INERCIA E IDEOLOGÍA

Por Humberto Julio Reyes
Ex-Subsecretario de RR.EE.
Aunque a menudo la palabra inercia se usa en sus acepciones de rutina o desidia, ambas peyorativas, me parece que, para todo efecto práctico, es una fuerza neutra que, al igual que otras regidas por una ley física, no tiene carácter positivo ni negativo, tal como ocurre también con la inteligencia.
Permítame estimado lector algunos ejemplos.
Si yo considero que mi situación de salud, financiera y emocional es satisfactoria, ¿por qué querría cambiarla en cualquier sentido, salvo yo sea un inconformista?
Sin embargo, aún en este último caso, resulta muy improbable que alguien quisiera moverse, es decir romper la inercia, para retroceder, salvo por ideología.
¿Se acuerdan de la política educacional definida comúnmente como “quitar los patines”?
No pudiendo mejorar la educación de la mayoría, es decir romper la inercia de una educación de bajo estándar, la romperé haciendo retroceder a una minoría que mi ideología me hace ver como injustamente favorecida.
Lo señalado podría usarse como modelo para explicar por qué aún no se mejoran las pensiones, por qué la salud pública sigue siendo ineficiente o la delincuencia sigue imparable haciéndonos retroceder en índices de seguridad.
En el primero de los temas la inercia la define la insistencia en que el aumento de cotización por parte del empleador no vaya a las cuentas individuales y se destine un alto porcentaje de dicho eventual aumento a la solidaridad aun si con ello las pensiones siguen siendo bajas. También se descarta aumentar o nivelar la edad de jubilación a pesar del envejecimiento progresivo de la población. La inercia entonces se rompería, haciéndonos retroceder hacia un fracasado sistema de reparto, “no más AFP”.
Pese a las cifras que indican que el aumento constante y significativo del presupuesto destinado a la salud pública no parecen incidir en una mejor calidad del servicio, se pretende, quebrando las Isapres, enviarnos a todos a Fonasa. No permitamos que otro segmento privilegiado pueda acceder a mejor salud.
Volviendo a la educación “gratis y de calidad” que se nos ha asegurado, avanzado el mes de abril la llamada “tómbola” mantiene a niños y jóvenes sin poder matricularse, todo un récord Guiness pero faltaría aun otro empujón que acelere la desaparición de la educación municipalizada. Para qué hablar de la tozuda insistencia en condonar el CAE que sí beneficiaría a aquel sector que ya ha sido privilegiado en su acceso a la educación superior, en lugar de crear incentivos para pagarlo.
Así, mientras las principales preocupaciones de la población no son resueltas ni muestran señales de salir de la inercia, en un campo habitualmente no muy prioritario para nuestros compatriotas, parece vivirse otro mundo, el de “Bilz y Pap”, donde también la ideología hace de las suyas, rompiendo una conveniente inercia o continuidad, pero en sentido negativo.
Me refiero a las relaciones internacionales de Chile y a la anunciada próxima gira presidencial a Europa.
Para “vestirla” y prepararla la prensa informa que el canciller tiene previstas reuniones en Alemania, Reino Unido y Grecia.
Con el primero de estos países se trataría, entre otros temas, la situación de los conflictos bélicos que actualmente acaparan la atención mundial dadas sus imprevisibles consecuencias.
Confieso que me causa viva preocupación lo que pueda declarar al respecto nuestro primer mandatario, dada su habitual locuacidad en temas “de Estado”.
También me preocupa que se tratarán con Gran Bretaña proyectos de cooperación antártica y que nuestro canciller exprese que las relaciones están en un excelente nivel, como si negar el acceso a puertos chilenos a los buques ingleses que provengan de las islas Falkland no tuviera importancia alguna.
Para finalizar quisiera plantear algo que me inquieta cada vez que se nombra en cargos diplomáticos de alta responsabilidad a personas que no lo son, como si ser experto en relaciones internacionales, en el mejor de los casos, bastara para calificar.
Asumo que todo diplomático, a través de su práctica profesional, termina siendo un experto en relaciones internacionales y, principalmente, un agente que siempre prioriza el interés nacional. En cambio, un internacionalista, por reputado que sea, no es un diplomático y su campo habitual es el multilateralismo más propio de las organizaciones internacionales.
¿Y usted estimado lector, qué opina al respecto?
11 de abr. de 24

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