Mas sobre el Monumento al General Baquedano y Soldado Desconocido de la Guerra del Pacífico



Mas sobre el Monumento al General Baquedano y Soldado Desconocido de la Guerra del Pacífico

*Baquedano y la Pérdida de una Herradura*

Por Cristián Labbé Galilea

Veo las redes sociales, leo los correos, contesto el teléfono, me reúno con conspicuos personajes y nada me desmiente que lo que estamos viendo, que para muchos es solo otra chambonada del gobierno, para esta pluma representa el desmoronamiento de los pilares valóricos, históricos y republicanos de nuestro país. ¡Así de simple!

No faltará quien encuentre “algo pesimista” esta apreciación, pensando que… “el escenario es complejo pero no dramático, es delicado pero no terminal”. Habrá también quienes piensen que se trata… “simplemente, de una exageración de sectores radicales”. Otros -los que todavía creen en el Viejito Pascuero- dirán que el retiro del Monumento del General Baquedano “se trata de una medida táctica” … para evitar que sea derribada, que es necesaria su restauración…

Se diga lo que se diga… que fue una muestra de debilidad del Gobierno, que fue una maniobra del Consejo de Monumentos para complicar a la Moneda, que el Ejército también se mostró débil, lo cierto es que esta situación representa, ni más ni menos, que un agravio a nuestra historia y una herida al alma nacional.

Claramente lo sucedido en la Plaza Baquedano debiera marcar, para quienes miran la política de reojo -porque no les interesa- una advertencia de lo que puede venir en los próximos meses, y para los políticos, una señal clara de que se ha llegado a un punto de inflexión en la vida de nuestra sociedad, que da cuenta de la profundidad de la crisis que vivimos.

No nos perdamos ni un minuto en nuestras reflexiones: lo de Baquedano tiene efectos profundos; no se trata “sólo” de la remoción de un monumento, porque se sabe que toda ciudad, conceptualmente, es dinámica y permite rediseños urbanos de todo orden, tanto así que el General llegó en ahí en 1928, desplazando al popularmente conocido monumento “El Ángel y el León”, donado por la colonia italiana para el Centenario de nuestra independencia en 1910, ahora ubicado a metros del General…

Lo acontecido en estos días es una señal de advertencia que no debiera pasar desapercibida por las proyecciones que tiene.

Lo que estamos viendo y viviendo es la ausencia de un Estado capaz de garantizar, mínimamente, el orden, la seguridad y el estado de derecho, pilares básicos de cualquier democracia.

No se trata sólo del traslado de un monumento: es una evidencia más que da cuenta que nuestra institucionalidad no es que este amenazada, sino que vive una profunda crisis estructural. Verbigracia, en este país no es el gobierno… es la calle la que manda.

Para quienes creen que el retiro del General Baquedano no tiene mayores proyecciones, sería bueno que recordaran el refrán que dice: por la falta de un clavo se perdió una herradura, por la falta de una herradura se perdió un caballo, por la falta de un caballo se perdió un soldado y por la falta de un soldado se perdió la guerra… ¡Baquedano no es “un” simple hecho lamentable!

 

**La Humillación de la Patria*

Por Osvaldo Rivera Riffo
Pdte. Fund. Voz Nacional

*”No me atemorizan ni los gritos sediciosos, ni las amenazas. Desprecio hoy la muerte como la he despreciado en los campos de batalla. No puedo ni debo seguir esta discusión iniciada en la forma que ha tomado. Si queréis discutir seriamente la situación del país, y buscar el remedio que conviene adoptar, designad a algunos individuos respetables con quienes pueda seguir tratando tan graves asuntos.“*……. *Bernardo O’Higgins*

En nuestra historia hemos tenido de todo el surtido de personajes que pueda darse de acuerdo a la naturaleza humana.

Grandes héroes, grandes estadistas, destacados políticos y gobernantes, artistas sobresalientes por su talento y búsqueda de la belleza. Pero por sobre todo, un roto chileno que supo valorar el honor y la gloria en la defensa de nuestra identidad y soberanía nacional.

También, sin duda, ha habido mequetrefes que han dado que hablar y que han causado un daño enorme a nuestra institucionalidad, a nuestro estado de derecho y a nuestros valores trascendentes.

