No se trata de otra cosa que de utilizar la vieja estrategía del imperio Romano: “Divide y gobernarás”, o lo que es lo mismo, mantener artificialmente la existencia de un enemigo interno que justifique las medidas más aberrantes, tales como la expropiación de los medios de producción económica y el encarcelamiento de las personas que se opongan a tales abusos.
El marxismo sistematizó el odio hacia las clases sociales que, mediante el trabajo y el esfuerzo individual, habían logrado una mejor forma de vida. Los populistas de hoy continúan aplicando la premisa como una forma de congraciarse con las masas sociales más vulnerables.
El populista no cree en la unión de la nación. Solo le interesa mantener el poder y para lograrlo miente descaradamente a los ciudadanos y entrega dádivas y favores políticos de manera indiscriminada.
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