ERASE UNA VEZ UN GLOBO DE HELIO



ERASE UNA VEZ UN GLOBO DE HELIO

Antes, los cumpleaños de los niños era más entretenidos.
Hoy los papás invitan a los amigos y primos del festejado al Mac Donald’s, ahí se comen unas tremendas hamburguesas, toman Coca Colas, ven videos juegos en sus celulares,  y chatean. Se acabó.

Me acuerdo hace muchos años haber llevado a  alguno de mis hijos a un  cumpleaños. Engominados, pantalón y camisa comprados en Patronato, y las niñitas con zapato de charol con pantys blancas y una cinta en el pelo; y un  ¡regalo chico en paquete grande!

Como parte de la escenografía hogareña, siempre en un sofá del living había un caballero sentado con suéter, con corbata,  y chaqueta café de cuadros, con lentes; y su señora, con falda ploma y zapatos con unos tacos gruesos : ¡Los abuelitos¡, y para ponerse en onda, a ambos les habían  colocado un gorro de cucucurucho con un elástico pasado por debajo de la pera. El abuelito, pudorosamente,  escondía tras la foto de la mesita lateral, media copita  de tinto. Si quisiera hacer una relación con la situación actual de nuestro país, el Tata y la Yaya, serian ahora,  como una especie de funcionarios del INDH: “Elianita, ese niñito gordito, está tomando los monitos de la mesa de centro”…”Mijito,  saque los zapatitos del sillón…” “Niñita,  con eso no se juega…” “¿Elianita por qué no lleva este niñito con su mamá?”
Cantan  todos el “Cumpleaños Feliz” y el celebrado,  al soplar las velas de la torta,  suelta casualmente su globo plomo de helio  que se eleva y queda olvidado, pegado al techo, mudo. Los niños abren sus sorpresas compradas en esa época, con esfuerzo,  en calle  Meiggs o Rosas. Son soldaditos, pistolas de agua, muñequitas, cornetitas o esos rifles que disparan unas inofensivas balas de plástico.

Y ahí está el globo de helio con cara de huevo, silente, como observando, pegado al techo.

Los abuelitos desde su rincón, “hinchan” : ”Mijito no dispare a la cara esa pistola…cuidado con los ojos del niño”,  grita la señora con el cucurucho en la cabeza. El Tata vocifera: “Elianita, esos niños se están mojando la ropa…Ahhhh, pero para que les compraste esos bates de béisbol, mira como le pegan a ese cabro…
“Papá, son bates de plástico ….” le dice a su papá Elianita, entre el medio de la pelea de los niños. Los sándwiches de lechuga picada con pasta de huevo duro en pan de molde ruedan por el suelo, la Coca  Cola se chorrea en la alfombra. Gritos y llantos. La esperma de la vela cae en el tapiz de la silla. ¡El caos total¡
Recuerdo que miré hacia el techo y ahí estaba el globo de helio, pegado al techo,  sosegado, nadie repara en él, se cambia de sitio de acuerdo al viento que entra al living. Mudo testigo de lo qué pasa abajo. Ya nadie se divierte con él aunque la cinta rosada que cuelga, se mueva de repente.

“¡El que no se sienta no come torta!” Grita la mamá, los niños, algunos cacheteados, otras mechoneadas, las rodillas peladas, corren a sentarse en la mesa, y se reparten la torta.
Ahora somos todos amigos, a cada uno le toca su pedazo de torta.

El globo de helio se ha corrido justo sobre la mesa. Nadie mira para el techo, se ve como triste. ¡ Qué ganas que reventara para que siquiera llamara la atención ¡ … pero, nada…

Termina la fiesta, los papás recogen a los niños. “Llévense las sorpresas y su pedacito de torta niñitos, la torta es grande… ” grita Elianita.

“Aaaaayy, estoy muerta papito…” dice la dueña de casa, cuando ya todos se han ido y la casa luce con servilletas usadas y serpentinas en el suelo, con zapatos marcados en la alfombra y manos en las paredes
El Tata comenta: “ ¿viste el cabro colorín como corría pegándoles a los niños…y ese guatón mal intencionado como disparaba el rifle de agua?”;…”Yo no los invitaría más” sentencia la abuelita.

“Estupendo el cumpleaños, muchas gracias Elianita”, digo al despedirme, con mi niña de la mano, su sorpresa, y el “pedazo de torta”.
Al abrir la puerta, recuerdo que sin quererlo mire la escala al 2° piso, y en el techo, el globo de helio. Los niños habían peleado, se habían disparado con balas de plásticos, la casa era un desastre, los “Tatas”, un par de “acusetes”; todos se habían repartido su pedazo de torta; y el globo de helio ya medio arrugado, se había paseado por todo el cielo del living comedor; se había asomado al patio, y no había hecho ninguna gracia; nadie había reparado en él, y curiosamente, como un mimo triste  se iba por la escala del 2° piso a pegarse al techo.

Hoy, domingo, llego corriendo a mi departamento para escuchar al Presidente, prendo el televisor y ya ha terminado su discurso, solo lo veo cuando se retira de la mano de su mujer, al segundo piso. No sé por qué me acuerdo del globo de helio.

General (R) Hernán Núñez Manríquez.