ANARQUIA VERSUS UTOPÍA



ANARQUIA VERSUS UTOPÍA

Hace miles de años, en la cuna de la democracia moderna, los sabios griegos crearon el concepto de “anarquía”, aplicándolo para definir la “ausencia de autoridad” o “ausencia de gobierno”. Dicho término es aplicable a todas las actividades colectivas, tanto públicas como privadas. Así lo podemos ver cuando, por ejemplo, en una empresa cualquiera el gerente permite que los diferentes departamentos que la componen actúen en forma independiente, sin un hilo conductor que defina las metas y las prioridades.

Cuando observamos la realidad nacional, la desgraciada conclusión a la que llegamos es que nos encontramos en medio de un proceso anárquico, donde los elementos componentes del Estado de Chile actúan en forma descoordinada, sirviendo cada uno a intereses distintos. Poco o nada va quedando de la búsqueda del “bien común”, el cual va siendo sustituído por los intereses sectoriales o personales. En pocas palabras: a nadie le importa el efecto de una medida sobre los demás, sólo le interesa cómo lo afectará a él.

Así como se inventó el término anarquía, los griegos crearon también el de la “utopía”, definida por la Real Academia de la Lengua como “el plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización”, en síntesis, una aspiración válida, pero de dificultosa materialización. ¿Será entonces una utopía el desear contar con un estado fuerte, ordenado y respetado? Puede ser, pero no por ello debemos dejar de aspirar a él.

La falta de coherencia entre las diversas instituciones es palpable a diario en nuestro país. Mientras el Poder Ejecutivo anuncia medidas necesarias para garantizar el respeto y el orden público, sus órganos dependientes emiten señales en contrario, tal como vemos con la reiterada falta de respaldo a la acción policial. Mientras el Poder Legislativo rasga vestiduras por la falta de iniciativas de Ley de parte del gobierno, sus integrantes se confabulan para impedir su aprobación y así debilitar al adversario que los derrotó en las urnas. Mientras el Poder Judicial exige respeto por su independencia, una sala del más alto tribunal se inmiscuye en el ámbito administrativo del Poder Ejecutivo.

Así, podemos seguir citando muchísimos ejemplos de la forma en que la anarquía comienza a ocupar el espacio de la vida ciudadana de los chilenos. Definitivamente, vamos por un pésimo camino y nadie quiere o se atreve a intentar rectificarlo. Por supuesto que no es cosa de llegar y cambiarlo, pero ya es hora que se levanten las voces de los intelectuales y los buenos políticos ꟷescasosꟷ para remecer consciencias y formar opinión que apoye el regreso al orden. Difícil o utópica parece la tarea, pero si no se enfrenta con valor y decisión, talvez el resultado nos arrolle antes de lo que imaginamos.

 Entre los elementos sectoriales más llamativos de esta descomposición, podemos visualizar lo que ocurre con el Poder Ejecutivo, donde los electores decidieron soberanamente reemplazar a una coalición decadente e ineficiente por una que prometía un cambio sustancial en la forma de gobernar, esta vez, trayendo a la primera línea a los mejores y más capacitados. Nadie duda de la calidad profesional de la mayor parte de los integrantes de la nueva administración, pero los hechos nos van demostrando que algo anda mal y que su capacidad no logra ser puesta en evidencia ante la ciudadanía. Se habla de diversas razones, que no constan al común de las personas. Lo real es que da la impresión de que el Jefe del Gobierno y del Estado se está farreando un equipo de buenos colaboradores.

A lo anterior, se suma la seguidilla de errores no forzados, cometidos por quien dirige al equipo, haciendo pensar en una carencia de análisis previo de las situaciones que pueden afectar al gobierno o ꟷlo que es mucho peorꟷ la existencia de un estilo personalista que desprecia las sugerencias de esforzados asesores. Cualquiera sea la razón, se completa el cuadro con la falta de un sistema de Inteligencia que permita anticipar los conflictos y administrarlos oportunamente.

 Para qué hablar del Poder Legislativo, donde basta con ver la bolsa de gatos que lo compone para comprender la causa de su ineficiencia creciente, determinada por la participación de legisladores de última hora, sin la preparación profesional o siquiera la cultura necesaria para discutir y agregar valor a la formación de las leyes que nos regirán. Desde la farándula hasta la delincuencia han sido vistas sin tapujos en las salas del Congreso, sufriendo los chilenos la culpa por haberlos elegido.

El Poder Judicial, por su parte, azotado por la crisis de Rancagua y por la extralimitación de algunos próceres del activismo judicial, había escondido hasta ahora sus debilidades, tristemente conocidas por un sector de la sociedad. La interpretación de leyes a su antojo, la aplicación de normas legales con efecto retroactivo, la subordinación de la soberanía jurídica a la potestad de órganos internacionales, la prevaricación evidente de los Jueces de DD.HH., constituyen pruebas suficientes de la anarquía que inunda gradualmente los tribunales, sin que se observe una solución en el horizonte.

 Los encargados de fiscalizar el cumplimiento de la Ley, como se mencionó, son incapaces de utilizar los mecanismos constitucionales para rectificar los abusos de los malos jueces. No hay un diputado que se atreva a acusar constitucionalmente a un juez ladrón, prevaricador o inmoral, guardándose este recurso sólo para casos en que puedan obtener algún beneficio sectorial, como ocurrió con la izquierda en el último y fallido intento en contra de ministros de la Corte Suprema.

 Vamos por un muy mal camino, con un pésimo augurio para nuestro país. No se ve solución ad portas y ꟷpeor aúnꟷ todavía se escuchan voces que hablan de elaborar una nueva constitución…Podemos imaginar lo que resultaría de esta amalgama de intereses, inmoralidades y abusos, plasmados en una nueva Carta Fundamental. Es doblemente triste escribir sin proponer, pero la situación supera la capacidad de cualquier ciudadano común y recae en seres superiores, como aquellos que dieron vida, forma y estructura a nuestro ꟷhasta ayerꟷ orgulloso Estado de Chile….La utopía sigue siendo válida ante la anarquía incontenible.

31 de Mayo de 2019

 Patricio Quilhot Palma