Bachelet y la kriptonita

Jorge-Navarrete_avatar-200x200Jorge Navarrete, abogado

ESTA SEMANA se estrenó la película “Batman vs Superman: el amanecer de la justicia”. Pese a tratarse de dos superhéroes muy relevantes de nuestra infancia, confieso mi favoritismo respecto del primero. En efecto, detrás de la máscara de murciélago se escondía un hombre como cualquier otro, sin poderes especiales, oscuro y algo atormentado, lleno de vacilaciones y miserias, como probablemente le pasaría a cualquiera que cargara el yugo de velar siempre por el bienestar de los demás. En cambio el Hombre de Acero venía de afuera, siempre perfecto en su peinado y sonrisa, con habilidades sobrenaturales, que nos deslumbraba superando todos los obstáculos, por más imposibles que parecieran.

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Traigo esto a colación, porque por muchos años miramos a la Presidenta de la República como si fuera nuestra Superwoman, la que sorteaba una y otra vez los desafíos y escollos que tenía por delante. De hecho, el inicio de su figuración nacional se produjo con motivo de la imposición que le hizo Lagos para, como ministra de Salud, reducir las colas en los hospitales públicos. Cuando su carisma se hizo evidente, tuvo que vencer la resistencia del establishment concertacionista, que la miraba con desdén cuando no desprecio. Enfrentó a dos candidatos de la derecha y logró doblegar el mayor de los prejuicios, transformándose en la primera Presidente mujer de nuestra historia. Sobrevivió al Transantiago, quizás la política pública con más consecuencias sociales en las últimas tres décadas; como también superó la revolución pingüina en los inicios del movimiento estudiantil. Sorteó con éxito una crisis económica de proporciones y, cuando expiraba su primer mandato con niveles de popularidad nunca antes vistos, precedió el paupérrimo manejo de uno de los terremotos más grandes que nos haya sacudido. Estuvo cuatro años fuera, doblegando el natural olvido que apareja la lejanía, para asumir un segundo mandato premunida de un programa de gobierno extremadamente ambicioso, que sin embargo concitó un amplio apoyo en las urnas. Incluso la conservadora revista The Economist alguna vez afirmó que aun si Bachelet fuera fotografiada cazando a un tierno oso panda, su popularidad y carisma quedarían intactos.

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Pero al igual que el hombre de escudo y capa roja, pese a su aparente fortaleza, ambos tenían una debilidad que los reduce a un estado de máxima vulnerabilidad. La kriptonita de Michelle Bachelet se llama Sebastián Dávalos y, en mayor medida, Natalia Compagnon. Se trata de una cuestión que conecta con el origen y lo más íntimo, que no se puede soslayar, enfrentar y mucho menos vencer. Por más que genuinamente lo intenten, una y otra vez, fracasaron en su intento; llegando a la conclusión de que la única manera de sobrevivir a este peligro es alejándolo de sus vidas.

Las nuevas revelaciones judiciales que  conocimos esta semana profundizarán la pesadilla. Y aunque así no fuera, será siempre una tragedia el sólo pensar que la forma de superar este momento es separar lo más posible a la madre de tus nietos.

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