GENERAL BAQUEDANO
GENERAL BAQUEDANO
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Baquedano en llamas: imagen que nos interpela
EL GENERAL BAQUEDANO Y EL SOLDADO DESCONOCIDO
La barbarie, la ignorancia, la estupidez y la delincuencia, el cóctel perfecto para destruir la nación
Pensaba escribir un artículo sobre esta acción vandálica, pero el escrito de mi apreciado amigo coronel (J) Juan Miguel Rodriguez creo que nos interpreta a la gran mayoría de los chilenos y espero que logren hacer mella en quienes deben actuar y no vanas palabras aunque no sea lo políticamente correcto, total en un Estado falto de derecho, bien vale la pena para hacer respetar la gloria de quienes lucharon por heredarnos una patria libre, soberana y orgullosa de sus antepasados.
En el lugar que le corresponde, el corazón mismo de Santiago, capital de Chile, otrora “… De remotas naciones respetada Por fuerte, principal y poderosa; …”, se alza, impertérrita, la efigie del General Manuel Baquedano González, encarnación misma de una raza a la que un día se atribuyera ser “…tan granada, Tan soberbia, gallarda y belicosa, Que no ha sido por rey jamás regida, Ni a extranjero dominio sometida”.
A su lado, descansa el cuerpo de un soldado, un chileno de quién se ignora el nombre y origen; sólo se sabe que murió “luchando por su patria y por su honor”. Tal vez fuera criollo, mapuche, aimara, inmigrante o mestizo, fruto del “crisol de razas” que contribuyó a forjar un pueblo “siempre vencedor y jamás vencido”.
Convergen hacia ese histórico monumento las principales avenidas de Santiago y por décadas fue un punto de reunión para celebrar desde los más importantes a los más modestos logros de este país, siempre necesitado de reconocimiento.
Algo pasó, en forma lenta e imperceptible al comienzo y, a posteriori, de una manera brutal, en el más explícito sentido del término, que trastrocó los valores que informaron el actuar de nuestra gente, optando algunos, sin duda los menos, por desencadenar una violencia inaudita y demencial en contra de todo y de todos, so pretexto de los más variados motivos, incluso incomprensibles para ellos mismos.
¿Y los otros…?, se han resignado, por ahora, a ser quejumbrosos espectadores, cuando no víctimas indefensas, abandonadas a su propia suerte por autoridades que, como nunca antes en la historia de Chile, se han desentendido de sus deberes, con una impudicia y desvergüenza que, sin duda, no tendrá “ni perdón ni olvido”, de parte de quienes hoy apreciamos cómo tal inconducta nos arrastra inexorablemente al abismo como personas, como pueblo y como nación, condenando a los hijos de esta Patria al dolor, la miseria y la muerte engendradas por esta violencia consentida, que más temprano que tarde, desembocará en una guerra civil. “¿Qué duda cabe?”
En este contexto, dos hombres de otro tiempo y otra estirpe, el General Baquedano y el Soldado Desconocido, se resisten al oprobioso ataque de las turbas enajenadas y aún abandonados a su suerte, no se resignan a caer, ni por la fuerza ni bajo el fuego enemigo, recordándonos quiénes hemos sido y como debemos seguir siendo los “chilenos de corazón.”
Baquedano y el Soldado Desconocido se niegan a oír el “toque de retirada” y su envío a la retaguardia, donde han optado por guarecerse precisamente aquéllos que teniendo el deber de conducir los destinos de este país, no lo hacen y lo que es más grave aún, cual “cucalones” de la Guerra del Pacífico, han enervado el legítimo accionar de las fuerzas mediante arteras disposiciones administrativas que contravienen los principios generales del derecho, del uso de la fuerza y de la legítima defensa, exponiendo de tal manera no sólo la integridad de militares y carabineros sino, lo que es más grave aún, la de la ciudadanía toda que hoy es víctima de una violencia incontrolable.
El eventual retiro de la “primera línea” en que se encuentran el General Baquedano y el Soldado Desconocido, como medida de resguardo a su imagen, sólo resulta comprensible en el contexto actual, en que ni militares ni carabineros pueden emplearse en la forma que requieren las circunstancias, por impedírselo la autoridad política, como es de público conocimiento. En un escenario distinto constituiría la peor ofensa que pudiera infligírseles, pues si esa efigie cobrara vida, todos sabemos cuál sería su actitud y se oiría fuerte y clara la voz de mando de Bernardo O´Higgins, que ha sido doctrina en el Ejército de Chile desde los albores de la Independencia: “¡Vivir con honor, o morir con gloria!, ¡El que sea valiente que me siga!” o la de Arturo Prat quien nos legó un imborrable ejemplo de valor cuando, enfrentado a una muerte inminente, arengó a sus hombres diciendo: “Nunca se ha arriado nuestra bandera ante el enemigo y espero que no sea ésta la ocasión de hacerlo. Por mi parte, os aseguro, que mientras yo viva, esa bandera flameará en su lugar y si yo muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber”.
La Patria está hecha de símbolos; el monumento al General Baquedano y al Soldado Desconocido es uno de los más importantes y por eso ocupa un lugar de privilegio. Debemos defenderlo al igual que hemos jurado defender nuestra Bandera y ante la imposibilidad de que lo hagan quienes por ley tienen esa misión, ya que un acto de autoridad se los impide, recae en los ciudadanos la defensa.
Una bandera chilena, ésa que hemos jurado defender con nuestra vida, sirvió de elemento para encender la hoguera que envolvió la efigie, causando agravio en nuestras almas de chilenos bien nacidos, haciéndonos evocar el último verso del épico poema “Al pie de la Bandera”, de Víctor Domingo Silva, que sin duda se inspiró en hombres como el General Baquedano y los soldados que dieron gloria a Chile:
“Veneremos la bandera como el símbolo divino de la raza;
Adorémosla con ansia, con pasión, con frenesí,
Y no ataje nuestro paso, mina, foso ni trinchera
Cuando oigamos que nos grita la bandera:
¡Hijos míos! ¡Defendedme! ¡Estoy aquí!”
Juan Miguel Rodríguez.
¿SE NOS MUERE CHILE?
Gonzalo Ibáñez Santamaría
Como era de esperar, ayer viernes se vivió en Chile una nueva jornada de violencia y de vandalismo. Como siempre, el epicentro fue la Plaza Italia de la capital, pero esta vez el afán de causar daño llegó hasta el extremo de haberse intentado el incendio y la destrucción total tanto del monumento al general Baquedano como de la tumba del Soldado Desconocido que yace a sus pies.
Abruma la impasibilidad del gobierno de cara a estos desmanes ¿Por qué no coloca este lugar bajo la tuición del Ejército? ¿Cómo es posible que esto suceda todos los viernes esperando ahora en marzo extenderse a otros días y a muchos otros lugares? ¿Es que la figura del General Baquedano y la de los soldados chilenos que han caído en defensa de la patria, no le dicen nada al gobierno que las entrega sin defensa al vandalismo? ¿No se da cuenta que al vandalizar esas figuras y aun al quemarlas lo que se pretende -y se logra- es vandalizar, humillar y quemar al mismo país?
El general Baquedano no es una figura alegórica que represente, por ejemplo, el verano, la tristeza o la alegría como lo hacen tantos otros monumentos en plazas públicas. El hecho de que ahí se haya puesto su estatua es, por cierto, una demostración de gratitud y de homenaje que el país le rinde por los servicios que le prestó; pero, por eso mismo, él en ese monumento encarna a toda la patria. Chile no sería el mismo que es sin la contribución inestimable del General Baquedano.
Por eso, cuando permitimos que esa imagen suya sea impunemente vandalizada, una semana detrás de la otra, estamos contribuyendo a que sea la imagen del país la que sufra ese vejamen. Estamos proclamando que poco y nada nos importa nuestra historia, que es lo mismo que decir que poco y nada nos importa el mismo país.
Es cierto que una posibilidad es la de trasladar el monumento a otro lugar que le brinde más protección. Pero, el solo hecho que aceptemos que no pueda seguir donde está, ya constituye una contribución para desvalorizar su figura y, con la de él, la del país. Protegeríamos la materialidad del monumento pero no la del espíritu que lo anima. La figura del General Baquedano, ahí donde está, constituye para todos un recuerdo de nuestra historia y una bocanada de ánimo para seguir construyéndola en la senda que él nos marcó.
Está claro entonces que en la Plaza Italia de la capital no se juega una pura cuestión de orden público, o de libertad de circulación para personas y vehículos, sino algo mucho más profundo. De algún modo se juega el mismo ser de nuestra patria, hasta el punto de que viendo este monumento en llamas y a punto de caer, no podamos dejar de pensar que, tal vez, sea nuestro propio país el que está a punto de sucumbir.
GDB. Fernando Hormazábal Díaz
Quizás esto de la Plaza Baquedano hay que buscarle una segunda o tercera derivada.
Sin duda de que la delincuencia terrorista está provocando al incrementar el nivel de violencia. ¿Para que?
Aventuro algunas posibles respuestas:
1.- El proceso constituyente está en marcha y por las primeras aproximaciones, parece que un sector “sensato” estaría obteniendo una representación significativa. Esa es una posibilidad no aceptable ni conveniente para los “progres”, “izquierdistas”, etc. Luego, hay que impedir que se efectue a como de lugar. Para ello hay que lograr que algún Carabinero, PDI o alguien de las FFAA pierda la calma y genere un incidente mayor y ojalá con varios muertos.
2.- Lograr que por presión pública, el Presidente establezca un estado de excepción mayor al actual. Un proceso constituyente en estado de sitio no es aceptable.
3.- Que el Presidente dimita, aspiración que es seguida por la izquierda desde hace tiempo.
4.- Destruir por destruir, que es la modalidad izquierdista para construir una nueva sociedad.
En lo personal, creo que estamos en presencia en lo que en Biopolitica se conoce como “victimas sacrificiales” y en Estrategia como “daño colateral”. En el fondo y con todo lo absurdo e injusto que es, el gobierno está sacrificando a personas y bienes tanto privados como públicos en atención a que renunció a hacer uso de la fuerza pública cuando debió hacerlo. Para ser justos, estamos frente a una consecuencia de decisiones que se tomaron o se dejaron de tomar desde 1990 en adelante. El origen: las leyes Cumplido durante el gobierno de Aylwin que fueron aprobadas con el apoyo de parlamentarios que fueron elegidos por nosotros.
*¿Qué hacer? Votar bien y por personas íntegras.*
*Almirante (r) Daniel Arellano Walbaum*
¿SE NOS MUERE CHILE?
Gonzalo Ibáñez Santamaría
Como era de esperar, ayer viernes se vivió en Chile una nueva jornada de violencia y de vandalismo. Como siempre, el epicentro fue la Plaza Italia de la capital, pero esta vez el afán de causar daño llegó hasta el extremo de haberse intentado el incendio y la destrucción total tanto del monumento al general Baquedano como de la tumba del Soldado Desconocido que yace a sus pies.
Abruma la impasibilidad del gobierno de cara a estos desmanes ¿Por qué no coloca este lugar bajo la tuición del Ejército? ¿Cómo es posible que esto suceda todos los viernes esperando ahora en marzo extenderse a otros días y a muchos otros lugares? ¿Es que la figura del General Baquedano y la de los soldados chilenos que han caído en defensa de la patria, no le dicen nada al gobierno que las entrega sin defensa al vandalismo? ¿No se da cuenta que al vandalizar esas figuras y aun al quemarlas lo que se pretende -y se logra- es vandalizar, humillar y quemar al mismo país?
El general Baquedano no es una figura alegórica que represente, por ejemplo, el verano, la tristeza o la alegría como lo hacen tantos otros monumentos en plazas públicas. El hecho de que ahí se haya puesto su estatua es, por cierto, una demostración de gratitud y de homenaje que el país le rinde por los servicios que le prestó; pero, por eso mismo, él en ese monumento encarna a toda la patria. Chile no sería el mismo que es sin la contribución inestimable del General Baquedano.
Por eso, cuando permitimos que esa imagen suya sea impunemente vandalizada, una semana detrás de la otra, estamos contribuyendo a que sea la imagen del país la que sufra ese vejamen. Estamos proclamando que poco y nada nos importa nuestra historia, que es lo mismo que decir que poco y nada nos importa el mismo país.
Es cierto que una posibilidad es la de trasladar el monumento a otro lugar que le brinde más protección. Pero, el solo hecho que aceptemos que no pueda seguir donde está, ya constituye una contribución para desvalorizar su figura y, con la de él, la del país. Protegeríamos la materialidad del monumento pero no la del espíritu que lo anima. La figura del General Baquedano, ahí donde está, constituye para todos un recuerdo de nuestra historia y una bocanada de ánimo para seguir construyéndola en la senda que él nos marcó.
Está claro entonces que en la Plaza Italia de la capital no se juega una pura cuestión de orden público, o de libertad de circulación para personas y vehículos, sino algo mucho más profundo. De algún modo se juega el mismo ser de nuestra patria, hasta el punto de que viendo este monumento en llamas y a punto de caer, no podamos dejar de pensar que, tal vez, sea nuestro propio país el que está a punto de sucumbir.
Seguridad pública: ¿Y ahora quién defenderá al General Baquedano?
por Francisco Orrego
Ciertamente no encontraremos esa respuesta en un Gobierno que juega sus minutos de descuento y que carece del liderazgo necesario en el control del orden público. Cuesta entender la falta de empatía y entendimiento del Gobierno con lo que es hoy la principal prioridad de los chilenos. Los problemas de seguridad ciudadana y de orden público se resolverán, tanto en Plaza Baquedano como en el resto del país, si hay una voluntad política firme y convicciones profundas del daño que la delincuencia y violencia nos causan como ciudadanos.
El tema de la seguridad pública hace aguas en el país. No sólo el control del orden público y el combate a la delincuencia, violencia y terrorismo, parecen estar naufragando frente a la mirada displicente de la clase política, sino que también de un ausente Ministerio del Interior, misma entidad que debiese ser la principal responsable de la coordinación y gestión de la seguridad pública, sin embargo, se ha visto sobrepasado en el manejo de la crisis de violencia urbana y rural que golpea al país, día tras día. Los chilenos seguimos preocupados, cansados y atemorizados ante un Estado pasivo e indolente en materia de seguridad ciudadana y orden público.
La falta de voluntad política y de liderazgo y, por qué no decirlo, de coraje, de las autoridades políticas para abordar este flagelo, con decisión y convicción, no es algo reciente. De hecho, basta ver cómo los resultados y propuestas del Acuerdo Nacional por la Seguridad Pública, suscrito el 2018, anunciados en su momento con bombos y platillos, deambulan como fantasmas por los pasillos del Ministerio del Interior. La lentitud y descoordinación que muestra el avance de la agenda de seguridad, nos recuerda la incapacidad del Estado en la gestión de los asuntos públicos.
Para aquellos nostálgicos que aún creen que el Estado es el mejor asignador y administrador de los recursos públicos, la ineficiencia y ineficacia en el combate a la delincuencia debería servir como ejemplo para dejar de insistir en aumentar el tamaño del Estado, como única respuesta para solucionar las necesidades sociales. Lamentablemente, la seguridad -y el uso legítimo de la fuerza que conlleva- es una función primordial e indelegable del Estado y, si éste fracasa en dicha tarea, lo único que tendremos es el desorden e inseguridad que observamos diariamente en la Macro Zona Sur y en Plaza Baquedano. La respuesta de los políticos, como era de suponer, consiste en crear un nuevo ministerio de seguridad pública, que sólo aumentará la burocracia y terminará siendo el preciado botín de algún partido.
