Cuando menos quiere mas



Cuando menos quiere mas

Mientras el país tiembla temeroso ante la muy probable recesión económica, el Partido Comunista recobra la iniciativa política con una absurda propuesta de rebajar muy importantemente la jornada laboral y hasta el oficialismo se arruga ante la posibilidad de aparecer oponiéndose a una idea que cree muy popular. El bizarro episodio se presta para varias importante reflexiones.  La primera, y mas obvia de ellas es su valor como prueba del mal funcionamiento sistémico de nuestra estructura democrática tradicional vis a vis el extremo fraccionamiento ciudadano en la era digital, cuya inmediata consecuencia es el debilitamiento de los partidos políticos y la inutilización del parlamento como indispensable instancia legislativa seria y responsable.

Pero, en el concreto caso chileno, a la situación de parálisis legislativa – referida, naturalmente, a la legislación trascendental que no incluye al menudeo intranscendente – se ha visto reforzada por la división política que provocó el giro a la izquierda que destruyó la antigua y estable Concertación para erigir en su reemplazo a la inestable y forzada Nueva Mayoría.  El resultado ha sido la peor derrota electoral de la izquierda y la centro izquierda en muchos años y en una oposición que, al ser mayoría en el parlamento, no tiene más factor de unidad que el bloqueo irracional de todas las propuestas oficialistas trascendentales.  Como es obvio, con un parlamento farandulesco y de ínfima calidad intelectual, no se puede enfrentar preventivamente una recesión económica como la que nos amenaza.

Una tercera reflexión apunta a los errores conceptuales capitales que pueden arruinar toda la gestión positiva de un gobierno de muy buenas y equitativas intenciones como es este Piñera II.  El Presidente, desde su campaña electoral misma y sin ninguna variación, se ha jugado la suerte de su gobierno al logro de grandes acuerdos trasversales que fueran capaces de superar la situación limitante de carecer de mayoría parlamentaria.  En aras de ese propósito, sacrificó el descarnado diagnostico público del estado en que recibió al país tras el espantoso Bachelet II, ha sacrificado casi del todo el uso de las amplias facultades administrativas que le otorga nuestro otorgamiento constitucional y, con frecuencia, ha sacrificado también conceptos fundamentales de sus propuestas legislativas en busca de acuerdos parciales que le permitan avances que terminan siendo irrelevantes.  Todo ello se debe a su gran error de diagnóstico inicial sobre la naturaleza de la oposición que lo enfrenta.  Aunque carezca de toda unidad programática, los restos de lo que fue la Nueva Mayoría creen aun posible la recuperación del poder si logran controlar a la montonera del Frente Amplio y consiguen que el Piñera II termine en un sonado fracaso.  Y, como ello exige una importante dosis de vociferante populismo antisistémico y algún mínimo grado de cohesión que solo encuentra en el más cerrado obstruccionismo, los acuerdos transversales que desea el gobierno son imposible salvo que contengan tales difusiones que terminan siendo más ajenos que oficialistas y cuidando de que así lo entienda la ciudadanía.

Una última reflexión que emana del absurdo de estar considerando una medida de menor trabajo ad -portas de una recesión económica, se refiere a su gestación en el Partido Comunista.  Dicho de otro modo, ¿por qué el PC, que nadie puede tomar por estúpido o ignorante, propone ahora algo tan inoportuno y contrario al superior esfuerzo que el país necesitará hacer para combatir la recesión que lo amenaza?  Las razones, por transparentes que sean, necesitan analizarse cuidadosamente porque encubren una trampa política.

Tras el tremendo error de jugarse a la vía violenta para acabar con la dictadura de Pinochet y, consecuentemente, rechazar a la Concentración de Partidos por la Democracia, el PC superó trabajosamente su aislamiento político agarrándose de la impredecible Bachelet y asumiendo banderas como la de los derechos humanos, el daño ambiental, la lucha contra la corrupción y la demonización del gobierno militar.  Eran banderas muy osadas porque el pasado del comunismo en el mundo desdicen todas esas preocupaciones, como que ha sido protagonista de los peores genocidios, catástrofes ambientales, corrupciones partidistas y tiranías opresivas que registran la historia.  Pero esa fragrante hipocresía le funcionó razonablemente bien porque son muchos más los chilenos que nunca han leído un libro de historia que los que sí lo han hecho y, prueba de ello es que el partido logró romper el aislamiento con la creación de la Nueva Mayoría y hasta alcanzó con ello una representación parlamentaria superior a la que le otorgaría su menguada votación popular.  Pero ahora esa estrategia de compañeros de ruta se ha venido al suelo por el cheque en blanco que el partido le extendió a Maduro y a Ortega y que ni siquiera retiró cuando Bachelet se obligó a reconocer las violaciones a las causas con que ellos desfilaban en Chile.  Si bien puede ser que la mayoría de los chilenos de hoy crean que Mao y Stalin fueron villanos de tiras cómicas y que Chernóbil es el nombre de algún balneario, es indudable que deben ser muy pocos los que no saben cómo es Nicolas Maduro y el estado en que tiene a Venezuela.  Y, por eso, el desarrollo de los acontecimientos ha obligado al PC a tomar otras banderas que aquellas que se han convertido en una burla en sus manos.  Y, ¿qué mejor que proponer más fines de semana largos a un pueblo gravemente enfermo de flojera y ansioso de escuchar proposiciones para ganar y producir más trabajando menos?

Por otra parte, el PC chileno sufre de la misma dramática carencia de líderes que todos los demás partidos de la actualidad y necesita producir hechos que hagan emerger algunas figuras emblemáticas de la mediocridad general.  Y propuestas como la que comentamos logran ese propósito para el caso de que el aislamiento político los enfrente a la dura realidad de elecciones en solitario. Y, para tan importante promoción, no importa barajar propuestas que sean tan inconvenientes como la que comentamos pero que seducen a incautos.

Debido a todo esto una proposición para trabajar menos cuando se necesita trabajar más solo puede provenir de un comunista.  Para ellos la humanidad no se ordena en naciones si no que en clases sociales en pugna, de modo que ¡al diablo con Chile si es que el proletariado se enfurece porque le niegan el milagro del más con menos!

Orlando Sáenz