El cepo

Villegas

Extracto de Columna de Fernando Villegas (La Tercera 1 Dic 2015)

Un rígido cepo mental o acaso un sinuoso reflejo condicionado aprisiona desde tiempos inmemoriales la mente de gran parte sino acaso de toda la “clase política” del país, pero además de quienes orbitan a su alrededor por razones de trabajo o vocación, esto es, hoy la de columnistas y comunicadores y ayer la de predicadores y gacetilleros. Es el cepo del legalismo en su sustancia y en su forma, en su contenido y discurso.

Sin embargo, en el ámbito planetario, donde los sujetos jurídicos no son personas sino Estados, donde el llamado Derecho Internacional NO es compartido por todos, donde las cortes sólo parcialmente fallan “en derecho” y tampoco sus resoluciones disponen de una policía mundial para hacer cumplir e imponer sus dictámenes.

Dicho sea de paso, esta pegajosa superstición jurídica, la cual debería hacer de nosotros el pueblo más formal, honesto y atenido a derecho del planeta, va de la mano, como hemos visto abundantemente en los últimos años, con una fenomenal indisciplina legal, el más abierto desprecio a las normas y enormes dosis de deshonestidad de cuello y corbata.

Por tanto imaginar a la justicia como una institución y proceso puramente espiritual, estratosférico, regido por lógicas jurídicas creadas por análisis semántico y filosófico, amén de consideraciones derivadas de tratados o textos, es de una lamentable ingenuidad.

¡Cuánto más dependiente de factores no jurídicos es entonces el llamado Derecho Internacional, donde no hay ciudadanos acogidos al mismo territorio, cultura y legislación sino una horda de naciones del más distinto pelaje, de diversos y hasta antagónicos intereses, diferentes tradiciones y culturas, lenguajes y nociones acerca de lo que es justo o no!

Cuenta el historiador griego Tucídides que los melios trataron de convencer a los atenienses de que la opción que éstos les ofrecían, a saber, “pagar tributo a Atenas y sobrevivir o luchar contra los atenienses y ser destruida”, era injusta. Ante eso los atenienses respondieron del siguiente modo:  “Los fuertes hacen cuanto pueden y los débiles sufren cuanto deben”.

Ese, el de los pobres melios -que terminaron masacrados-, es un caso extremo de la llamada “realpolitik”, contundente expresión alemana de amplio y corriente uso haciendo mención precisamente a lo que, en las relaciones entre los Estados, termina en verdad siendo la “justicia”, sustantivo calificado y conjugado por el poder y no por las palabras, en última instancia por la fuerza letal a disposición de las partes. En el otro extremo de este continuo están seguramente las prédicas del obispo de Talca y un poco más acá de dichas prédicas se encuentran nuestra Cancillería y algunos comunicadores. Son quienes se han afanado en estos días insistiendo que en “estricto derecho” Bolivia ha sido “reducida” en su demanda pues la corte no verá el tema de la soberanía, aunque sí recomendó negociar “de buena fe”.

Decir entonces “negocien, pero de buena fe” significa “negocien, pero ahora poniendo la soberanía sobre la mesa”.

Con “buena fe” un codo de la Corte de La Haya a medias borra o borronea su declaración de no ser la soberanía materia de su competencia. Y nosotros, al sentarnos en esa mesa siguiendo como víctimas de un destino inexorable el mandato de La Haya, inevitablemente estaremos aceptando que “esta vez” negociaremos de “buena fe”, o sea, abriendo siquiera un resquicio al tema de la soberanía. Y una vez abierta, ¿quién y cómo puede cerrar esa puerta?

It’s politics, stupid….
El especialista en RR.EE. José Rodríguez Elizondo, en muchas columnas, ensayos y libros ha demostrado hasta la saciedad que las relaciones exteriores son materia de política, especialmente de la variedad preventiva, pero no como hace y cree la casta gobernante chilena, de mera reacción jurídica. Los problemas se ven venir y se resuelven o al menos se hacen abortar a tiempo, pero la Cancillería chilena no ve venir nada, olvida los temas, deja crecer la ola, tardíamente enarbola textos jurídicos y finalmente va a una corte y pierde los fallos…. Esta eterna cofradía de expertos en codicilos parece creer que una controversia de esta clase no es diferente a un juicio por herencia de caballares celebrado en un juzgado de Temuco. Pero si acaso esas imprevisiones, demoras y marchitos legalismos fuera de tiesto podrían catalogarse como evidencias de necedad, el que se porfíe en esa línea y uno tras otro los miembros de tan empapelada clase política insistan con lo mismo habla de un problema aun más grave, no ya de tontería sino de obsesión genética, de carencia absoluta de buen sentido y realismo, de afasia y amnesia, en verdad de anencefalia. La historia de Chile revela en demasiadas ocasiones cuán lejos se remonta esa falencia y su condición de crónica y quizás alguna vez fatal.

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