¿Arde París?

Carlos Peña 2

Carlos Peña

Extractado de “El Mercurio”, domingo 15 de noviembre de 2015

Hay en la sociedad chilena personas inflamadas por la verdad, por convicciones finales (como la igualdad, el inicio de la vida u otra semejante , jóvenes inflamados por anhelos de justicia que, con toda ingenuidad, proclaman ser herederos del Che) para cuyo triunfo y consecución cualquier sacrificio, a poco andar, podría parecer poco.

Lo más enigmático del atentado en París -mejor sería decir: de esos crímenes- radica en el hecho que hayan acontecido… en París.

La cultura francesa es una de las realizaciones más perfectas del ideal racional y republicano: allí se proclamaron al mundo los derechos del hombre y del ciudadano, Descartes escribió el discurso del método, Voltaire proclamó la tolerancia y Sartre, Aron, Malraux y Camus ejemplificaron qué significa pensar, y por sus calles han caminado todos los que alguna vez han querido dedicarse a la tarea intelectual, ese oficio que renuncia a las armas y prefiere la palabra.

Estado Islámico 1

El verdadero motivo de tanta saña y encono de quienes con fanatismo  creen haber abrazado la verdad final de los asuntos humanos, a quienes les brillan en los ojos la fe, a esas personas que han logrado espantar todas las dudas, se encuentra en que  la tranquila ascética de la razón y la generosidad de la tolerancia, les resulta tremendamente  irritante e hiriente.

Todos quienes piensan que basta poseer la verdad final para que ningún esfuerzo por imponerla -por cruel, absurdo, tosco o repugnante que parezca- sea demasiado, no han logrado comprender, o porque lo comprenden actúan así, la verdadera índole de la sociedad democrática y liberal. Este tipo de sociedades existe como una forma de evitar la guerra entre convicciones finales opuestas.

Hay en la sociedad chilena personas inflamadas por la verdad, por convicciones finales (como la igualdad, el inicio de la vida u otra semejante) para cuyo triunfo y consecución cualquier sacrificio, a poco andar, podría parecer poco. Jóvenes inflamados por anhelos de justicia que, con toda ingenuidad, proclaman ser herederos del Che; estudiantes que piensan que abrazaron de una sola vez el secreto de la justicia y que solo resta imponerla. No hay ni una pizca de violencia en ninguno de ellos, por supuesto, y es seguro que no lo habrá; pero a todos les brilla en los ojos ese convencimiento por la verdad, ese entusiasmo por un único bien que, siquiera en la imaginación, acaba justificando cualquier exceso.
París, por supuesto, a pesar de los crímenes que ha padecido, no arderá. Y las matanzas que padeció este viernes ayudarán al resto del mundo, incluso a Chile, a recordar, y a renovar, las virtudes de la razón y de la duda que enseñaron Descartes, Montaigne y Voltaire.

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