Ahí salen a la vista los políticos de mala muerte, adoradores de la traición, el odio y la desvergüenza. Individuos que con sus acciones han despertado las más bajas pasiones expandiendo ese olor nauseabundo de la cultura de la muerte. Faltarían páginas para nombrarlos a todos sin distingo. Pero están a diario en la vitrina del matadero de la Patria donde pueden apuntarlos con dedo acusador.

No puedo menos que no referirme a otro grupo de chilenos. Aquellos que en el pasado reciente no dudaron en recoger el clamor de un pueblo desarmado físicamente, pero con el honor de la dignidad de la persona muy en alto y con la voluntad de ayudar a reconstruir la Patria como de verdad hicieron. Civiles jóvenes que entregaron sus mejores años a servir a Chile.

Había sin duda un conductor y un líder, como en todas las gestas históricas por las que hemos sido reconocidos universalmente. Las Fuerzas Armadas en su gran acción no estuvieron solas.

Hoy algunos se quejan del pago de Chile a los héroes del 73 y reconozco que tienen razón y no justifico la pasividad con la que se ha actuado, pero pregunto ¿cuándo ha sido distinto en nuestra historia? Hemos cultivado un mito y como tal: falso. Hemos vivido bajo el manto de la hipocresía y del olvido conveniente.

¿Qué pasó con O’Higgins? ¿Qué pasó con Portales? ¿Qué pasó con Carmela Carvajal? ¿Qué pasó con Ramón Vinay, con Rayén Quitral?

¿Qué pasa con nuestra historia?

¿Qué pasó con muchos hombres y mujeres de bien que dieron honor y gloria a Chile, cuya enumeración sería larga para ésta columna y que murieron solos y abandonados a su suerte?

Hoy miramos con horror como un símbolo sagrado de nuestra historia será sacado de su pedestal y pisoteada la tumba del soldado desconocido. Este último, un lugar de honor presente en todos los países agradecidos de la grandeza de su historia.

Bastó la orden del gobernante ejecutada por un consejo y amparada por el ministerio de la “cultura” para borrar el símbolo de su lugar de emplazamiento y en su “cosística” manera de pensar, creer que solucionaba un problema de orden público

Fuera de la realidad completamente, no sólo el gobernante y sus cercanos asesores quienes también enfrentarán un juicio histórico no menor.

Que hace el Ministro de Defensa que días pasados colocó una ofrenda floral de desagravio. El estado de derecho se defiende con las armas que otorga la constitución y por quienes juraron respetarla.

Ministro, con todo lo que lo respeto: ¡renuncie!, no es posible que un Consejo sobrepase su voluntad y su ejemplo, por muchas instrucciones que recibiera. Ahora, si lo han hecho por su propia cuenta merecen la cárcel por atentar contra la patria.

Estas conductas ciudadanas que burlan la historia por mezquinos intereses políticos no sólo son repudiables en forma y fondo, además se inscriben en la historia de la misma forma como pasó Kerensky.

*¡Desgraciado país! Se ha perdido todo cuanto se ha trabajado por su mejoramiento”*
*Diego Portales*

 

 

Adiós, general

Por Cristián Valenzuela, abogado

“Yo espero que todos cumplan con su deber. Somos chilenos: el amor a Chile nos señala el camino hacia la victoria. ¡Adiós, compañeros! ¡Hasta mañana después de la batalla!” clamaba el general Manuel Baquedano en 1881, antes de una jornada decisiva para la Guerra del Pacífico. Algo similar debió estar pensando su estatua emplazada en la Plaza Italia, sabiendo que su futuro se juagaba -no en Lima- sino en Santiago.

La estatua del general Baquedano tenía los días contados: o la retiraba el gobierno o la derribaban los bárbaros el próximo viernes. Cualquiera fuese el camino, uno de los símbolos de la resistencia estatal al vandalismo, pillaje y la violencia que se inició el 18 de octubre, ya no estará más en el centro de una de las plazas más importantes de Chile. Probablemente, una vez que se vaya, será reemplazada por el Perro Matapacos o la Virgen de las Barricadas.

“Antichilenos” fue el calificativo que utilizó el Ejercito para condenar a quienes realizan estos actos de profanación histórica. Pero no son antichilenos porque atentan contra el patrimonio nacional, sino que porque en cada acto de vandalismo que se materializa cada viernes, están dañando al país, a los carabineros y a millones de chilenos que estamos cansados de que nuestras vidas se vean vulneradas por la juerga constante de esta tropa de antisociales.