El reciente ataque incendiario al monumento al General Baquedano, nos recuerda, por otra parte, el fracaso del Estado de Chile en el control de la violencia urbana. Ante la imposibilidad de protegerlo y defenderlo, no faltarán quienes propongan trasladarlo de lugar. Recordemos que el propio Ejército solicitó al Ejecutivo poder asumir la custodia del monumento, pero la respuesta fue obvia: solicitud denegada, reflejando con ello la desconfianza política del Ejecutivo en los uniformados para el control del orden público. Y en ello recae, quizás, el talón de Aquiles del Gobierno. Aún a sabiendas de tratarse de un monumento nacional -cuyo daño conlleva una alta pena como delito-, las fuerzas policiales se ven impedidas de detener a sus autores por flagrancia y de proteger la estatua, en uso de sus atribuciones legales, porque saben que no cuentan con el respaldo político del Gobierno. La ausencia de apoyo político al accionar de nuestros Carabineros, se traduce en una sensación, cada vez más generalizada entre los chilenos, de que la anarquía y el terror reina en nuestras calles y barrios.
Y, entonces, ¿Quién defenderá al General Baquedano? Ciertamente no encontraremos esa respuesta en un Gobierno que juega sus minutos de descuento y que carece del liderazgo necesario en el control del orden público. Cuesta entender la falta de empatía y entendimiento del Gobierno con lo que es hoy la principal prioridad de los chilenos. Los problemas de seguridad ciudadana y de orden público se resolverán, tanto en Plaza Baquedano como en el resto del país, si hay una voluntad política firme y convicciones profundas del daño que la delincuencia y violencia nos causan como ciudadanos. Mientras ello no ocurra, que Dios salve a Baquedano y a nuestro país.
¿Baquedano en Retirada?
El Ejército comunicó públicamente su proposición de retirar de la Plaza de su nombre la estatua del general victorioso del ’79. Como al pie de su declaración el Ejército señaló un correo al cual dirigirse, yo le envié cuatro letras que decían: “Hagan una Parada Militar de Desagravio y pongan una guardia armada permanente”. Pues no creo que la retirada hubiera sido acogida de buen grado por el general victorioso, de estar vivo.
El hecho de que las turbas que hoy controlan el país se hayan ensañado impunemente con el monumento dice mucho sobre cuánto hemos cambiado los chilenos del siglo XXI en relación a los del siglo XIX. Un comentarista magallánico, Claudio Morán, ha enviado un video, que ha circulado mucho en las redes, y en el que dice, precisamente, que los de hoy somos “cobardes y timoratos”, por comparación con los del ’79, que empuñaron el corvo y, tras beber “chupilca del diablo”, se tomaron en 45 minutos el fortificado Morro de Arica.
Incluso parece que los del ’73 todavía eran distintos. En plena UP los miristas pintarrajearon e intentaron destruir una estatua de O’Higgins en la plaza de San Antonio y entonces, sin preguntarle a nadie, el teniente coronel Manuel Contreras, comandante de la Escuela de Ingenieros de la vecina Tejas Verdes, según me ha informado su hijo, fue con un destacamento y una grúa del regimiento, alzó la estatua de O’Higgins y la instaló en la plaza de Llo Lleo, frente a una comisaría, disponiendo de ahí en más una guardia armada permanente, de modo que nadie se atrevió a hacerle nada. Porque todavía bajo la UP se respetaba al Ejército y a Carabineros. Y el gobierno de Allende prefirió no decir nada.
Yo no he perdido totalmente la fe en los chilenos cobardes y timoratos de hoy y pienso que, así y todo, una mayoría se va a atrever por lo menos a votar y elegir bien, es decir, a un presidente capaz de restablecer el orden y la legalidad; y va a impedir que se sacrifique la Constitución bajo la cual hemos vivido los mejores treinta años de nuestra historia, para así volver a situar a Chile a la cabeza de América Latina en crecimiento y tranquilidad y con una Araucanía feliz. Es decir, reconstruir lo que fue el legado de Pinochet y que sus herederos en el mando, los políticos, se han dedicado tan metódicamente a despilfarrar.
Hermógenes Pérez de Arce