El Octubrismo



El Octubrismo


PINCELADAS OCTUBRISTAS


Luis Hernán Torres Aguirre

Octubre, siempre ha sido un mes de alegría y optimismo, debido a que venimos saliendo de nuestras hermosas fiestas patrias, donde celebramos los inicios del proceso independentista de nuestro país y, en simultaneo, le rendimos un sincero homenaje a las Glorias de nuestro victorioso y querido Ejercito; oportunidad en que las Fuerzas Armadas y Carabineros, demuestran su férrea cohesión y lealtad a la patria. A ello sumamos, el inicio de la hermosa y florida primavera. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la llegada de octubre nos evoca desazón, tristeza y, porque no decir una profunda pesadumbre y pena, puesto que el año 2019, grupos que se arrogaron la potestad de protestar en nombre del total de la ciudadanía, argumentando que lo hacían para lograr la igualdad social; manifestando, entre otras cosas, que el objetivo de estas protestas eran dar término a los abusos sociales, a la desigualdad, a las bajas remuneraciones, el indigno trato empresarial, a la mala salud y educación, etc., etc. etcétera.


Las protestas precedentemente señaladas fueron ejecutadas con inusitada violencia y sin ninguna consideración, causando un enorme daño –entre otros- a las personas, a la infraestructura, al comercio, a nuestras tradiciones republicanas y al pacífico devenir del país y al necesario estado de derecho.
Sectores de la oposición al gobierno de la época, denominaron a este movimiento insurreccional, como “Estallido Social” y el temor causado fue de tal magnitud, que sectores del propio gobierno, se sumaron a este calificativo.


Además de la destrucción y denostación lograda, el gobierno democráticamente establecido estuvo a punto de ser derrocado; por lo que, tanto sectores de derecha como de izquierda, en función de intereses personales y de alta connotación política, acordaron, entre otras cosas, cambiar la Constitución Política de la República, logrando de esta forma –en parte- apaciguar los ánimos insurreccionales y delictuales.


Si damos un vistazo a lo transcurrido en estos cinco años, podemos advertir que los cambios a los cuales apuntaba la rebelión, han sido más que insuficientes, pese a que el país se encuentra gobernado por quienes, fueron los principales alentadores de la revuelta.


Dos procesos Constitucionales, terminaron en un profundo fracaso, con los altísimos costos que ello significó.
La salud, lejos de mejorar, tiene a los hospitales públicos totalmente desfinanciados y por tanto sin recursos para sus obligatorias funciones.


La educación, se encuentra prácticamente estancada, puesto que la des municipalización no ha tenido los resultados esperados. Asimismo, nada sustancial se ha incorporado a las mallas curriculares en beneficio de la calidad educativa y, por el contrario, se ha atentado a nuestra necesaria educación cívica. La JUNAEB, recién en el segundo semestre del año, ha hecho entrega de una parte de los útiles escolares, estando aún pendiente muchos establecimientos educacionales. La prometida condonación del CAE, definitivamente no ha sido tal, puesto que recién un proyecto de ley denominado FES, pretende establecer un fondo “Revolvente”, de acuerdo a lo señalado por el ministro de Hacienda, proyecto de difícil pronóstico.


De seguridad ni hablar, puesto que “Calle Segura”, y otras tantas medidas, no han logrado revertir la crisis de seguridad y el sicariato, los asesinatos, abordasos, encerronas, tráfico de droga y estupefacientes y demás tipos de delitos, han pasado a normalizarse y los ciudadanos sufren día a día sus consecuencias. Quienes velan por nuestra, seguridad, es decir nuestras policías, no cuentan con el apoyo del estado.


El gasto estatal no ha sido del todo adecuado, puesto que Fundaciones y dineros asignados a entidades que no requerían un mayor financiamiento, como es el caso de TV Nacional, dan cuenta de muy poca prolijidad en la asignación, control y supervisión de los fondos estatales. ¿Qué otro resultado se podría esperar con dineros mal gastados?


Vale decir, ese país soñado por la “Movilización Social” : estable, de desarrollo económico, ejemplo en educación y salud, seguro e igualitario, de dignidad a toda prueba, definitivamente no ha sido tal.
El Octubrismo y sus consecuencias, han sido poco alentadoras y en nada pecamos si las calificamos -derechamente- de nefastas.

 

 

¿Qué es el octubrismo?

Álvaro Vergara N.

Abogado e investigador IES

 Publicado por El Líbero

 

El octubrismo tuvo hasta un lema: “No son 30 pesos, son treinta años”. Contó con su propio órgano, la “Convención Constitucional” que, por cierto, terminó sus labores cantando “el pueblo unido, avanza sin partidos”.

