“Quienes ejercen temporalmente el poder no pueden asumir la condición de iluminados escogidos para imponer sus criterios solo por poseer mayorías circunstanciales…”.

La última encuesta CEP reafirma la evidente caída del Gobierno, de su credibilidad, del respaldo ciudadano y demuestra que nada queda del abismante apoyo personal que en algún momento tuvo la Presidenta de la República, muy superior al de su coalición. Los continuos desaciertos, las indefiniciones, la conducción errática y aquel ánimo refundacional -para el que todo está mal hecho y todo hay que hacerlo de nuevo- llevan a la opinión pública a calificar a la Presidenta con la peor nota para un jefe de Estado en los últimos 13 años.

Dicho en simple, el 61% desaprueba la gestión de la Mandataria. Más claro aún, el 61% se declara opositor. Es una situación grave para el Gobierno, pero también lo es para la oposición. La caída de los niveles de popularidad de la Presidenta no ha significado que las ideas opositoras incrementen el apoyo ciudadano y deja de manifiesto que sus líderes tampoco han interpretado correctamente las aspiraciones de la gente y no han leído con exactitud los mensajes de una ciudadanía desencantada.

De ahí entonces que se haga cada vez más patente esa falta de liderazgos que muchas veces lleva a los pueblos a embarcarse en peligrosas aventuras, como ocurre por desgracia en varios países latinoamericanos, o a optar por fórmulas anticuadas o repetidas que si bien fueron solución en el pasado, nada indica que lo serán para el futuro. Los chilenos algo hemos aprendido del refrán popular que dice que segundas partes nunca fueron buenas.

Es demasiado evidente que la sociedad chilena de hoy exige un gran cambio para que sus representantes (o quienes pretendan serlo) asuman con grandeza la tarea del servicio público, alejados de intereses personales y con la vista centrada en los grandes desafíos del país y de su gente. La ciudadanía está cansada de peleas, divisiones, de discusiones estériles y de enfrentamientos donde abundan las descalificaciones y las recriminaciones. Este país lo constituimos todos los chilenos, en igualdad de condiciones, y por ello quienes ejercen temporalmente el poder no pueden asumir la condición de iluminados escogidos para imponer sus criterios solo por poseer mayorías circunstanciales.

La fuerte oposición de la opinión pública ante el obcecado frenesí reformista del Gobierno significa claramente que Chile quiere y necesita mantener el actual modelo de desarrollo que fue sinónimo de bienestar, sobre la base de un crecimiento económico sostenido y de un aumento considerable del ingreso per cápita durante los últimos decenios. Pero lo anterior exige las reformas correctivas a la función del Estado con la finalidad de mejorar la entrega de servicios.

La última encuesta CEP revela el alto grado de insatisfacción de la opinión pública frente al comportamiento del Gobierno en materias como seguridad ciudadana y delincuencia, salud o educación; y la forma como la Nueva Mayoría ha abordado esta realidad. Contra toda lógica, el Gobierno ha preferido traer de regreso fracasadas fórmulas estatistas y no ha querido ver exitosas experiencias que en esas áreas hemos tenido en el ámbito municipal, las que bien podrían servir de base para construir las propuestas de futuro.

Lamentablemente Chile camina en sentido contrario, pues todas las iniciativas y reformas propuestas tienden a hacer crecer el Estado y a estatizar la gestión. Septiembre es el Mes de la Patria y es un buen momento para reflexionar acerca del país que queremos, quizás no para nosotros, sino para nuestros hijos y las generaciones que vendrán. Construir el futuro y hacer Patria significa terminar con los sectarismos, las divisiones y las posturas de dueños de la verdad, para abocarse a perfeccionar -y no a destruir- nuestras instituciones y nuestra convivencia. Habrá que esforzarse para que la comunidad vuelva a confiar en la función pública y los primeros pasos en tal sentido son leer correctamente sus anhelos y esperanzas; y traer de vuelta la probidad como característica principal de todo aquel que ejerza esa tarea.

Francisco de la Maza, Alcalde Municipalidad de Las Condes