Ajuste de cuentas



Ajuste de cuentas

 

Por Joaquín García-Huidobro Correa

Gran parte de la prensa chilena está en deuda con el país. Afortunadamente, se ha dado cuenta de que debe empezar a pagarla.

La deuda de los medios es antigua: a Frei le permitían el silencio; a Lagos no le planteaban preguntas incómodas, porque los podía retar, y como Bachelet 1.0 era mujer, parecía de mal gusto incomodarla. Con Piñera se pusieron más duros, pero sabían que siempre contaba con una respuesta adecuada. El colmo, sin embargo, fue la campaña presidencial de 2013, cuando los medios trataron con guante blanco a Bachelet 2.0 e incumplieron su deber de informar cabalmente a los chilenos.

Conviene aclarar que Michelle Bachelet siempre dijo la verdad al país y que ninguna de sus disparatadas políticas ha sido una sorpresa: todo estaba escrito y anunciado. Entonces, ¿qué pasó? ¿Por qué los chilenos se sienten defraudados por un gobierno que no hizo más que cumplir su palabra? Porque gran parte de la prensa no fue capaz de mostrar lo que esas promesas iban a representar para Chile.

Pensemos en la gratuidad universal: ¿Quién le exigió precisar sus afirmaciones? ¿Alguien fue capaz de sacar una calculadora y denunciar frente a las cámaras que esa candidata estaba diciendo cosas irrealizables y, en definitiva, negativas para el país? Bachelet pasó de curso sin haber dado un examen de verdad, porque muchos periodistas se dejaron llevar por su corazoncito y no cumplieron con una misión que resultaba ingrata.

Con todo, aunque entonces hayan sido frívolos, no son tontos. Hoy se dan cuenta de su error. No han pedido disculpas, pero parecen decididos a no tropezar de nuevo con la misma piedra.

Así, para sorpresa de los precandidatos, últimamente nos hallamos ante una prensa distinta, capaz de exigirles a todos, incluso a los postulantes de izquierda, un mínimo de rigor. “¿Cómo hará esto?”, “¿de dónde sacará la plata?”, “¿de qué manera se concilia lo que usted está afirmando ahora con lo que dijo o hizo en tal oportunidad?”. Lo notable es que los más severos han sido los medios que más negligencia habían mostrado en el pasado, en especial la TV.

La prensa chilena está aprendiendo a usar el polígrafo, y los candidatos tiemblan. A buena hora.

Sánchez, Mayol y Ossandón han sido las víctimas en los últimos días, aunque todavía pueden recuperarse. Otros se han defendido mejor, pero aún hay mucha tela que cortar.

Guillier está indemne porque quedó para segunda lista. Seguramente, siente un incómodo cosquilleo en la guata, porque sabe que a partir del 2 de julio tendrá que pasar a dar examen y no resulta claro si dispondrá de tiempo para estudiar toda la materia, que es abundante. Como estará dedicado a juntar firmas, difícilmente podrá pasar muchas horas en la biblioteca para repasar. Sus dos tareas más importantes parecen incompatibles: no se puede andar en la feria y entre los libros al mismo tiempo. Quizá lamente hoy no haber participado en unas primarias para entrenarse: aunque hubiese quedado magullado, al menos habría tenido tiempo para hacer algunas correcciones. No olvidemos que las malas notas obtenidas a fin de semestre son más difíciles de remontar.

Carolina Goic, en cambio, es estudiosa. Probablemente no dará pruebas muy profundas y brillantes, pero difícilmente bajará del cuatro. La duda es si, más allá de las declaraciones, estará o no en la lista de los alumnos que se presentan a exámenes finales.

A los microcandidatos (ME-O, Parisi, etc.) también se les complicará la vida con este ajuste de cuentas. Pasadas las primarias, ya no podrán decir y hacer cualquier cosa, como en la elección pasada. Tarde o temprano, alguien los sacará al pizarrón y se expondrán al ridículo.

El que debe estar frotándose las manos es el mateo del curso, ese que tiene fama de dominar toda la materia. Pero este tipo de alumnos corre un riesgo: en su afán de mostrarle al profesor todo lo que saben, suelen contestar lo que no se les pregunta, y se meten en las patas de los caballos. Ya lo vimos hace unos días con su intervención sobre el espionaje en la Sofofa, que llevó a que la gente se fijara en una tontería y no reparara en la buena entrevista que había dado.

Si los medios mantienen el estilo punzante que han mostrado estos días, ningún candidato podrá estar tranquilo. En cambio, nosotros estaremos mejor informados. Eso no basta para elegir un buen Presidente; pero si ahora no lo hacemos, la culpa será exclusivamente nuestra