¡Cómo se extraña el Gobierno Militar!

Cada vez más gente lo dice espontáneamente. El principal problema de todos es la delincuencia, que hoy los atemoriza en todo lugar y a toda hora. El Gobierno Militar le aplicaba mano dura y por eso había paz en los campos y ciudades, y la gente vivía tranquila, salvo por atentados del brazo armado comunista. Claro, el mayor número de víctimas era el de uniformados. Eran el escudo de los civiles. No sabían lo malagradecidos que éstos podían llegar a ser. Por eso los adversarios de ese gobierno triunfaron en las elecciones y consagraron leyes en favor de los delincuentes y terroristas, junto con dedicarse a desconocer las garantías legales básicas de quienes los combatieron, encarcelando a éstos ilegalmente.

Hoy la delincuencia goza de defensa gratuita, mientras sus víctimas deben financiársela por sí mismas. Los que combatieron el terrorismo llenan la cárcel donde se les ha confinado y contribuyó a hacinarlos todavía más Piñera. Son presos políticos, porque se les condena –esto lo confesó un juez en la TV— en virtud de una “ficción” y no de un delito probado; y también de una ley posterior a los hechos que se les imputa, violando la norma constitucional que dice: “Ningún delito se sancionará con otra pena que la que señale una ley promulgada con anterioridad a su perpetración”.

¡Qué buenos eran los tiempos donde los carabineros podían detener a los sospechosos y, tras una aleccionadora charla en la comisaría, dejarlos convencidos de no volver a merodear por su sector! ¡Los vecinos caminaban por las calles y vivían tan tranquilos! Ahora los únicos tranquilos son los maleantes, sabedores de que ningún juez los dejará presos.

Y, para qué decir: la Araucanía, próspera y feliz, tanto que los mapuches condecoraron al Presidente Pinochet y le dieron el triunfo al “sí” en su región en el plebiscito de 1988. Compárese eso con la zona asolada por el terrorismo, la pobreza y los incentivos perversos que caracterizan a la Araucanía de hoy, donde el mejor negocio es amenazar con incendiar siembras y recibir después gratis las respectivas tierras.

Entonces, con razón tanta gente extraña al Gobierno Militar. Tanta gente se dice, tardíamente, “por qué no habremos votado ‘sí’ en 1988: nuestro ingreso per cápita sería más del doble, los que tendrían miedo serían los delincuentes y terroristas y no nosotros y todos tendríamos mejor salud y educación y, en general, más libertad.

Pero votaron “no” y volvieron una y otra vez a votar mal hasta terminar como estamos hoy. Entonces, con su pan se lo coman. Y no sigan añorando al Gobierno Militar, porque fueron ustedes los que se lo perdieron. 

Columna de Hermógenes Pérez de Arce

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