Tres dimensiones del fuego

Tres dimensiones del fuego
Detengámonos en el jueves 17, el enésimo día en que los escolares evadieron el pago del metro. Y vamos para atrás. ¿Quién les sugirió la idea? ¿Cómo se coordinó la acción?
¿Cómo
se pudo pasar del fuego que alimentaba las parrillas de aquel Dieciocho tan
reciente, con chilenos tan felices, a las llamas que han consumido miles de
metros cuadrados desde este 18?
Los fuegos de ahora, los criminales, tienen tres dimensiones bien marcadas y
cada una requiere un tratamiento específico.
La dimensión política.
Detengámonos en el jueves 17, el enésimo día en que los escolares evadieron el
pago del metro. Y vamos entonces para atrás. ¿Quién les sugirió la idea? ¿Cómo
se coordinó la acción? ¿Hay dirigentes individualizables en esa maniobra de
protesta? Para contestar las tres preguntas, nada mejor que recordar la
declaración de la bancada del PC: “Respaldamos las llamadas evasiones masivas
desarrolladas por estudiantes y ciudadanos… (porque) son acciones legítimas de
desobediencia civil”.
Listo. Todo claro. Los que conocemos a los comunistas a fondo, sabemos que
sacan las castañas con la mano del gato, para comérselas después ellos: esto
último no saben ocultarlo. Por eso, no ha habido dirigentes concretos en la
movilización estudiantil, porque la mano del PC solo debía aparecer en el
momento oportuno.
Puede ser que no se logre nunca determinar la cadena causal entre las JJ.CC. y
la evasión —las tareas de inteligencia del Gobierno parecen completamente
ineficientes—, pero la glotonería comunista sí nos ha permitido saber que el
partido apoyó esa protesta, que lo hizo en las vísperas del estallido del fuego
y —lo más grave— que la vinculó a la desobediencia civil.
Dice el artículo 60 de la Constitución: “Cesará asimismo en sus funciones el
diputado o senador que de palabra o por escrito incite a la alteración del
orden público o propicie el cambio del orden jurídico institucional por medios
distintos de los que establece esta Constitución”.
Exactamente lo que ha hecho la bancada del PC y, además, con consecuencias
gravísimas. El suyo no ha sido un llamado al aire, sino una incitación directa,
seguida de inmediato por violencia grado 1, no solo previsible, sino prevista y
deseada por los mismos comunistas. Poner en marcha el proceso de destitución de
la bancada comunista dignificará al Congreso.
Una segunda dimensión, la criminal, ha concretado el diseño político. De nuevo
los gatos sacando las castañas con sus garras, para el ávido comensal. ¡Y qué
les han dicho a los anarquistas: que estén en su sangre; y a los delincuentes,
que se deleiten en su salsa! Desabastecer era la consigna. Todo esto se ensayó
con esmero por varios años: buses quemados de cuando en cuando, leves atentados
para probar la seguridad en el metro, un Instituto Nacional convertido en
laboratorio pavloviano para estudiar la reacción de Carabineros.
Agotados en pocos días más los fuegos que han causado daños y espantos,
recuperada la ciudadanía del shock ante la destrucción criminal, el PC buscará
legitimar los consiguientes actos políticos de protesta, para manejar diversas
opciones, las que irá evaluando con el paso de los días: la presión para que el
Presidente renuncie (de nuevo, el PC ha sido el que ha instalado el tema) o la
vinculación de esas protestas con “no más AFP, no más Aula Segura, no más
isapres, no más Constitución de Pinochet, no más tag, no más…”, o la presión
para que el Gobierno se rinda en materias tributarias, laborales y de
pensiones.
Es la dimensión social de estos fuegos. Y es la decisiva, porque ahí se jugará
el Gobierno el escasísimo capital que le queda: o es capaz de demostrar que
fueron las reformas de Bachelet II las que frenaron Chile o tendrá que
despedirse de su continuidad.
Y en ese escenario, si el PC sobrevive a la destitución de su bancada, habrá
obtenido su mayor triunfo desde 1970.