Las instituciones importan
Por Benjamín Lagos C.
Es fácil sembrar la duda y la mentira. Para decir la verdad se requieren argumentos; para mentir, no se necesita nada -de hecho, el mal se define como la carencia de bien-. Por eso mismo triunfó la opción “apruebo” en octubre de 2020. Frente a la realidad de nuestra institucionalidad -con defectos pero que posibilitó más de 30 años de estabilidad política y crecimiento económico-, era fácil levantar un relato alternativo basado en puro voluntarismo e ilusión. Y ese relato ganó en forma arrolladora. Porque la realidad tiene sus miserias, pero la ilusión la podemos dotar del contenido que queramos.
Esfumado ese espejismo por una asamblea dominada por la izquierda radical, el rechazo a ese experimento parece mayoritario. Pero, cuando el país necesita certezas en tiempos convulsos, hay quienes alertan sobre una supuesta conjura. Que estaría en preparación un gran fraude para el próximo plebiscito. Que habría centenares de miles de muertos en el padrón electoral. Que el Servicio Electoral (Servel) sería autor o cómplice de esas maniobras. Y así.
Por desgracia, las redes sociales son tierra fértil para estas consignas. La desconfianza del electorado hacia el poder es brutal y muy pocos conocen la regulación en materia de elecciones, por lo que los infundios alcanzan cotas inverosímiles. Es preciso hablar con rigor y con la verdad.
El padrón electoral efectivamente tiene un número de fallecidos que Servel calcula en unos 30 mil. Este número corresponde principalmente a los decesos de electores inscritos que se hayan producido entre el 1 de mayo, fecha en que por ley se cierra el padrón electoral, y el 4 de septiembre, día del plebiscito. A ellos se agregan los chilenos que han fallecido en el extranjero y cuyas defunciones no se han tramitado en Chile, por lo cual el Registro Civil no tiene esa información y por ello Servel tampoco. Por último, hay inscritos por ley 780 detenidos desaparecidos, a modo de homenaje y que en el padrón figuran con esa calidad; la razón de esto último es discutible, pero no parece oportuno reabrir un debate tan polarizador como ese a solo días de la votación más significativa que el país celebrará desde 1970.
Es cierto que por ley, antes del cierre del padrón, Servel debió depurarlo de los electores que reúnen estos requisitos: 1) tener 90 o más años; 2) no haber renovado cédula de identidad ni pasaporte en 11 años, y 3) llevar 2 elecciones sin votar. Pues bien, Servel lo hizo, salvo casos residuales en que el Registro Civil no informó del punto 2). Conviene recordar que en Chile quien emite las cédulas de identidad y los pasaportes no es Servel, sino el Registro Civil. A mayor abundamiento, en un plazo de 10 días desde la publicación del padrón electoral, los partidos políticos y cualquier persona pudieron presentar reclamaciones ante el Tribunal Electoral Regional respectivo, sobre electores injustificadamente omitidos o que figuren con datos erróneos (artículo 48, Ley N° 18.556). Si no lo hicieron, ya es su problema.
La confianza en el sistema electoral es un elemento indispensable para la paz social y un activo de Chile en la región: eso no puede perderse. Por ende, la crítica al sistema debe ser fundada. Las instituciones, sumadas al compromiso de los ciudadanos que ejercerán como apoderados, harán posible que no vote nadie que no corresponda que vote, vivo o muerto.
Es incoherente apoyar la opción rechazo y, a la vez, desacreditar la institucionalidad que esa misma alternativa busca preservar. Concentrémonos en lo importante. Chile nos necesita.