“Respuesta a nuestros críticos”

“Respuesta a nuestros críticos”
En una columna titulada como esta carta, Carlos Ominami calificó como “bajezas” mis críticas a la carta que escribió e hizo firmar a 43 figuras de izquierda en apoyo a Lula da Silva, condenado en segunda instancia por corrupción pasiva y lavado de dinero. Sostuve en La Tercera (19/07) que era visible la presión del Partido de los Trabajadores (PT) a los amigos chilenos a los que ayudó en sus campañas electorales; que no corresponde pedir privilegios judiciales para alguien por ser popular o estar primero en las encuestas; que la acción corruptora de empresas como Odebrecht se extendió en América Latina con el amparo de los gobiernos del PT; que es una osadía afirmar que si Lula no es candidato, la elección presidencial brasileña será ilegítima. Dije también que era obsceno condenar la corrupción de los adversarios y excusar la de los amigos.
Ominami afirmó en su columna que “en Brasil no existe un Estado de Derecho en forma y se ha desatado una gravísima crisis que afecta a todas las instituciones”. ¿Se deduce acaso que el poder judicial de ese país carece de autoridad para juzgar y condenar? ¿Habría que pedir entonces la libertad de todos los empresarios y políticos procesados por corrupción? Si se trata de defender la democracia en Brasil, lo primero es reconocer que nada la ha dañado tanto como los nexos inconfesables entre el poder político y el mundo de los negocios. Suena pues vacío un discurso que expresa preocupación por la democracia, pero al mismo tiempo cierra los ojos ante las trapacerías de los cercanos. Nuestra propia experiencia indica que necesitamos combatir sin ambigüedades las diversas formas de asociación público-privada para delinquir.
Sergio Muñoz Riveros