Escalada en Venezuela: nuevo escenario
Escalada en Venezuela: nuevo escenario
EE.UU. declara a Maduro y al Cartel de los Soles, como un grupo terrorista:


Escalada en Venezuela: nuevo escenario
“Si en mi publicación anterior señalé que la Operación Multidominio estaba en pleno desarrollo, hoy corresponde reconocer que ha entrado en un tramo decisivo. La incógnita ya no es si habrá consecuencias, sino cuáles serán y cuán cerca nos encontramos de presenciarlas”.
Por Christian Slater, coronel (R) de Ejército
Hace pocos días, en este medio, se publicó un análisis sobre la Operación Multidominio que Estados Unidos mantiene en el Caribe frente a Venezuela.
En ese momento tuve la oportunidad de describir el despliegue inicial y las lógicas estratégicas que comenzaban a configurarse.
Hoy, sin embargo, el escenario ha evolucionado con tal rapidez que resulta necesario actualizar ese análisis, porque varios elementos que entonces eran solo indicios ahora se han transformado en señales claras de escalamiento.
Lo que hace una semana podía interpretarse como una operación destinada a ejercer presión estratégica ha adquirido un carácter distinto. Estados Unidos ha completado la arquitectura operacional que faltaba: reposicionamiento de unidades anfibias, refuerzo de plataformas aéreas de reacción inmediata y activación de elementos especializados que no se despliegan para simples ejercicios de presencia. A ello se suma el aumento del nivel de alerta del Comando Sur —SOUTHCOM, responsable de todas las operaciones militares estadounidenses en América Latina y el Caribe—, una decisión que sólo se adopta cuando la contingencia deja de ser un supuesto distante y pasa a formar parte de las posibilidades operativas reales.
Un segundo elemento, ausente en mi publicación anterior, es particularmente revelador: el cierre progresivo del espacio aéreo venezolano, producto de restricciones operativas, advertencias de seguridad, desvíos obligados y la reducción voluntaria de vuelos comerciales internacionales que ya consideran riesgoso operar en la zona. Estos fenómenos no ocurren en tiempos de normalidad. Corresponden a escenarios en los que el riesgo de acciones de precisión —ataques quirúrgicos limitados y orientados a infraestructura estratégica, militar o de mando— comienza a ser evaluado por los actores involucrados. Cuando aerolíneas, agencias de navegación aérea y organismos de seguridad ajustan rutas y establecen márgenes de exclusión, es porque la situación ya no se percibe como política, sino como potencialmente operacional.
En este nuevo tramo, también es altamente probable que Estados Unidos recurra a operaciones encubiertas, orientadas a dos tipos de objetivos: instalaciones vinculadas a la producción y procesamiento de drogas, y puntos específicos de almacenamiento o mantenimiento de material militar, donde sea posible realizar acciones de sabotaje de forma controlada y con riesgo mínimo para la población civil. Todo indica que la prioridad operativa estadounidense es evitar víctimas inocentes, y que cualquier acción que genere daño colateral sería considerada un fracaso político y moral, especialmente en un contexto donde millones de venezolanos mantienen familiares repartidos por el mundo, incluidos Estados Unidos y diversos países de la región. Difícilmente la Casa Blanca querrá aparecer, ante esa diáspora, como responsable de muertes de civiles que nada tienen que ver con el negocio de la droga o con las estructuras criminales que sostienen al régimen. No olvidemos, además, que paralelamente María Corina Machado ha convocado para el 6 de diciembre una marcha mundial por la libertad de Venezuela, una fecha que difícilmente coincidiría con acciones visibles o ruidosas por parte de Estados Unidos. Si algo ocurre, será antes o después de esa jornada, pero no mientras la comunidad internacional tenga los ojos puestos en una manifestación destinada precisamente a visibilizar la causa venezolana.
La reacción venezolana confirma esta lectura. La dispersión de aeronaves, la activación de sistemas antiaéreos, la movilización de unidades internas y el reforzamiento de milicianos son medidas típicas de un Estado que estima probable enfrentar una acción limitada y selectiva, no de un gobierno que busca proyectar una imagen de normalidad. Estas decisiones no se adoptan por dramatización ni por cálculo comunicacional; se adoptan cuando la percepción interna del riesgo es seria.
A todo lo anterior se suma un contexto político y temporal que no es menor. Estados Unidos se acerca al fin de año con una opinión pública fatigada de conflictos externos, en plena temporada navideña y con millones de venezolanos alrededor del mundo observando cada movimiento con enorme sensibilidad. Un error que provoque imágenes de civiles muertos en diciembre tendría un costo político interno y externo que la Casa Blanca conoce perfectamente. Tampoco es irrelevante el marco internacional: en Naciones Unidas, cualquier acción de gran escala encontraría resistencia de actores como Rusia y China, por lo que Washington se ve obligado a moverse en el espacio gris de las operaciones limitadas, el discurso contra el narcotráfico y las coaliciones discretas con países de la región. Incluso factores tan prácticos como el clima, la disponibilidad logística, la época del año en el Caribe y las prioridades diplomáticas de gobiernos vecinos inciden directamente en el cálculo de tiempos, formas y alcances de una eventual acción.
El resultado es un escenario que ya no corresponde a la fase inicial que describí anteriormente. No estamos frente a un intercambio discursivo ni a una mera demostración de capacidades. Lo que se observa es la antesala de un ultimátum en evolución, donde cada actor ajusta posiciones antes de que la ventana disponible se cierre. Estados Unidos ha sido explícito en sus exigencias; Venezuela ha respondido con medidas defensivas. Lo que ocurra en los próximos días dependerá de cuánto espacio queda entre la presión y la acción.
Para la región, incluido Chile, este no es un episodio distante. Los efectos de un eventual ataque de precisión, de una operación encubierta exitosa o de una escalada posterior se reflejarán en seguridad continental, flujos migratorios, redes criminales transnacionales y en el equilibrio político del hemisferio. Lo que sucede en el Caribe no es un hecho aislado: es un punto de inflexión que puede reordenar la estructura estratégica regional.
Si en mi publicación anterior señalé que la Operación Multidominio estaba en pleno desarrollo, hoy corresponde reconocer que ha entrado en un tramo decisivo. La incógnita ya no es si habrá consecuencias, sino cuáles serán y cuán cerca nos encontramos de presenciarlas.
https://www.elperiodista.cl/2025/11/escalada-en-venezuela-nuevo-escenario/