POLÍTICA Y GOBIERNO:



POLÍTICA Y GOBIERNO:

Un ejemplo a seguir:

 

 

 

Lecciones de Cuba: ¿Es esto lo que el PC quiere para Chile?

Video: https://youtu.be/0jQ8R_CNvcQ?si=NTnamleKvrjt11N1

 

 

 

 

Las duras críticas a Allende y la UP que hace en sus memorias el ex PC Sergio Muñoz Riveros

Ex-Ante

Doctorandus en Literatura en la U. de Amsterdam, académico de la USS, Sergio Muñoz Riveros acaba de publicar sus memorias políticas, En busca de tierra firme. El libro se estructura como una honesta y profunda conversación con Paula Coddou. Estos son algunos extractos sobre su infancia, el PC y Allende.

¿Fuiste, alguna vez, un fanático?

Es posible que otras personas me hayan visto de ese modo. Hace varios años, me encontré en una ceremonia con Ennio Vivaldi, antes de que fuera rector de la U. de Chile, y se acercó a decirme, especialmente, que en los tiempos en que ambos éramos dirigentes de la Fech, yo le inspiraba miedo. Fue una especie de “regalo” que me hizo, y él no ignoraba que me iba a afectar. Solo atiné a responderle que lo lamentaba. Quedé preocupado, naturalmente, por la posibilidad de haber inspirado lo mismo a otras personas. Por suerte, Jaime Ravinet, quien fue presidente de la Fech, me ha dicho, más de una vez, que los democratacristianos me veían entonces como alguien con quien se podía conversar y establecer acuerdos. Como sea, no quiero ser indulgente conmigo mismo, ni justificar un modo intransigente de actuar “en defensa de la causa”.

Una causa que fue tu credo por 25 años.

Es cierto. De todas maneras, creo que mi previo alejamiento de la religión, me ayudó a no caer en la actitud beata que se expresaba, más o menos, en una especie de primer mandamiento: “Amarás a la Unión Soviética por sobre todas las cosas”. Era una suerte de rusofilia que a mí no me conmovía. Y, sin embargo, defendí la invasión soviética a Checoslovaquia en agosto de 1968, que fue la línea del PC, asunto del que me avergüenzo hasta hoy. En el núcleo del paradigma izquierdista estaba la descripción de Estados Unidos como encarnación del mal, lo cual estaba muy lejos de mis sentimientos. Yo condenaba por supuesto la agresión a Vietnam, pero eso no me impedía admirar muchas cosas de la cultura estadounidense.

Volvamos al origen. ¿Cómo era Chile cuando naciste? Me refiero, por supuesto, a tu propio Chile, tu entorno familiar, el ambiente en que transcurrió tu infancia.

Nací en Santiago, en diciembre de 1943, Chile era entonces un país bastante pobre, y mi entorno lo reflejaba, Mi madre, Apolonia Riveros, tenía 17 años cuando nací o sea, era una chiquilla, y siempre me contaba que terminó de crecer mientras me criaba. Ella solo tenía estudios primarios. Mi padre, Óscar Muñoz, tenía algo más de 30 años, era obrero, nacido en Talca, y por desgracia, no sé mucho más sobre él, no tengo ni siquiera una fotografía. El matrimonio duró tres o cuatro años, y mi madre, con muy limitadas herramientas, trabajó duramente para salir adelante. Fue inapreciable el apoyo de mi abuela Corina, que tenía un pequeño almacén en la calle Gorbea, y de unas generosas amigas que me cuidaron en distintas etapas.

Al repasar el camino hecho, la figura de mi madre se agiganta. Qué increíble fortaleza tuvo para superar tantas dificultades y pelearle a la vida. Cuando yo tenía 11 años, se volvió a casar y tuvo la suerte de hacerlo con un hombre bueno, Carlos Calderón, que la amó de verdad y me trató como su hijo. De esa unión, nacieron dos hermanos, Carlos y Leonardo. Mi madre llegó a ser una apreciada modista que cantaba las canciones de Gardel con una hermosa voz de soprano. Falleció a los 95 años, en la Navidad de 2020. Siento que aún me acompaña.

