La curiosa muerte de Ricardo Lagos

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Por Joaquín García Huidobro Correa

Lagos está muriendo. Los últimos exámenes de Adimark le arrojan apenas un 7% de probabilidades de sobrevivencia. Muchos piensan que él mismo se quitó la vida cuando, en vez de insistir en los grandes temas y reivindicar su legado, comenzó a coquetear con las ideas novomayoritarias. De pronto, se olvidó de su Constitución; dejó de amar a los empresarios; despreció a las AFP, y le dio la espalda al Chile de la Concertación. Pero ese nuevo engendro político no es Lagos, no al menos el que pasará a la historia y que suscita el respeto y admiración de muchos.
Si sigue ese camino le espera el destino de Buffalo Bill, que, de héroe del Oeste, terminó armando un circo del Far West.
Las pistas, sin embargo, parecen indicar que la causa de la defunción de Lagos es un homicidio. Ha sido víctima de una serie de puñaladas.

BacheletLa primera estocada provino de Michelle Bachelet, su hija política: quería resarcirse de la humillación que le significó haber tenido que gobernar con la lógica de la Concertación. Ella, la estudiante de Medicina en la República Democrática Alemana, tuvo que dejar la economía en manos de Andrés Velasco, y la política a cargo de un hijo de Pérez Zujovic, el enemigo mortal de la izquierda.
Era demasiado. Michelle se tomó su tiempo, pero finalmente decidió castigar a Lagos. ¿Cómo? Armando la Nueva Mayoría, que significa la negación de la seriedad, los consensos, el sentido de autoridad y todos los atributos que habían caracterizado a Ricardo Lagos durante su presidencia. Fue un parricidio.
Pero en este crimen Bachelet no actuó sola. Millones de chilenos se sumaron a su aventura, apoyándola. Hoy, unos bailan frenéticos en torno al cuerpo moribundo de Lagos, asestándole golpes, mientras otros pasan indiferentes ante ese cuerpo que se desangra.
No se crea que el problema es la edad. Para ellos Fidel Castro seguía siendo una fuente de inspiración aunque estuviera repleto de años.

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¿Por qué ese odio contra el ex Presidente? ¿Por qué la necesidad de la izquierda chilena de deshacerse de la figura más grande de su propia historia, más allá de lo que digan los mitos?
La explicación es muy antigua y también tiene que ver con un asesinato. En efecto, en el año 2000 Lagos tuvo que matar a Allende para asegurar un futuro político para el socialismo. Había que mostrar que los socialistas eran capaces de gobernar e incluso de hacerlo bien. Se trataba de culminar el intento de Salvador Allende, pero sin reventar la economía, dividir el país y conducir a una tragedia. Por eso Lagos apostó su vida política al éxito de la Concertación, que fue la negación de la Unidad Popular.
Ricardo Lagos no puso a obreros sin experiencia como ministros, sino a personas muy preparadas. En el segundo piso no estaban los jóvenes que, metralleta en mano, defendieron a la Unidad Popular el 11 de septiembre de 1973, sino Ernesto Ottone y un equipo dotado de sofisticadas herramientas conceptuales de la sociología y la comunicación. El socialismo de Lagos no tenía sabor a empanadas y vino tinto, sino que estaba preparado por chefs muy refinados y dirigido a los paladares internacionales más exigentes.

congreso-ps-chillanAllende reconocía su filiación marxista-leninista y estuvo en el Congreso del PS en Chillán, donde se reivindicó la legitimidad de la lucha armada. Lagos gobernó como un socialdemócrata.
Si la izquierda radical quería vengar la muerte del proyecto de Allende y hacer trizas el ideal representado por la Concertación, tenía que ajusticiar a Lagos.
Ahora somos testigos del desquite de la izquierda, pero añade la ignominia a los efectos propios del delito. No solo mata a Lagos, sino que empieza a irse detrás de Guillier. La humillación para el ex Presidente es grande.
Se dice que el senador es una nueva versión de la primitiva Michelle Bachelet. Pero Bachelet 1.0 era una creación de Lagos y administraba su herencia política. Guillier, en cambio, sale de la nada y lleva a la nada. Hasta ahora, es el candidato nihilista.
Lagos aceptaría resignado ser derrotado por la derecha, o caer víctima de una compleja conjuración. Uno puede tolerar la guillotina, el veneno, el fusilamiento o una puñalada, pero ninguna cosa puede haber más dura para un político que ser reemplazado por la nada. Aunque sea una nada sonriente y repleta de buenas intenciones. Este es el homicidio político más cruel que quepa imaginar.

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