José Antonio Kast en la senda de Bolsonaro

El pasado domingo fueron las elecciones en primera vuelta de Brasil. Como resultado de ellas, Jair Bolsonaro es el mejor aspectado para llegar a la presidencia de ese país.

Si alguien hubiera dicho, hace solo algunos años, con un Lula triunfante tras dos períodos y una Dilma llegando al poder, que algo así sería posible, probablemente se le habría desestimado totalmente. Pero la dinámica política y social es tan cambiante (líquida, según la moda) que lo que hasta hace poco parecía surrealista hoy es realidad y las cosas son así especialmente cuando hay corrupción: Bolsonaro obtuvo más del 46% de los votos (obligatorio en Brasil) y hoy asoma como el candidato a presidir la mayor potencia de nuestra región, ante un mundo asombrado de este nuevo escalón que seguramente conquistará la derecha, tal como está sucediendo en muchos países del planeta.

La pregunta que cae de cajón, entonces, es si en Chile puede pasar algo similar. Si un Bolsonaro local es posible. Hay quienes dicen que algo así no ocurriría en Chile, que de alguna manera somos un país inmune, y que la corrupción no ha alcanzado, ni de cerca, esos niveles. También estamos quienes creemos que, matices más o menos, el surgimiento del Bolsonaro chileno, sí es posible. Desde luego, el candidato más obvio a cumplir ese papel José Antonio Kast, quien, junto con comulgar con el candidato brasilero ya viene jugando hace tiempo ese rol, con muchos seguidores y no con pocos réditos.

La reflexión anterior no viene de mirar datos de evaluación de imagen de personeros políticos o de intención de voto. Más bien son, precisamente, otros datos de encuestas, los que nos dan una idea de lo que está pasando en Chile.

Hace pocos días se cumplieron 30 años desde el triunfo del NO, un plebiscito que siguió el itinerario trazado en la Constitución de 1.980. Ese hecho es rescatado hoy, por muchas personas, como una importantísima gesta del pasado ya que creen que fue fundamental para recuperar la democracia. Sin embargo, no guarda relación alguna con la adhesión a la democracia que hoy tenemos. Es más: 3 de cada 10 chilenos y chilenas estaría en disposición de avalar una dictadura si representara ventajas en algunos sentidos específicos (beneficios económicos, orden, valores, seguridad entre otros). Por cierto, frente a la pregunta de cómo se han visto afectados desde el regreso a la democracia diversos grupos, la respuesta mayoritaria es que la democracia ha beneficiado a los políticos (72%) y a los ricos (62%) y, en cambio, ha perjudicado a la clase media (56%). Hay quienes creen que si hubiese ganado el SI, hoy Chile ya sería un país desarrollado debido a los índices de crecimiento económico que había logrado el Gobierno Militar y que no lograron mantener los gobiernos de la izquierda (la pobreza fue disminuida en 17 años en un 50% y en los últimos 30 años solo disminuyó un 28%) .

En otras palabras: tenemos hoy una ciudadanía profundamente disconforme con su democracia (un 72% de encuestados opina que la democracia enfrenta problemas y un 18% dice que definitivamente no vivimos una democracia), desconfiada de las élites políticas y dispuesta a adherir a nuevas respuestas o nuevas miradas. Esto no es otra cosa que caldo de cultivo para la búsqueda de líderes con verdaderos valores.

José Antonio Kast no ha creado la sociedad en la que vivimos, pero ha aprendido a escudriñarla y ha logrado instalar su discurso frontal en el debate público, convirtiendo el descontento existente en factor de unidad de los sectores que quieren lo mejor para Chile. Ha sabido leer el hastío y llevar sus respuestas lógicas al tapete, aplicando el sentido común.

El surgimiento y crecimiento de Kast no nos habla de Kast, tal como el surgimiento de Bolsonaro no habla de Bolsonaro, sino de la sociedad en la que se inserta su liderazgo. Cada vez que se desmerece la adhesión a Kast como un sinsentido, cada vez que se vapulea como “fachos pobres” a quienes le siguen, la centroizquierda, la izquierda y la ultra izquierda pierden terreno y oportunidad de competir seriamente con estos liderazgos.

La necesidad de respuestas que canalicen y se hagan cargo del descontento ciudadano, de la impugnación que la ciudadanía hace a la elite política, social y económica por ser los principales beneficiarios de la democracia que ellos mismos gestionan, genera un desconcierto que es tierra fértil para buscar gobiernos serios que satisfagan realmente sus necesidades y anhelos.

En este contexto, más vale apoyar liderazgos como los de Kast y Bolsonaro, para que tengamos un verdadero Estado de Derecho, desarrollo nacional y bienestar para toda la población, dejando de lado la desunión, la venganza y el odio que caracteriza hoy a la izquierda obstruccionista.

Por Palolo

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