Mas regiones para Chile, ¿necesidad geopolítica o populismo político?

Por Roberto Hernández Maturana

Casi colada ha pasado la noticia de la reciente creación de la 16ª Región del Ñuble.
Hace casi un siglo nuestro país tenía 17 provincias que fueron aumentando hasta llegar a 25, hasta que el gobierno militar materializó la regionalización que buscaba alcanzar un desarrollo armónico de nuestro país.

¿Que se busca con la creación de esta nueva región?, ¿descentralizar el país? Por el contrario, la continua atomización de nuestra división territorial continuará debilitando cada vez más a las distintas zonas geográficas de Chile en desmedro de una cada vez más creciente mega región metropolitana, donde día a día se amontonan más y más chilenos, atraídos por las “ventajas” que ofrece la metrópoli pero que al final se traducen en hacinamiento, falta de fuentes laborales, contaminación y perdida de  calidad de vida, engullendo cada vez más recursos del país para solucionar los crecientes problemas que demanda una población metropolitana en aumento, en perjuicio de las regiones.

La regionalización que hasta hace poco regía en el país comenzó a aplicarse durante el Gobierno Militar a partir de 1974. El objetivo fue materializar un proceso que buscaba realizar la reforma administrativa del país de manera gradual en todo el sistema político-administrativo, para esto se promulgó el decreto Nº 212 del 17 de diciembre de 1973, que creó la Comisión Nacional de la Reforma Administrativa (CONARA). Este organismo sería el encargado de poner en marcha la nueva regionalización, teniendo los siguientes objetivos específicos:

– Incrementar la integración nacional para optimizar el uso de los recursos naturales, considerando la distribución espacial de la población, para alcanzar una ocupación efectiva de todo el territorio nacional. Con ello se buscaba integrar a la población en las regiones, para lograr una real igualdad de oportunidades dentro del proceso de desarrollo nacional.
– Desarrollar un sistema de Seguridad Nacional mediante la seguridad fronteriza y una cohesión interna para la ocupación humana de espacios vacíos del territorio, para lograr así un desarrollo más equilibrado entre las regiones del país.
– Alcanzar un desarrollo económico equilibrado, evitando la concentración del crecimiento económico que han alcanzado algunas ciudades del país, mediante una adecuada utilización y distribución de los recursos existentes.
– Descentralizar al país política y administrativamente, mediante la participación del poder central establecido por medio de poderes reales que, a su vez, deleguen en otros poderes provinciales y comunales, con sus respectivos organismos técnicos y asesores, para lograr una administración acorde con los objetivos nacionales y la desburocratización del sistema administrativo.
– Se buscó de esta forma la desburocratización administrativa; la sistematización y simplificación de la legislación administrativa: la separación de las funciones de gobierno, administración y rol empresarial subsidiario del estado; la reducción del aparato público a sus proporciones, según el rol definido para el estado, y la aplicación del modelo de desarrollo en el que el sector privado es el motor dinamizador.

Si entendemos que nuestro Chile precisa avanzar hacia la descentralización espacial, social y política para hacer posible el desarrollo, y lograr la contribución de toda la sociedad al esfuerzo de construcción de su prosperidad y desarrollo sostenido y sustentable, deberíamos concluir que lejos de fragmentarse, nuestra larga y angosta faja de tierra debería estructurarse en una menor cantidad de estructuras político – administrativas, equilibradas en cuanto a importancia e intereses económicos, políticos, sociales y geográficos. Para alcanzar una justa participación en los beneficios derivados de la producción y las necesidades de una y otra, se requiere racionalizar la administración del país y no aumentar dramáticamente la burocracia del mismo, como ha venido ocurriendo dramáticamente en nuestro país en estos últimos años.

Cuesta entonces entender la decisión para crear una 16º región administrativa, sino como una expresión más de populismo de izquierda y derecha.

Mientras más pequeñas sean las regiones, menos peso tendrán respecto a Santiago, en cualquier análisis previo a una toma de decisiones que afecten el interés nacional.

Cuando recién se ha rebajado la calificación crediticia de Chile, motivada por el creciente déficit fiscal, y un desmesurado aumento de la deuda pública, producto del irracional uso de los recursos fiscales del gobierno de la Nueva Mayoría, la creación de nuevas y pequeñas regiones político – administrativas, o medidas como el aumento de la gratuidad universitaria, que sólo se pueden financiar con más deuda, parecen absolutamente demagógicas, motivadas por la esperanza de ganar las próximas elecciones, y cumplir lo que al parecer el senador Jaime Quintana fue el único que tuvo la franqueza y honestidad de reconocer al inicio del gobierno de Michelle Bachelet…, esto es que la retroexcavadora estaba en marcha…

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