Por Roberto Hernández Maturana

La tragedia que se encuentra viviendo la zona centro sur de nuestro país ha dejado ver, una vez más, lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros…

A nivel de autoridades, la sensación del chileno medio ha sido de una enervante demora en quienes debían adoptar resoluciones, a fin de combatir desde sus inicios estos incendios antes de su transformación en el mega desastre que hoy esta significando para Chile.

Intereses mezquinos que han ido de lado y lado para echarse en cara responsabilidades, atrasos, desidias o aprovechamiento político, dejan perplejos a quienes somos impotentes espectadores de esta catástrofe y peor aún, de quienes están siendo directamente afectados.

Para que hablar de la incomprensible demora en aceptar el aporte de privados con el avión SuperTanker, la demora (una vez más), en decretar Estado de Catástrofe y emplear a las FF.AA., y la demostración (una vez más) de la ineficiencia y pesadez del aparato estatal.

Por el otro lado, declaraciones destempladas, refregándole al gobierno su incapacidad, y dejando ver lo bien que podrían hacerlo ellos si fueran gobierno, lo que tuvo respuesta del gobierno que recalcó la “pequeñez” de estas críticas y lo “miserable” que era buscar provecho  político en esta situación…, lo que al común de la gente nos hacía preguntarnos ¿Por qué no se dejan de…., y empiezan a trabajar unidos para enfrentar la tragedia, dejando para después el ajuste de cuentas?…¡los chilenos no pueden seguir esperando!

Eso a nivel macro…, pero a nivel micro, hoy como nunca se desentierran las pasiones, el odio acumulado, la descalificación del tercero, lo que se ve reflejado hasta el paroxismo en las redes sociales.

La novedosa palabra “Posverdad” (¡que palabra mas siútica!), una vez más se toma la realidad para propagar todo tipo de rumores, falsedades, descalificaciones, que estos días han llenado las redes sociales hasta provocar un sentimiento de asco…

¿Y qué es la Posverdad?; para no darme ínfulas de sabiduría, diré que Wikipedia la define como un neologismo que describe la situación en la cual, a la hora de crear y modelar opinión pública, los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones   y a las creencias personales. En cultura política, se denomina política de la posverdad (o política posfactual) a aquella en el que el debate se enmarca en apelaciones a emociones desconectándose de los detalles de la política pública y por la reiterada afirmación de puntos de discusión en los cuales las réplicas fácticas -los hechos- son ignoradas.

Así podemos leer en redes sociales “realidades” corregidas y aumentadas, distorsionadas o falseadas achacando responsabilidades a los mapuches, las FARC (o ambos concertados), las empresas eléctricas, el empresariado, las empresas forestales, el Proyecto Haarp (High Frequency Active Auroral Research Program, o programa de investigación de aurora activa de alta frecuencia, en español), financiado por la Fuerza Aérea y la Marina  de los Estados Unidos y que ha sido culpado p de la conspiración como causante de una amplia gama de eventos, incluyendo numerosos desastres naturales, etc., etc., etc.

Sí, es muy extraña la aparición constante y simultanea de focos que provocados a conveniente distancia, se transforman en enormes incendios, aquí y allá…, sin duda se ve la mano del hombre en esta tragedia…, pero cuando veo en las redes sociales el desparpajo con el que algunos le achacan responsabilidades a otros, incluso deseándoles la muerte…, haciéndose ecos de la lectura de una información de un tercero, que la leyó de un tercero y que provenía a su vez de otro tercero, y que la recibió por whatsapp, twitter, facebook, etc., no puedo si no pensar de que estamos muy…, pero muy mal como sociedad.

Si, vergüenza ajena, pero también propia, ya que estoy inmerso en este mi Chile querido.

Vergüenza ajena, pero también propia, porque una vez hace ya casi 44 años atrás ese mismo odio mutuo, nos llevó a un enfrentamiento que no supimos o no quisimos parar, y quienes tenían la responsabilidad de solucionar los conflictos nos llevaron a él, usando todos los medios a su alcance, y quienes quedaron respondiendo fueron jóvenes militares entonces, viejos militares hoy, entregados como chivos expiatorios a una venganza político – judicial.

Vergüenza ajena, pero también propia, porque hoy parecemos no haber aprendido nada y nos deslizamos por la misma pendiente de odios y descalificaciones  muchos, que olvidando el pasado, pareciera querer repetir la historia.

Por ahora, prefiero quedarme con esos bomberos, carabineros, militares, voluntarios de CONAF y cientos de voluntarios civiles que olvidando sus diferencias, luchan día a día, a riesgo de sus vidas, para enfrentar la  catástrofe y mitigar en parte el dolor de tantos que lo han perdido todo, salvo las ganas de seguir haciendo un Chile mejor.