Fidel, entre la gloria y el desprecio

Fidel, entre la gloria y el desprecio
No hay posiciones unánimes. Su legado produce reacciones encontradas. Ha sido un personaje representativo de la Guerra Fría, y tal vez, nunca la abandonó. No solo desafió a Estados Unidos, tan cerca de Cuba y con tanta incidencia histórica en la isla, cuando casi todo el continente requería de los americanos y Latinoamérica no lo hacía. Optó por aliarse con la ex Unión Soviética, la gran potencia contraria, por lo que entró de lleno en la pugna mundial. La llamada “crisis de los misiles” lo atestigua, porque los soviéticos quisieron probar en Cuba cuanto poder podían confrontar con su oponente. Un papel desproporcionado para un país pequeño y lleno de carencias, que marcó su destino y el de su país por más de cincuenta años, y determinó la dinastía de los Castro.
Depuso a un gobierno corrupto y servil, y purgó drásticamente dicho pasado. Inspiró revoluciones y levantamientos. Alentó esperanzas mejores en seguidores que lo adoptaron como líder indiscutido y ejemplo a seguir. Motivó exilios dramáticos que aún perduran. Respondió a ello elevando su figura hasta la idolatría, la que para muchos representa, más por su postura antinorteamericana que por sus logros objetivos.
Sin embargo, el precio ha sido alto. Cuba sigue siendo una cápsula anclada en el pasado. Su evolución a la modernidad, una tarea en gran parte incumplida. La población ha vivido la decisión ideológica de ubicarse en un lugar contrario al desarrollo capitalista, que hoy varios han adoptado y que muchos más, hasta políticamente coincidentes con Fidel, ahora siguen con mayor pragmatismo económico y realismo en los negocios e inversiones. Un camino tímidamente iniciado por Raúl apoyado por Obama. Eso sí, incierto con Trump, con la democracia, la vigencia de los derechos elementales, y la alternancia en el poder, atrapado en su propia revolución.
Samuel Fernández Illanes