El pasado viernes, en el seminario “A cinco años de la crisis de octubre”, que tuvo lugar en el Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), Daniel Matamala cuestionó el uso del concepto “octubrismo” en el debate político. El periodista argumentó que la palabra se utilizaba de manera vaga y que, paradójicamente, nadie en la discusión pública chilena se identifica a sí mismo como “octubrista”. De esa manera, emplear ese calificativo para describir a un sector podría llevarnos a confusiones o conclusiones sesgadas.

Sin embargo, es usual que los conceptos políticos se esgriman de manera poco precisa, y también que se les asigne a algunos grupos una etiqueta que ellos mismos rechazan. Esto ha ocurrido con términos clave como neoliberalismo, democracia, conservadurismo, progresismo, etc. Lo importante, a la hora de hablar de “octubrismo”, es identificar las particularidades que justifiquen su uso en la discusión pública. En ese sentido, sí podemos afirmar que la palabra representa un modo de hacer política con una simbología, estética y traducción institucional. 

El octubrismo surge de las protestas que comenzaron en octubre de 2019 y se caracteriza por reivindicar la dinámica de dichas movilizaciones, pues ahí creyeron encontrar algo puro. Esta forma de actuar, que emergió de la propia calle, fue posteriormente adoptada por actores y dirigentes sociales que irrumpieron para llevar a la práctica una política asambleísta y antipartidos, anclada en la legitimidad de la movilización directa del pueblo.

Por eso, ante las trabas impuestas por la institucionalidad, los octubristas intentaron con más o menos éxito legitimar, controlar y luego usufructuar de la violencia callejera, arrogándose la representación del pueblo. Como dijo Fernando Atria al intentar justificar el indulto a quienes habían cometido delitos en medio de las protestas: “La violencia de ayer, hoy día la podemos ver como algo que en los hechos abrió la puerta a una oportunidad que hoy día casi todos celebramos (…) por eso creo que justifica una decisión de indulto general o amnistía”.  

Recordemos que, mientras las marchas eran populares, diferentes grupos de izquierda preferían “octubre antes que noviembre”. Algunos llegaban a decir que el único 18 que celebraban era el 18 de octubre, día en que quemaron el Metro. Se escogía así la impugnación a lo establecido sin articulación política en el horizonte, en lugar del cauce ofrecido por la política institucional que se vio sobrepasada por los acontecimientos.

Ahora bien, además de ser un modo de hacer política, el octubrismo se funda en una simbología que lo arropa con una estética propia: los viernes en Plaza Italia, “el limoncito para la marcha”, el repudio a los valores tradicionales, el “perro matapacos”, el rechazo a la bandera chilena y la imposición bandera mapuche, la impugnación al “modelo” y a los políticos de los “30 años”, y así.

Octubrismo es ver a Elsa Labraña gritando en la cara de Gloria Valladares; es la voz de Daniel Stingo afirmando que los acuerdos los pondrían ellos; es la persona que intentó cortar los pies del caballo de Baquedano; es el Museo del Estallido Social; es la destrucción de los centros de las ciudades; es el “jardín de la resistencia” y es el Presidente Boric indultando a delincuentes. 

A fin de cuentas, el octubrismo tuvo hasta un lema: “No son 30 pesos, son treinta años”. Contó con su propio órgano, la “Convención Constitucional” que, por cierto, terminó sus labores cantando “el pueblo unido, avanza sin partidos”. Albergó personajes dentro de sí: “el pelao” Vade y “la tía Pikachu”. Dignificó a sus héroes, como la primera línea, a quienes parte del Congreso aplaudió de pie. Tuvieron mártires, practicaron ritos y generaron una épica. Incluso elaboró su propia traducción institucional, que puede hallarse en el contenido de la propuesta de la Convención. 

Es posible que personas que pertenecen al mundo de las izquierdas o del progresismo no se sientan representados por este concepto. También puede ser sano rechazar el intento de imponer una forma de hacer política basada en la funa, la victimización y el desprecio al adversario. Puede además que el octubrismo haya mostrado una mala faceta de muchos actores: intelectuales que se sumaron a la protesta, analistas embobados con el fuego de la calle, políticos y constitucionalistas que ya veían sus nombres en los textos de historia, y también una parte de la derecha que abandonó al Presidente, se sumó a la calle y más que orientar, se sumó a la “buena onda” del momento.

Las culpas y las vergüenzas son muchas, pero el octubrismo existió y sigue estando ahí en grupos que no son irrelevantes.

 1 comentario

  1. Adolfodice:

9 octubre, 2024 en 12:58

El octubrismo también está en la ilegal, inconstitucional, odiosa, vengativa, canallesca e inhumana persecución política en sede judicial prevaricadora contra militares y carabineros.
Adolfo Paúl Latorre
Abogado
Magíster en ciencia política.

 

 

En realidad al gobierno lo salvó Carabineros: