Escándalo Judicial en Grado Superlativo

Ni siquiera salió en “El Mercurio”, pero sí en LUN: un fallo escandaloso de la Corte de Apelaciones de Santiago, en el caso “quemadores quemados” (Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana). No respeta la cosa juzgada ni la prescripción e inventa hechos inexistentes para condenar a personas inocentes. Escribí en twitter: “Estamos acostumbrados a que los jueces falten a la verdad, contravengan las leyes y condenen a inocentes en juicios contra militares, pero nunca lo habían hecho en el grado escandaloso de los quemadores quemados”.

Hubo tormenta de réplicas. Los insultos de costumbre, pero también personas que preguntan a qué me refiero. Pues hay demasiados menores de 40 años que ignoran el caso. Soy el único en llamarlo “de los quemadores quemados”, porque para casi todos es el de los “quemados por militares”, lo cual no es verdad, pues se trató de un accidente.

La noticia de que “Pinochet quemaba a los que pensaban distinto” dio la vuelta al mundo en 1986. Es todavía uno de los principales eslóganes en su contra. Pero lo que dio la vuelta al mundo fue una mentira, porque los militares no tuvieron intención de quemar a los subversivos. Al contrario, los apagaron. Pero en Chile hoy la mayoría los cree culpables. Y, en concreto, a Pinochet.

Principio obvio de orden público: quien sale a la calle con elementos incendiarios debe ser reprimido. Pero acá la derecha, siguiendo a Piñera, se entregó a la izquierda y condena públicamente al que reprime, no al que delinque. Es decir, entregó el pasado a la izquierda. Grave error: “El que controla el pasado, controla el presente; y el que controla el presente, controla el futuro”. (Orwell, “1984”). Por eso la izquierda administra hoy nuestro presente y se ha quedado con nuestro futuro.

Los hechos fueron juzgados en 1986 por un ministro sumariante civil e independiente, ampliamente respetado, el ministro de Corte Alberto Echavarría Lorca. En cuatro procesos anteriores él había fallado contra el gobierno militar. Esta vez los hechos los habían presenciado sólo los quemadores quemados, el capitán Pedro Fernández Dittus y 15 suboficiales y conscriptos de un vehículo militar. Y el juez Echavarría concluyó en su sentencia que Carmen Gloria Quintana, tratando de huir, volcó una botella con líquido altamente inflamable y, al intentar apagar el fuego de su pierna, volcó otros recipientes, cuya inflamación quemó a Rodrigo Rojas, que estaba tendido en el suelo.

Fueron apagados por los militares, uno de los cuales sufrió también quemaduras. Entonces el capitán Fernández Dittus resolvió reembarcar a su gente y entregar a los detenidos a Carabineros para que los llevaran a un hospital, pero éstos le pidieron encarecidamente no hacerlo y que les dejara ir, cosa a la que accedió, creyendo que las quemaduras no eran graves. Pero lo eran: Rodrigo Rojas falleció a consecuencia de ellas y Carmen Gloria Quintana sufrió graves lesiones.

Echavarría condenó a Fernández Dittus a 600 días de reclusión, que cumplió, por cuasidelito de homicidio y de lesiones.

Casi 30 años después, bajo el segundo gobierno de Michelle Bachelet, dos de los conscriptos del vehículo militar tuvieron incentivos para recordar otra versión de lo que habían visto y que el oficialismo de izquierda magnificó: decían que varios oficiales de Ejército habían quemado a Rojas y Quintana intencionadamente. Lo habían olvidado durante casi treinta años y repentinamente lo recordaron. Como ya imperaba la justicia de izquierda en Chile y ante una querella del gobierno, en medio de gran publicidad por las revelaciones, se designó ministro sumariante a Mario Carroza. Éste violó la cosa juzgada y la prescripción y, falseando la verdad, culpó a otros oficiales ajenos a los hechos y que habían llegado después al lugar donde ocurrieron. Además, imputó también al excapitán Fernández Dittus, suboficiales y conscriptos, que ya habían sido juzgados en 1986 y eran ahora modestos jefes de hogar. Debido a ello perdieron su libertad y sus trabajos y sus familias cayeron en la pobreza.

Pero, y esto es muy decidor, salvo los dos conscriptos disidentes, que cambiaron sus declaraciones por los motivos imaginables, todos los demás mantuvieron la misma versión de 1986, salvo uno, Leonardo Riquelme Alarcón, que fue más allá en materia de honestidad y agregó algo nuevo: que había sido él quien, accidentalmente, había tropezado con las botellas acarreadas por Rojas y Quintana, quebrándolas y suscitando el fuego.

Carroza condenó a oficiales ajenos a los hechos, al excapitán Fernández y a los otros protagonistas a altas penas, pero ayer la Corte de Apelaciones ds Santiago las aumentó: 20 años de presidio a tres oficiales que no participaron, sino que acudieron posteriormente, y también a Fernández Dittus, que ya cumplió pena en el mismo caso. Diez años de presidio a Leonardo Riquelme y otros ex suboficiales y conscriptos, como cómplices (habiendo aquél confesado ser autor involuntario). Tres exconscriptos fueron absueltos y hubo otras condenas por encubrimiento.

Fallo ilegal, escandaloso por su origen espurio e inmoral por castigar a inocentes.

Termino confiando en que algún día, probablemente más tarde que temprano, veré condenados por prevaricación a Carroza y los jueces de la Corte de Apelaciones de Santiago por esta manifiesta trasgresión de las leyes, de la verdad de los hechos, de la justicia y de la moral esencial que debe presidir la existencia de los seres civilizados..

Hermógenes Pérez de Arce

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