanza alturas desproporcionadas a sus capacidades y que llevan a recordar la película “El rugido del ratón”, parodia de una dramática producción de tiempos de la guerra fría.
Lo primero es el “mal de altura”, propio del engreído circunstancial y lo segundo es lo que lleva a mezclarse en peleas de perros grandes, inolvidable frase pronunciada por don Sergio Onofre Jarpa en un debate televisivo del tiempo de la UP, para poner en su lugar a un “quiltro” que intentó terciar.
Mucho de narcisismo y egocentrismo conviven en la convicción de alguien que pretende “desfacer un tuerto”, adoptando medidas aparentemente inconsultas y que resultarán inútiles para ese propósito o incluso perjudiciales para otros intereses que se deben cautelar.
En ello pueden confundirse principios con preferencias o gustos personales; los primeros para justificar lo segundo y que resulta fácil descalificar si no se actúa en forma coherente con los principios esgrimidos.
Podría haber dejado hasta aquí esta columna, pero, el anuncio de la última cuenta pública de la actual administración me sugirió esperar a conocer en qué terminará, por ahora, el distanciamiento del gobierno de Israel emprendido con tenacidad por el presidente Boric, arrastrando el poncho, como diría alguien acampado.
Escuchada la cuenta, aunque sólo parcialmente, puedo confirmar que, aunque no se anunció la ruptura de relaciones, tema con el que había especulado, las críticas expresadas por el presidente confirman que está muy satisfecho con sus propias actuaciones y, respecto a un efecto adverso para la defensa nacional, ésta debiera diversificar sus proveedores, asunto que da para otra columna.
Como decía un opinante en un chat: “parecía un niño después de haber hecho una maldad”.
Finalmente, la guinda de la torta:
Ha anunciado que Punta Peuco dejará de estar dedicado exclusivamente a quienes cumplen condenas por violaciones a los derechos humanos, llamadas equivocada e intencionalmente “delitos de lesa humanidad”.
Basta recordar que en 1995 el gobierno de la época creó este penal para albergar dos connotados condenados y que, a medida que ha transcurrido el tiempo y se han multiplicado las condenas, ha llegado al tope de su capacidad, sumándosele un abarrotado anexo en Colina 1 y varias cárceles comunes a lo largo del país.
Se comprendería una medida como la anunciada si una progresiva subutilización permitiera el traslado desde otras cárceles, pero ello no ocurre y la perspectiva es que, producto de la diligencia de los tribunales, ello no se produzca y probablemente se agrave.
¿Cuál es entonces la lógica detrás de este anuncio, que no sea atizar el “ni perdón ni olvido”?
2 de junio de 2025
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