¿COMO LAS AGUILAS O COMO LAS BABOSAS?

¿COMO LAS AGUILAS O COMO LAS BABOSAS?
A propósito de la búsqueda del éxito profesional, un pensador español dijo alguna vez que hay dos formas de llegar a la cumbre: la primera, es como las águilas, luchando sin descanso aún a riesgo de la propia integridad, enfrentando todo tipo de tormentas y obstáculos, pero sabiendo que cuando ꟷjunto a unos pocosꟷ alcancen la cima, lo harán magulladas y maltrechas, pero en la plenitud de su honor y dignidad; otra forma, es como lo hacen las babosas, quienes buscarán la cumbre arrastrándose sobre su vientre, protegiéndose en un escondrijo cuando vengan las tormentas y dejando que otros les abran paso en los obstáculos.
Quienes entregamos nuestra vocación al servicio de las armas de la Patria, hemos conocido una noticia que remece nuestros sentimientos y ofende lo más profundo del orgullo de un pueblo forjado por la historia militar. El cuartel de un regimiento glorioso, depositario de un legado decorado con la sangre de sus héroes, inmolados en batalla antes que rendidos ante el enemigo, ha sido mancillado por un grupo de civiles que burlaron una guardia, armada con munición de fogueo.
El hecho más grave que se deduce de esta noticia no es el robo de las armas ni la humillante captura de un par de jóvenes soldados conscriptos. Por el contrario, lo que aquí ha quedado en cruda evidencia es la cobardía y la traición a los valores y principios que rigen el Deber Militar, cometidas por quienes dieron la orden de no usar ꟷ como correspondeꟷ la munición de guerra dispuesta para la protección y defensa legal de las instalaciones militares. Más aún, son gravemente responsables quienes avalaron dicha orden y aquellos que, debiendo haberla conocido, vayan a decir ahora que “se enteraron por la prensa”.
De acuerdo a los tiempos que vivimos y los tristes ejemplos observados en el trato recibido por instituciones como Carabineros de Chile, es altamente probable que tan indignas instrucciones hayan sido consecuencia de lo ocurrido recientemente en Iquique, habiéndose optado por prevenir su repetición mediante una medida tan estúpida como cobarde. No es comprensible que un oficial ꟷde cualquier jerarquíaꟷ al recibir dicha orden, no haya rechazado su cumplimiento, apelando precisamente a su Deber Militar y que, en caso de haber sido ésta reiterada, no haya solicitado de inmediato su baja de la institución.
Sin ser mal pensado y tan solo observando las restricciones impuestas por los políticos respecto del empleo de la fuerza por los Carabineros y la conculcación de las atribuciones constitucionales de los Jefes de Zonas en Estado de Catástrofe, cabe esperar que la instrucción de evitar el uso de munición de guerra se haya originado en el escalón ministerial o incluso superior, lo que en ningún caso exculparía a la totalidad de la cadena de mando militar, por la cobardía mostrada por ésta, al acatar su cumplimiento y no representar su desacuerdo con actos de hombría, tales como la renuncia al cargo.
La historia nos ha mostrado hasta el cansancio los dañinos efectos que provoca la interferencia indebida de los políticos en el mundo castrense. No se trata de que exista una sociedad dentro de otra, pero cuando vemos la forma en que nuestro país avanza aceleradamente hacia la descomposición social, sólo cabe esperar que las instituciones armadas continúen siendo los últimos en perder sus valores. Un hecho como éste, en que se juega con el Honor Militar y con aspectos básicos de la Seguridad Nacional, constituye un duro golpe a la esperanza que sostiene a nuestra Nación, confiada ésta en que las armas ꟷcomo siempreꟷꟷ garantizarán su existencia, manteniendo la disuasión que permite la vigencia de la Paz, tanto externa como interna.
Ya en 1891, los desaciertos y la falta de tolerancia de la clase política quebraron la unidad de nuestro país, recientemente victorioso en una larga guerra. En 1973, otros descastados nos llevaron a una crisis de la que solo fue posible salir gracias a la acción de las FF.AA. Hoy vemos el obstruccionismo vil de la labor legislativa, con el solo propósito de menguar el poder de quienes gobiernan. No podemos dejar que a ello se siga sumando el progresivo debilitamiento de nuestras instituciones armadas, último baluarte ꟷaunque les pese a los de siempreꟷ de nuestra sociedad.
Si algo de dignidad queda en quienes son responsables de esta traición a los valores militares, ya sea por acción o por omisión, debiéramos esperar la renuncia de la cadena de mando completa y la puesta a disposición del cargo ministerial. Lo más probable es que escuchemos las mismas estupideces de siempre, donde se dirá que “se aplicará e máximo rigor de la Ley” o que “se llegará hasta los últimos responsables”, para finalmente enterarnos de que un sargento o un teniente terminan pagando la cuenta.
Por desgracia, las babosas sobran en nuestro país y son muy escasas las águilas. Tenemos una camarilla de advenedizos al poder, en todos los ámbitos, ensoberbecidos por la gloria y desprovistos de la sabia medida de aquel Cónsul Romano que, ante la aclamación de las multitudes, llevaba a un esclavo en su carro repitiendo en su oído que la gloria es efímera y que su cargo no es de origen divino.
No volveremos a ser un país respetable si no recuperamos la autoridad de nuestros Carabineros para resguardar e imponer el orden público, con capacidad real para reprimir a los delincuentes y también a los vándalos que se escudan en supuestos ideales. No volveremos a vivir en una sociedad en paz, si no ponemos coto de una vez por todas al terrorismo de la Araucanía, verdad cínicamente eludida por todos los gobiernos, acobardados por el riesgo para su popularidad, ante eventuales enfrentamientos con resultado de muerte. No volveremos a sentir el orgullo de ser chilenos, si permitimos que nuestras FF.AA. sigan siendo debilitadas y humilladas por la cobardía demagógica de los malos políticos. No volveremos a tener soldados dispuestos a morir por la Patria, si no cortamos de raíz la corrupción naciente en las instituciones castrenses y la subyugación de sus mandos a los inmorales manejos de una clase de oscuros políticos.
Chile necesita más águilas y menos babosas, no sólo en sus instituciones armadas.
Patricio Quilhot Palma, Teniente Coronel (R)