Como ciudadano, yo no pido mucho. A cambio de mis impuestos y mi compromiso cívico, lo único que quiero es ejercer mi derecho a caminar o transitar libremente por cualquier parte del país, incluyendo la Plaza Italia; que las estaciones de Metro funcionen siempre hasta la misma hora y no cierren antes por “manifestaciones en el exterior”; que no tenga que salir de mi trabajo antes, para evitar ser atacado en la Alameda; y que los carabineros, en vez de estar protegiéndome de otros delitos, no se enfrasquen viernes a viernes en disputas de orden público con un conjunto de desadaptados.

Al igual que el general Baquedano, yo espero que todos cumplan su deber. La inmensa mayoría de los chilenos no estamos de acuerdo con la violencia ni con este estado de rebelión permanente que tiene tomadas las ciudades, barrios y lugares más emblemáticos del país.

Aunque parecía inevitable, la decisión que tomó el gobierno fue la peor de todas: el resquicio administrativo. Por amor a Chile, lejos de escudarse en la reparación de la estatua, debió haber hecho todos los esfuerzos no solo por honrar su historia pasada, sino que fundamentalmente, por recuperar la autoridad y el respeto perdidos. ¿Qué va a hacer ahora? ¿Repararla y volver a colocarla de nuevo?

No habrá futuro cívico ni menos solución constitucional si el Estado en su conjunto -gobierno, oficialismo y oposición- no son capaces de reimponer el orden público extraviado en la Plaza Italia y de someter a todos sus ciudadanos, bárbaros o no, al cumplimiento total y absoluto de la Constitución y las leyes. Lo que se tiene que terminar no es el general Baquedano, sino el carnaval de violencia e impunidad.

Parafraseando a Sol y Lluvia, no puedo creer la cosa que veo en las calles de Santiago. Veo violencia, veo impunidad, veo un monumento derribado por bárbaros y los guardianes del orden público en retirada. Adiós general, bienvenido carnaval de violencia.

Monumento y soldado desconocido

El monumento al general Baquedano finalmente fue retirado para su reparación. Sin embargo, junto a este monumento se encuentra la tumba del soldado desconocido, que representa a esos miles de soldados que dieron la vida por nuestra patria. Dicha tumba representa asimismo a chilenos mineros, agricultores, pescadores, profesores, artesanos. En suma, personajes de ese Chile profundo que nos han legado más de un siglo de paz.

Es precisamente dicho sepulcro -expresión viva que nos conecta con nuestra memoria, con nuestra identidad- el que requiere la mayor atención ante los diversos agravios sufridos. Estoy seguro que si hoy pudiéramos preguntarle al general Baquedano por la situación que se vive en ese extremo de nuestra Alameda nos diría, en primer lugar, preocúpense por la tumba que guarda los restos de uno de mis soldados.

La mayoría de las democracias occidentales posee, como principal monumento, la tumba del soldado desconocido. Es a dicha figura a quien se honra en las visitas de Estado. No es de extrañar que, a modo de ejemplo, en el Reino Unido ésta se encuentre, desde 1920, en la Abadía de Westminster; o, en el caso de Francia, desde 1921, bajo el Arco de Triunfo.

 

A PROPOSITO DEL DESCONOCIMIENTO DE NUESTRA HISTORIA

 

El general Baquedano y El Soldado Desconocido.

 He creído conveniente  incluir este artículo que no es mi autoría, sino de mi amigo el coronel (J) Juan Miguel Rodriguez, con el propósito de ilustrar a las generaciones jóvenes, a las futuras y a quienes pretenden enlodar la figura ilustre de este gran soldado.

Sugiero que vuestros hijos y nietos bajen este  video

https://twitter.com/i/status/1208355951255924736

En el lugar que le corresponde, el corazón mismo de Santiago, capital de Chile, otrora “… De remotas naciones respetada Por fuerte, principal y poderosa; …”, se alza, impertérrita, la efigie del General Manuel Baquedano González, encarnación misma de una raza a la que un día se atribuyera ser “…tan granada, Tan soberbia, gallarda y belicosa, Que no ha sido por rey jamás regida, Ni a extranjero dominio sometida”.

A su lado, descansa el cuerpo de un soldado, un chileno de quién se ignora el nombre y origen; sólo se sabe que murió “luchando por su patria y por su honor”. Tal vez fuera criollo, mapuche, aimara, inmigrante o mestizo, fruto del “crisol de razas” que contribuyó a forjar un pueblo “siempre vencedor y jamás vencido”.

