MATAR AL SEÑOR CURA

Labbé 2
Columna de opinión de Cristián Labbé Galilea:

Tomado de Agencia Informativa ORBE
Desde niño escuché a mis mayores reflexionar sobre lo necesario que es tener cuidado a la hora de evaluar las decisiones que corresponde adoptar ante casos complejos. La razón que esgrimían mis veteranos gurús era que cuando eso no se hace, frecuentemente “el remedio termina siendo más caro que la enfermedad”.

Recordé esas palabras mientras analizaba con unos parroquianos lo que pasaría a raíz de la tan comentada colusión en el mercado del papel “confort”.

El caso ha sido condenado ásperamente, sin excepción, por todos los sectores políticos, gremiales, económicos, sociales, etcétera. No solo se piden las penas del infierno para los involucrados sino que se entró en una psicosis colectiva de condena total e implacable al sistema económico imperante y por ende a todo el mundo empresarial, grandes pequeños y medianos.

Hoy, la imagen de los empresarios “se arrastra por los infiernos”, sin que nadie llame la atención sobre lo peligrosa que resulta la condena estamental y corporativa.

Muy propio de nuestra sociedad, aplicamos el popular “mal de los ratones”: uno se comió el queso, pero acusamos sin reservas “los ratones se comieron el queso”. Nadie se salva: los curas son pedófilos, los políticos son corruptos, los jueces prevarican, las farmacias se coluden, y los empresarios son unos sinvergüenzas.

El riesgo de estas generalizaciones es que además de impropias e injustas son tremendamente peligrosas, porque, además de incentivar el resentimiento social y el desánimo del hombre probo, dan espacio para que los sectores políticos extremos e inescrupulosos, en su ilimitada ambición de poder, busquen intervenir el sistema político económico aplicando medidas restrictivas que hagan crecer el Estado a límites que, ahuyentando al buen empresario, ahoguen los espacios para el emprendimiento privado, afectando el crecimiento del país y, en definitiva, el bienestar general nacional.

En la medida que prosperen los intereses de los que buscan controlar todo a través del Estado, el problema se agravara aún más. Finalmente será el Estado el gran monopolio de la actividad económica, sin necesidad de coludirse con nadie. Ese “vampiro anémico” que quiere absorber la actividad política, la económica, la educación, la salud, es decir todo, pronto nos desangrara a todos. Y la corrupción “echará barriga” y se asentará en sus filas con mayor comodidad todavía.

Nuestro modelo económico, más que restricciones, lo que necesita son más libertades. Solo en un ambiente de libertad puede florecer el espíritu emprendedor, la creatividad, el progreso y el bienestar. Si hubiera más empresas papeleras habría más competencia nacional e internacional y menos posibilidades de colusión.

Quienes, tratando de aplicar remedio a la colusión papelera, creen que restringiendo las libertades económicas se solucionará el problema, no visualizan que “los cuidados del sacristán pueden matar al señor cura”.

CRISTIAN LABBE GALILEA

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