Bachelet, una amiga de La Habana, para vigilar el cumplimiento de los DD.HH



Bachelet, una amiga de La Habana, para vigilar el cumplimiento de los DD.HH

Escribe Yoani Sánchez, bloguera cubana

 

Desde hace algún tiempo quedó claro que los próximos pasos en la carrera de Michelle Bachelet apuntaban hacia un organismo internacional. Cerrado su camino político en Chile, donde llegó a tener como presidenta unos mínimos históricos de popularidad, ahora se convierte en la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

El arribo de Bachelet a la cabeza de la Acnudh no es una sorpresa puesto que su nombre se manejó incluso para liderar la ONU tras la salida de Ban Ki-moon.

La chilena tiene muchas probabilidades de ocupar el puesto más importante de Naciones Unidas en materia de derechos humanos. Su sede es Ginebra (Suiza), y no se debe confundir la Acnudh, con el Consejo de Derechos Humanos, que es un organismo político compuesto por los representantes de los Estados miembros de la ONU.

Llega a esta posición en un momento en el que las violaciones de los derechos ciudadanos suben de tono en numerosos países y en el que Naciones Unidas vive un período de fragilidad, derivada de su inacción, la manipulación que hacen de sus mecanismos los regímenes autoritarios y la poca credibilidad de la que goza entre los Gobiernos democráticos.

Su historial no la ayuda mucho en ese empeño ecuménico. Bachelet demostró durante sus dos mandatos presidenciales que padece de una obstinada miopía cuando se trata de los desmanes cometidos por sus compañeros ideológicos que mandan en Venezuela, Nicaragua y, sobre todo, en la Plaza de la Revolución de La Habana.

En los largos años que estuvo al frente de la sólida democracia chilena, sus críticas fueron más bien tibias o inexistentes hacia los populismos de izquierda que reprimían a sus disidentes.

Salvo algunas pocas excepciones, la mandataria prefirió no incordiar a sus compañeros de utopía y optó por la estrategia de dirigir la vista hacia otra dirección. Pocas antes de entregar la banda presidencial a Piñera, llegó a Cuba en un viaje que solo podía entenderse como el que realiza el practicante de un credo al templo del que irradia su doctrina. Aunque la propaganda oficial de ambos países habló de una visita para estrechar lazoscomerciales, en realidad aquella estancia tuvo todas las trazas de una renovación de votos hacia el castrismo.

La designación de una amiga de la Plaza de la Revolución a un puesto muy codiciado por La Habana no es fruto de la casualidad. El nombramiento de Bachelet es una magnífica oportunidad para La Habana porque necesita apoyos internacionales para compensar el debilitamiento de sus alianzas regionales.

También es una oportunidad para los aliados de La Habana, que viven momentos difíciles y hacen todo lo posible para evitar condenas internacionales por sus actuaciones represivas.

Es el caso de Nicaragua, donde un antiguo guerrillero devenido caudillo, Daniel Ortega, ha respondido a sangre y fuego a las revueltas populares. Ocurre algo similar en Venezuela, que vive una terrible crisis humanitaria mientras el Palacio de Miraflores recurre a un discurso más agresivo, excluyente y disparatado.

 

Publicado por Chileinforma