Convergen hacia ese histórico monumento las principales avenidas de Santiago y por décadas fue un punto de reunión para celebrar desde los más importantes a los más modestos logros de este país, siempre necesitado de reconocimiento.

Algo pasó, en forma lenta e imperceptible al comienzo y, a posteriori, de una manera brutal, en el más explícito sentido del término, que trastrocó los valores que informaron el actuar de nuestra gente, optando algunos, sin duda los menos, por desencadenar una violencia inaudita y demencial en contra de todo y de todos, so pretexto de los más variados motivos, incluso incomprensibles para ellos mismos.

¿Y los otros…?, se han resignado, por ahora, a ser quejumbrosos espectadores, cuando no víctimas indefensas, abandonadas a su propia suerte por autoridades que, como nunca antes en la historia de Chile, se han desentendido de sus deberes, con una impudicia y desvergüenza que, sin duda, no tendrá “ni perdón ni olvido”, de parte de quienes hoy apreciamos cómo tal inconducta nos arrastra inexorablemente al abismo como personas, como pueblo y como nación, condenando a los hijos de esta Patria al dolor, la miseria y la muerte engendradas por esta violencia consentida, que más temprano que tarde, desembocará en una guerra civil. “¿Qué duda cabe?”

En este contexto, dos hombres de otro tiempo y otra estirpe, el General Baquedano y el Soldado Desconocido, se resisten al oprobioso ataque de las turbas enajenadas y aún abandonados a su suerte, no se resignan a caer, ni por la fuerza ni bajo el fuego enemigo, recordándonos quiénes hemos sido y como debemos seguir siendo los “chilenos de corazón.”

Baquedano y el Soldado Desconocido se niegan a oír el “toque de retirada” y su envío a la retaguardia, donde han optado por guarecerse precisamente aquéllos que teniendo el deber de conducir los destinos de este país, no lo hacen y lo que es más grave aún, cual “cucalones” de la Guerra del Pacífico, han enervado el legítimo accionar de las fuerzas mediante arteras disposiciones administrativas que contravienen los principios generales del derecho, del uso de la fuerza y de la legítima defensa, exponiendo de tal manera no sólo la integridad de militares y carabineros sino, lo que es más grave aún, la de la ciudadanía toda que hoy es víctima de una violencia incontrolable.

El eventual retiro de la “primera línea” en que se encuentran el General Baquedano y el Soldado Desconocido, como medida de resguardo a su imagen, sólo resulta comprensible en el contexto actual, en que ni militares ni carabineros pueden emplearse en la forma que requieren las circunstancias, por impedírselo la autoridad política, como es de público conocimiento. En un escenario distinto constituiría la peor ofensa que pudiera infligírseles, pues si esa efigie cobrara vida, todos sabemos cuál sería su actitud y se oiría fuerte y clara la voz de mando de Bernardo O´Higgins, que ha sido doctrina en el Ejército de Chile desde los albores de la Independencia: “¡Vivir con honor, o morir con gloria!, ¡El que sea valiente que me siga!” o la de Arturo Prat quien nos legó un imborrable ejemplo de valor cuando, enfrentado a una muerte inminente, arengó a sus hombres diciendo: “Nunca se ha arriado nuestra bandera ante el enemigo y espero que no sea ésta la ocasión de hacerlo. Por mi parte, os aseguro, que mientras yo viva, esa bandera flameará en su lugar y si yo muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber”.

La Patria está hecha de símbolos; el monumento al General Baquedano y al Soldado Desconocido es uno de los más importantes y por eso ocupa un lugar de privilegio. Debemos defenderlo al igual que hemos jurado defender nuestra Bandera y ante la imposibilidad de que lo hagan quienes por ley tienen esa misión, ya que un acto de autoridad se los impide, recae en los ciudadanos la defensa.

Una bandera chilena, ésa que hemos jurado defender con nuestra vida, sirvió de elemento para encender la hoguera que envolvió la efigie, causando agravio en nuestras almas de chilenos bien nacidos, haciéndonos evocar el último verso del épico poema “Al pie de la Bandera”, de Víctor Domingo Silva, que sin duda se inspiró en hombres como el General Baquedano y los soldados que dieron gloria a Chile:

  • “Veneremos la bandera como el símbolo divino de la raza;
  • Adorémosla con ansia, con pasión, con frenesí,
  • Y no ataje nuestro paso, mina, foso ni trinchera
  • Cuando oigamos que nos grita la bandera:
  • ¡Hijos míos! ¡Defendedme! ¡Estoy aquí!”

