La Entrega de lo Más Sagrado



La Entrega de lo Más Sagrado

Sebastián Piñera está dispuesto a entregarlo todo –país incluido– menos dos cosas: su patrimonio y el protagonismo. Y lo está consumando. “¿Querían la Constitución? Ahí está su Constitución. ¿Querían botar a Baquedano? Yo les saco a Baquedano. Pero déjenme aparecer todos los días en la tele y en los diarios y tener cadenas nacionales en que yo hable a la hora prime de lo que a mí me conviene.” Así, él prende el televisor y abre el periódico cada mañana para ver en la pantalla y en el papel lo que más le agrada: su propia imagen.

En cuanto a su patrimonio, el 72 % está a nombre de sus hijos y nietos en paraísos fiscales y con la bendición de Impuestos Internos. Y el 28 % restante en Chile. Bueno, algo había que dejar acá, pero bien administrado, viendo oportunidades, como cuando él votaba por subir los impuestos en el Senado pero compraba sociedades con pérdidas, que le permitían eludirlos.

“¿Y a Chile, qué le va a pasar?”, nos preguntamos muchos (no él, porque no le importa). Bueno, hay que saber qué más pide la izquierda, porque Piñera se lo va a dar. Pero los políticos, incluidos los de izquierda, están tan dedicados al circo (“panem et circenses” decían los romanos que se debía dar al pueblo para que no molestara): elecciones de alcaldes, concejales, gobernadores regionales, convencionales constituyentes, consejeros regionales, diputados, senadores, presidente de la república y segundas vueltas allí donde se generen, que no tendrán tiempo para nada más que seguir gastando los ahorros nacionales (fondos de jubilación y del seguro de cesantía) este año. Y muchos bonos para la gente de menores ingresos, que ya prefiere no trabajar, pues no lo necesita para vivir (ver la falta de mano de obra en la construcción, “El Mercurio” del 12.03.21).

Pero eso no le da ninguna certidumbre al país. A nivel más alto nadie sabe lo que va a pasar. A la mayoría, que vive con quinientos mil pesos mensuales y carece de patrimonio fuera de la casa, el futuro no le importa, pues sabe que su situación no puede empeorar. Pero a la minoría, que es la que mueve al país y tiene invertido acá su patrimonio, sí le importa.

A todo esto, la bolsa ha subido y el dólar ha bajado. Es decir, en el mercado bursátil y en el financiero hay gente que sabe cosas que yo, al menos, no sé; y que tiene confianza. ¿Confianza en qué? Pues yo sí sé que se ha perdido la base jurídica de la propiedad y de nuestra sociedad libre, la Constitución; y se ha profanado la estatua de un héroe nacional indiscutido hasta hoy y la tumba del soldado desconocido, revelando el deterioro de lo más sagrado que puede tener una nación, que es el respeto a su propia historia.

Presagios de la pérdida de la moral ciudadana, que está dejando caer al país en manos de políticos inescrupulosos, delincuentes callejeros, guerrilleros y narcotraficantes. Y se está dilapidando todos los ahorros. Eso es lo que está pasando. Peor: si usted sale de su casa en su auto, no sabe si va a volver en él, y vivo.

Para mí, nos estamos yendo al diablo y “Chile vuelve a ser Chile” (21.07.20), el país rasca que conocí toda mi vida, hasta que el gobierno militar lo rescató y lo cambió de pelo, como tan bien lo describió Joaquín Lavín en “La Revolución Silenciosa”. Pero ahora hasta Lavín se pasó al otro bando y “aprueba” el desastre en curso.

Si algunos arriesgan su dinero apostando a que los hechos actuales presagian un “futuro esplendor” económico, allá ellos, pero me gustaría que compartieran con los demás sus razones, porque yo, al menos, no las veo por ninguna parte.

Hermógenes Pérez de Arce