La doctrina Cheyre



La doctrina Cheyre

Jaime Couso, en su carta publicada el sábado, afirma que la conducta del joven teniente Cheyre “puede constituir complicidad, precisamente por haber observado una obediencia absoluta, al cumplir con sus tareas ordinarias, a sabiendas de que ellas facilitaban la misión de la comitiva de Arellano Stark”.

A esa fecha y hasta el año 2006, a los militares solo les cabía cumplir las órdenes en forma absoluta. Es por ello que, justamente con el general Cheyre, trabajamos en la redacción de la Ordenanza General del Ejército promulgada por el Presidente Lagos y propuesta por mí como ministro de Defensa.

En ese documento se establece que la “obediencia absoluta” solo corresponde a “la que todo cuerpo armado debe a la Constitución de la República y los poderes públicos”. A su vez, se incorpora el concepto de “obediencia reflexiva, que es aquella necesaria para regular las relaciones individuales en el interior del cuerpo armado”. A mayor abundamiento, el mismo texto establece que las órdenes deben ser cumplidas siempre que emanen “de un mando legítimo y dentro de las atribuciones de este”. Por cierto, “mando legítimo” es aquel que en ejercicio del mismo imparte órdenes que establecen un fin lícito cumplido por medios lícitos y se basa, como establece la Ordenanza , “en normas cuyo origen se encuentra en la Constitución”. Es más, el texto afirma que la disciplina “no es un acto de sumisión, sino de reflexión profunda”, y da valor explicativo al concepto.

El profesor Couso, como muchos integrantes del Poder Judicial, desconocen que a un militar en octubre de 1973 no le cabía sino obedecer las órdenes dadas, más aún cuando se había declarado “Estado de Guerra”. Su desobediencia implicaba no solo su automático paso a la corte marcial, sino eventualmente su fusilamiento.

Las prevenciones para que ello no se volviera jamás a repetir solo adquieren contenido y cuerpo con la promulgación de la Ordenanza el 24 de febrero de 2006.

Adicionalmente, aventura el profesor Couso al atribuirle gratuitamente al general Cheyre por obedecer en forma absoluta “a sabiendas de que facilitarían la misión de la comitiva”. Corresponderá a los abogados y tribunales despejar este tema. Sin embargo, lo que sí se sabe es que la única orden que el teniente Cheyre cumplió fue entregar un documento, firmado por su comandante, al diario de La Serena. Ello, por cierto, después de los trágicos hechos. Más aún cuando está probado que Cheyre y otros solo se impusieron cuando se habían cometido. Mal podría con ello haber facilitado la infame misión de dicha caravana.

Jaime Ravinet de la Fuente, Abogado