Juan Miguel Rodríguez.

GDB. Fernando Hormazábal Díaz

 

La conciencia histórica

El monumento a Baquedano merece respeto por su significado histórico.

Tiempo atrás nos referíamos en esta misma columna, sobre quien era el “General Invicto”, haciendo mención a Manuel Baquedano González.

Parte de su recuerdo convertido en monumento es noticia en estos días, producto de las reiteradas ocasiones en que se ha tratado de dañar la obra escultórica que lo recuerda.

Quienes lo hacen desconocen probablemente el origen de tan importante obra, la que destaca, no solo en cuanto a los aspectos históricos que le son propios, sino además por su relación con el arte del cual hace gala, como también por ser el reflejo de la voluntad ciudadana.

Vamos por parte, en lo histórico el monumento rinde homenaje al General Baquedano, el gran conductor militar triunfante en la Guerra del Pacífico, con una escultura en bronce y piedra verde que lo representa montado en su caballo Diamante, con una imagen de mujer en su frontis que levanta una guirnalda de copihues, mientras que a los lados hay dos relieves que recuerdan las Batallas de Chorrillos y Miraflores, encontrándose además bajo el pedestal la tumba del Soldado Desconocido, con una inscripción que dice: «Aquí descansa uno de los soldados con que el General Baquedano forjó los triunfos del heroísmo chileno».

En cuanto al arte, debemos recordar que su escultor fue Virgilio Arias Cruz, quien habiendo nacido en condiciones muy humildes, logró llegar a ser con el tiempo el más importante discípulo de Nicanor Plaza, para luego ser enviado por éste a París a la Academia de Bellas Artes, convirtiéndose en uno de los más prestigiosos artistas del cincel en nuestro país.

Entre sus obras más famosas se encuentran la estatua al Roto Chileno de Plaza Yungay y el Descendimiento que se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes.

En relación a la voluntad ciudadana, ésta se hace presente en la siguiente leyenda en su frontis; “El pueblo chileno al General Baquedano”, homenaje extensivo a todos los combatientes de la Guerra del Pacífico, vivos aún al ser inaugurada.

Como se deduce de lo anterior, el monumento a Baquedano merece respeto por su significado histórico, por la trascendencia de la obra artística y por ser voluntad de la ciudadanía, la que en su momento hizo sentir su opinión y su decisión de hacerla realidad.

No perdamos entonces la conciencia histórica, ni destruyamos las muestras de arte que nos heredaron, como tampoco dejemos de respetar la voluntad ciudadana que un día 18 de septiembre de 1928, vio cristalizado el anhelo de rendir un homenaje a uno de los más grandes soldados de nuestra Patria.

 Antonio Yakcich Furche.

 

Guilermo Parvex: “Más de 150 mil personas aportaron dinero para la construcción de su monumento, por el cariño que le tenían a Baquedano”

“Simboliza el sacrificio de miles de chilenos, la mayoría de ellos campesinos, que se enrolaron como soldados y bajo las órdenes del general Baquedano, combatieron en la Guerra del Pacífico”, señala el periodista y escritor

El general Manuel Baquedano ha estado en la noticia todos los días, pero no por sus logros en la Guerra del Pacífico y cómo su imagen es ya parte del patrimonio histórico. Sino por los actos de vandalismo que su monumento ha sufrido. Tal ha sido el daño a su figura, su caballo Diamante y el lugar donde se encuentra la tumba del soldado desconocido, que ayer el Consejo de Monumentos Nacionales decidió “remover temporalmente” la estatua del militar para su restauración, algo que podría tomar cerca de un año.

En conversación con El Líbero, Guillermo Parvex, periodista y escritor de éxitos como “Un Veterano de Tres Guerras” y “Servicio Secreto Chileno en la Guerra del Pacífico”, explica el rol histórico y simbólico del general.

-¿Cuál es la importancia que tuvo el general Manuel Baquedano en el país?

-La importancia más conocida del general Baquedano fue su contribución a la victoria chilena en la Guerra del Pacífico. Que no es como algunos quieren hacerlo parecer, como una guerra expansiva, sino que fue una defensa de Chile ante una alianza militar formada por Perú y Bolivia. La guerra se encontraba en un estado de inmovilismo cuando el Gobierno nombra al general Baquedano, como General en Jefe y él sabe aunar las voluntades de los soldados, se convierte en un líder y nos lleva a la victoria total en la Guerra del Pacífico, donde radica su principal importancia.