Dijiste que en tu ingreso a las juventudes comunistas influyó la falta de padre.

Es probable que haya buscado a un padre sustituto en la militancia. Lo increíble es que, sin tener mucha conciencia, acepté un padre mandón, muy autoritario, que se suponía tenía todas las respuestas. Le he dado muchas vueltas al asunto de la ausencia del padre, de cuánto pudo haber condicionado mi modo de ser y de pensar. No hay una respuesta sencilla. Sabemos que algunas personas tuvieron siempre al padre al lado, y desearían no haberlo tenido. Como sea, cada persona se las arregla en el camino.

La mirada que tiene mi esposa, María Victoria, puede ser una posible explicación. Ella dice que, quizás, más que representar a una especie de figura paterna, el PC fue una estructura que me aportó seguridad y protección, como también la sensación de pertenecer a algo que me trascendía… Tengo claro que la militancia fue mi forma de socialización. Yo era tímido y quitado de bulla, y me incorporé a una cierta fraternidad. Solté amarras al tener que tomar la palabra en público.

Allende y su gobierno han sido para ti un foco de reflexión, pero tu mirada ha ido cambiando. En tu libro A partir de la UP, publicado el 2013, lo veías con más indulgencia, y ahora eres muy crítico.

Es cierto. La experiencia del gobierno de Salvador Allende fue para mí el foco inicial de las tormentas de conciencia. Me estimuló a estudiar muchas cosas para tratar de entender por qué aquella experiencia, que había despertado enormes esperanzas de alcanzar una vida mejor en mucha gente modesta, terminó en un inmenso fracaso.

Lo que corresponde es juzgar a Allende como gobernante. Fue un político, no un predicador, y lo que cuenta es el balance de su paso por la jefatura del Estado. Su suicidio en La Moneda en llamas, y en particular la inmisericorde represión que sobrevino contra de los hombres y mujeres de izquierda, crearon un cuadro dramático que abonó el terreno a la leyenda, dentro y fuera de Chile, pero necesitamos enfrentar los hechos, por dolorosos que sean. Las narraciones confortables no sirven.

La UP se constituyó en 1969 como un pacto electoral con vistas a la elección de 1970. No más que eso. Sus integrantes no habían hecho un estudio acabado de la realidad nacional y, sin embargo, adhirieron a un programa que se proponía cambiar el país de pies a cabeza. Habían actuado dentro de la tradición institucional, pero no sacaban las conclusiones del caso…

El programa de la UP se limitaba a repetir los tradicionales lemas izquierdistas de la lucha contra el imperialismo norteamericano y la oligarquía, pero el horizonte hacia el que se quería avanzar era difuso y “literario”. Lo que más gravitó en los redactores del programa era el afán de diferenciarse de la DC y la llamada “Revolución en Libertad”. Había que ir “más lejos”. O sea, “correr el cerco de lo posible”. Como puedes ver, nada nuevo bajo el sol. ¿Idea de nación? Escasa. ¿Anticipación de las dinámicas que pudieran desatarse? Ninguna.

Entiendo que Allende no participó directamente en la redacción de su programa de gobierno.

Suena increíble, pero así fue. Allende no tuvo participación en la elaboración del programa de gobierno. Los partidos ya lo tenían redactado cuando él, no sin forcejeos, consiguió ser proclamado como el candidato de unidad, en febrero de 1970. Quizás Allende no concedía tanta trascendencia al texto, o lo imaginaba solo como una referencia. Sin embargo, se convirtió poco menos que en un catecismo para la corriente radicalizada, en particular dentro del PS, cuyos dirigentes asumieron la actitud de fiscales de su cumplimiento.

En rigor, aquel programa era una maqueta en la que el nombre de Chile podría haber sido reemplazado por el de cualquier país latinoamericano. Describía sólo un espacio de injusticias, desigualdades y dolores, no concedía nada a lo hecho por otros gobiernos (un poco al Presidente Aguirre Cerda, pero nada más), y proclamaba como fórmula de salvación el reemplazo de las estructuras capitalistas. Era una forma de pensamiento mágico.

 

 

 

La izquierda 21.

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