HIROSHIMA Y LA RECONCILIACIÓN



HIROSHIMA Y LA RECONCILIACIÓN

En estos días he leído y visto varios reportajes sobre las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó contra Japón en Nagasaki e Hiroshima. Más de trescientos mil muertos en fracciones de segundos. Espantoso, por cierto. Pero si bien nadie puede olvidar un hecho semejante, también existe consenso respecto de que esa acción evito una catástrofe peor: que la Segunda Guerra Mundial se eternizara, con más mortandad y destrucción que los que ya había ocasionado.
El mundo así lo entendió, llegó la paz y con ella el progreso y un futuro mejor para la humanidad entera, incluso para Japón. Unos soportaron estoicamente la derrota y otros administraron prudentemente la victoria. Había llegado el momento de pensar hacia adelante.
Con el pasar del tiempo ambos países sellaron muchos acuerdos de mutua cooperación. Cada nación conservaría sus rasgos culturales y no se fomentarían los ánimos de venganza o de humillación. Solo debería primar la paz y el bienestar de los pueblos después de años de confrontación.
Así ha sido desde entonces. Hoy Japón y Estados Unidos son amigos y aliados. La figura del emperador del sol naciente encarna el futuro y el pasado de los japoneses: pareciera que nada ha cambiado, excepto un sostenido crecimiento. En el país del norte, el sueño americano sigue siendo el leitmotiv de todos sus habitantes y de millones de inmigrantes que se quieren radicar, a la buena o a la mala, en esas tierras.
Ejemplos como este hay muchos en la historia, incluso en la de nuestro país. Baste recordar lo que pasó después de la Guerra Civil del 1891: el Presidente Montt dictó al menos tres amnistías y los chilenos nos pacificamos rápidamente. En Cuba se vuelve a izar la bandera americana después de todos los muertos que generó el comunismo a ese país… E incontables etcéteras.
¿Qué ocurre, en cambio, con nosotros, hoy, en nuestro país que estamos cada vez más odiosos, violentos e irreconciliables? Exaltados conflictos en la Araucanía,
en el norte, en la Isla de Pascua, en cada manifestación aparece una violencia que nos cuesta entender… Suma y sigue.
En los últimos meses hemos sido testigos de cómo unos pocos han instalado el odio y el ánimo de venganza contra los militares, contaminando peligrosamente a un sector de nuestra sociedad política, llegando incluso a pasar por sobre la justicia y el estado de derecho.
No cabe duda que la gran mayoría del país anhela que nuestras energías y capacidades se concentren en soluciones para la mala educación, la falta de empleo, el casi nulo crecimiento, la inseguridad y tantos otros problemas que hoy nos resultan prioritarios y que sí afectan de verdad y seriamente nuestras condiciones de vida.
Me pregunto: ¿por qué nuestros gobernantes no se preocupan de todo aquello que nos une y dejan de lado lo que nos divide? ¿Aparecerá con el tiempo alguien que nos muestre un camino de unidad, progreso, bienestar y felicidad?… Espero que sí… y que cuando aparezca… no sea demasiado tarde.

Por Cristián Labbé Galilea