Creando otro Frankenstein



Creando otro Frankenstein

Por Cristián Labbé Galilea

Al abrupto “aterrizaje” que tuvimos después del eclipse perdiendo la clasificación para la final de la copa América, se suma esa infernal secuencia de sucesos político-jurídicos que inunda la contingencia nacional y de la cual parece que no será fácil salir.

Teniendo todo para que la situación del país tienda a progresar, los números, las encuestas, la opinión pública, nos  están advirtiendo que la tendencia es la contraria; económicamente estamos estancados, políticamente hay pesimismo y, socialmente, …ni que decir.

Si a eso añadimos el espectáculo que da toda una gama de autoridades agitando demagógicamente las banderas de la “transparencia” y la “probidad”, llegamos a la causa primera de todo lo que nos está sucediendo: la falta de prudencia, criterio, tino, discreción y otra serie de virtudes que tienen que ver con la sensatez, la cordura, la serenidad, pero principalmente con la estatura moral, el sano juicio, la confianza en normas, instituciones y jerarquías.

Estamos condenando con demasiada facilidad e irresponsabilidad, aun antes de todo juicio, sin esperar sentencia, a sea quien sea, por una simple sospecha, presunción o prejuicio, práctica frecuente no solo del ciudadano común y corriente, sino, lo que es más grave, conducta reiterada de jueces, tribunales, medios de comunicación social, autoridades, y de cualquiera que pueda instrumentalizar alguna red.

No se tiene ninguna consideración por la paz cívica y social, por la estabilidad de las instituciones permanentes de la república y, con muy poca reflexión sobre la razón y la justicia verdadera, se cae en arrebatos justicieros, en ansias de linchamiento, en la histeria política y en la irresponsabilidad comunicacional.

No se puede ni se debe caer en la barbarie paranoica de lapidar a nadie sin permitirle ejercer su derecho a un debido proceso… 

El genuino espíritu de justicia sabe que mucho peor es condenar a un inocente que liberar a un culpable.

No han reflexionado esos “vivos verdugos” si acaso la sensatez no les aconsejaba actuar con mayor cordura, al menos hasta el término del debido proceso; no han pensado esos “siempre listos, puros y castos” actores públicos (ministros, políticos, parlamentarios, MCS,  etc.) que en la vida hay cosas que corresponde que se hagan “con la puerta cerrada o al menos con las cortinas corridas” hasta cuando todo esté concluido.

Hacía estas reflexiones con un viejo y sabio “Ariki” rapanui (jefe tribal), con quien acostumbro compartir mis cavilaciones cuando estoy en el “Ombligo de Mundo”, y quien después de escucharme con esa cierta “nonchalance” (indiferencia) tan propia de su carácter polinésico, me dijo: “Debieran tener más cuidado, porque han echado a andar un monstruo que en cualquier momento se los come a ellos”.