La familia militar y la hora de su verdad

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Por Roberto Hernández Maturana

Comienza un nuevo año y con él, un nuevo ciclo de encuentros y desencuentros entre los habitantes de esta larga y angosta faja de tierra. Se nos vienen elecciones para elegir nuevas autoridades y muchos piensan que es tiempo de cambiar el rumbo, otros en mantenerlo, y aún algunos en doblar más a la izquierda.

Quienes recogimos las banderas de la defensa de un trato justo para todos los viejos militares presos y/o procesados perseguidos políticos militares, estamos conscientes de lo crucial que es esta etapa.

Veintisiete años de bombardear a la sociedad chilena con una versión unilateral de la historia, no se revertirán de un día para otro. Veintisiete años de demandas judiciales de todo tipo, justificadas o no, en las que progresivamente han ido cayendo en una implacable persecución político- judicial, uno tras otro, quienes servimos en las Fuerzas Armadas en  aquellos dolorosos años que nos llevaron a los hechos de 1973, inocentes o no, estábamos allí, jefes o subalternos, jóvenes o viejos…, debíamos saber, ¡Todos!, emborrachados de poder y sed de sangre, nos levantamos contra nuestros propios hermanos aquel infausto día de 1973, que se prolongó por 17 años….

Esa, más o menos, ha sido “la historia oficial”, sin causa, solo efectos.

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Es por ello, que aún viejos y en el ocaso de nuestras vidas, algunos seguimos luchando, con la fe de quien predica en el desierto, por restablecer aunque sea en parte…, no nuestra verdad, sino que LA verdad, hasta que uno, después muchos, se detengan a escuchar los ecos del pasado, de la razón, de la historia.

Las demandas de humanidad y Justicia, la misma que se da a todos los chilenos, logró posicionarse en la opinión pública y ya es tema entre nuestras autoridades.

Las razones humanitarias negadas por tanto tiempo,  gracias a referentes en la opinión pública,  como el sacerdote Jesuita Fernando Montes,  o el abogado  Héctor Salazar, cura-montes en otros tiempos defensores y protectores de quienes combatieron el régimen militar, así como parlamentarios de diversas tendencias, excepto los mas ideologizados, hoy nos dicen que justicia no es venganza.

Hay entre los viejos militares procesados y/o condenados, quienes  habiendo participado en hechos atentatorios contra los derechos humanos hoy se sienten arrepentidos, y han expresado  su arrepentimiento. Hay otros que sienten que se enfrentaron a un enemigo subversivo en una lucha por mantener la paz y el orden interno, y por lo tanto, no sienten que deban pedir perdón. Hay otros que declaran no haber sido participe de ningún hecho punible, encontrándose condenados, por testimonios de dudosa calidad, o por “estar allí” o porque “debió saber”, por lo que sienten que no deben pedir perdón, y si les apuran un poco, sienten que la sociedad es la que debe pedirles perdón.

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Hay finalmente otro grupo que tocado o no con razón o sin ella, por la venganza político – judicial instaurada,  manifiestan que no hay nada porque pedir perdón o expresar  gestos humanitarios; ello sería un signo de debilidad “impropio de ex uniformados”.

A ellos les digo que todas las situaciones y sentimientos descritos son  actos individuales, no colectivos, donde en el fondo lo que se busca es justicia, humanidad y no venganza. Ninguna puerta se abrirá sin un largo proceso de reencuentro entre los chilenos. La atención de la sociedad se ha logrado gracias a un largo y desgastador proceso en que se ha buscado abrir una pequeña ventana, y esa etapa se ha logrado.

Debemos profundizar nuestra expresión de sed de una justicia “justa”, de un trato igualitario, no discriminatorio como el que se da a los ex militares que caen ante la justicia; de que se no se continúe  aplicándonos un régimen legal procesal y de fondo diferente que al resto de los ciudadanos de la República, justicia-ciegaatentando gravísimamente contra la igualdad ante la ley y  violando nuestros derechos humanos; donde se condene por el delito de “secuestro calificado” y que establecen como un hecho cierto que los procesados mantienen detenida ilegalmente en algún lugar ignoto, a una persona por más de 40 años; o sentencias que no aplican la presunción de inocencia y aplican la ley de amnistía de 1978 (una ley expresa que está plenamente vigente) y que se ha aplicado solamente para quienes cometieron delitos terroristas; y que tampoco aplican las normas legales relativas a la prescripción de la acción penal o el beneficio temporal objetivo del artículo 103 del Código Penal (denominado, impropiamente, “media prescripción”).

Para que hablar de sentencias que aplican tratados internacionales que no están vigentes en Chile, mientras olvidan otros que sí son aplicables; sentencias que no aplican las normas del debido proceso y que vulneran los principios de legalidad, de irretroactividad de la ley penal y de la cosa juzgada, los que tienen la categoría de derechos de la persona humana; no pueden calificarse de otra manera sentencias que establecen que los delitos cometidos por algunos militares son “de lesa humanidad”, aún cuando esos delitos no sean del tipo penal para ser calificados como tales y cuando ocurrieron no existía ninguna ley o tratado internacional vigente en Chile que se refiriera a ellos, puesto que los crímenes de lesa humanidad fueron establecidos por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional e incorporados en el derecho positivo chileno el año 2009 y no pueden ser aplicados retroactivamente; en fin, no pueden ser calificadas de otra manera sentencias que expresan que según ciertos convenios internacionales los delitos de lesa humanidad son inamnistiables, lo que es absolutamente falso por cuanto no existe ninguna ley ni tratado internacional que prohíba perdonarse entre hermanos.

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Estas son las verdades que debemos profundizar, pero nada, ¡NADA! se logrará con una expresión de soberbia que…,  nos alejó y puede seguir manteniéndonos lejos de la ciudadanía en su conjunto. Todo ello hábilmente explotado por los organismos de fachada creados especialmente para perseguir política, judicial y económicamente a los militares en retiro.

Somos parte de la sociedad y la necesitamos, como ella a sus FF.AA. y de Orden.

La historia se encargará de poner los hechos en su justo contexto…, pero debemos luchar por ello. Si sólo nos quedamos en la trinchera de las redes sociales y no somos capaces de proclamar nuestra verdad con ecuanimidad, templanza y razonamiento, no podremos revertir este largo proceso de hace ya 27 años en que hemos sido instrumento y moneda de cambio de políticos, llenos de odio unos,  inescrupulosos y oportunistas otros.

Es tiempo de que la “familia militar” se una, se mueva y proclame unida su verdad.

Somos miles que sentimos que Justicia no es venganza… ¡hagámoslo sentir a nuestras autoridades o a quienes aspiran a serlo!

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