-¿Y qué importancia histórica tiene para un país una estatua como la de Baquedano?

-Todos los monumentos la tienen, pero puede que a algunos no les guste, pero hay que mirar la voluntad popular. Lo primero es considerar que ese monumento fue levantado el año 1928. Es una obra de uno de los mejores y más afamados escultores chilenos, que es Virginio Arias y lo más importante es que fue construido por erogación popular. Más de 150 mil personas aportaron dinero para su construcción, por el cariño que le tenían a Baquedano. La figura del monumento fue el simbolismo de un sentir del pueblo chileno hacia el general, por su gratitud por la conducción de este conflicto.

-¿Quién impulsó la creación del monumento?

-Una liga patriótica, eran asociaciones que se reunían con fines patrióticos y fue apoyada por los sectores políticos y el Estado en su conjunto. Baquedano era una persona demasiado querida por el pueblo chileno. Cuando él fallece a su funeral van 150 mil personas, cuando Santiago tenía 300 mil habitantes, o sea la mitad de la población acompañó al General en su funeral, lo que demuestra el cariño y el afecto que le tenían porque era una persona admirada y querida.

Lo más importante es que fue construido por erogación popular. Más de 150 mil personas aportaron dinero para su construcción, por el cariño que le tenían a Baquedano”.

-¿O sea, usted cree que la estatua representa gratitud hacia el general?

-Yo creo que sí. Él no hubiese aceptado el monumento si hubiera estado vivo. Él era una persona muy espartana e introvertida, pero creo que es un homenaje a los soldados chilenos de la Guerra del Pacífico. No nos podemos olvidar que ese monumento a sus pies tiene sepultado a un soldado.

-¿Qué simboliza el soldado desconocido que está bajo el monumento?

-Todos los países del mundo tienen homenajes y una tumba al soldado desconocido. Eso se refiere a que en los conflictos armados mueren muchos soldados que no son identificados y generalmente cuando se encuentran estos cuerpos que son imposibles de reconocer, se les rinde homenaje. Son todos los soldados que quedaron en fosas comunes de campos de batalla y este es el caso del soldado desconocido que está a los pies del monumento de Baquedano. Es un soldado de batallón naval, que murió en la batalla de Tacna.

Simboliza el sacrificio de miles de chilenos, la mayoría de ellos campesinos, que se enrolaron como soldados y bajo las órdenes del General, combatieron en esta agresión que sufrió Chile en 1879″.

-¿Qué peso tiene una estatua así en una plaza tan importante del país?

-Bueno, cuando se construyó ahí eso eran los extramuros de la ciudad de Santiago. De la Plaza Baquedano hacia el oriente era casi rural. No se instaló en el centro. Pero tener un monumento de un héroe lo tiene cualquier país civilizado, no es algo novedoso, es más bien parte de la cultura occidental.

Simboliza el sacrificio de miles de chilenos, la mayoría de ellos campesinos, que se enrolaron como soldados y bajo las órdenes del General, combatieron en esta agresión que sufrió Chile en 1879. Eso es bajo un punto de vista simbólico, porque si lo vemos desde un punto de vista económico, se puede decir que su acción permitió la anexión de las provincias del norte que han sido el sustento de Chile por más de 150 años: salitre, cobre y ahora el litio. Entonces, si no hubiese sido por esta visión estratégica de salir airosos de esta guerra que no buscamos, Chile se hubiera minimizado más de lo que era y habría perdido la oportunidad de desarrollo que ha sido el sueldo de Chile por más de un siglo.

-¿Y el caballo fue parte relevante en la vida de Baquedano?

-Era lo más importante. Él fue un oficial de caballería desde los 14 años y siempre marchó con sus tropas en los combates a caballo. Su caballo era conocido por todos los soldados y se llamaba Diamante, entonces es un general que está muy bien puesto en este monumento ecuestre.

-¿Es impensable que alguien estuviera vandalizando esta figura en la época en la que se instaló?

-Yo creo que es inimaginable hasta pocos años atrás. Hay que pensar que la plaza de Baquedano se convirtió en el centro de muchas actividades sociales, principalmente deportivas, pero nunca se había vandalizado el monumento.