Motivos de preocupación
Motivos de preocupación
Después
de una larga vida dedicada al servicio público, tanto como profesor de Derecho
Administrativo como funcionario de la Contraloría General, donde realicé una
carrera de 47 años hasta desempeñar el cargo de contralor general de la
República, contando con el apoyo y reconocimiento de todos los sectores y el
compromiso del personal, me atrevo a plantear algunas inquietudes como simple
ciudadano.
En este artículo no corresponde analizar en profundidad el temario, por lo que
solo me limitaré a dejar planteadas algunas inquietudes que a continuación
señalo:
1. Es muy negativo, provocándose una verdadera paralización, si la persona que
desempeña el mandato de Presidente de la República no es reconocido como
supremo gobernante y administrador del Estado, como lo consigna claramente el
artículo 24 de la Constitución Política. Esto implica que debe contar con los
medios que le permitan desarrollar sustancialmente su Programa de Gobierno en
función de los intereses nacionales. Por eso, es muy negativo si a través de la
gestión parlamentaria se pretende inhibir la acción del gobierno procurando
imponer un programa del todo diferente y que corresponde a un proyecto de país
distinto al aprobado por decisión popular en las urnas. Se produce así una
distorsión o entrabamiento inaceptable. Cosa muy distinta es que deba
respetarse el legítimo derecho a participar en el mejoramiento de los
respectivos proyectos de ley.
El rechazo sistemático a la acción del gobierno solo produce paralización o
postergación en la solución de los problemas, con daño evidente para la
comunidad y desprestigio de las instituciones.
2. Existe consenso sobre la necesidad de mejoramiento de la Contraloría General
de la República, institución que cumple un rol ineludible para lograr la
eficacia y la legalidad de la gestión administrativa del Estado.
Sin embargo, esta tarea no puede quedar condicionada a la aprobación previa de
una nueva Ley Orgánica Constitucional de ese organismo. Ello significaría
postergar, quizás por muchos años, las soluciones que se requieren de
inmediato.
Al respecto me permito recordar que ya en 1997, en un seminario en que
participaron personas calificadas de la universidad, del Congreso Nacional, de
la Administración y también del sector privado, se aprobaron ideas y medidas
concretas para lograr una Contraloría acorde con las necesidades. Y
posteriormente, cuando me desempeñé como contralor general, se aprobó una
doctrina institucional tendiente a lograr un control proactivo de la
Administración, sobre la base de una fiscalización de tipo finalista, en
función de grandes valores, con una interpretación racional de las normas,
dejando de lado los excesos de formalismos, facilitando así una administración
pública eficiente, efectiva, oportuna y ajustada a Derecho. Ello requiere, por
cierto, de un verdadero trabajo de equipo con respeto de la carrera funcionaria
y el acatamiento estricto de los plazos contemplados por la ley.
Dentro de ese contexto, resulta ineludible poner especial preocupación en torno
al rápido despacho de las materias vinculadas a la ejecución de obras públicas
y realización de proyectos que son urgentes considerando las necesidades
impostergables para el desarrollo del país.
Por cierto, hay que reconocer los avances ya logrados y que han sido favorecidos
mediante el empleo de instrumentos computacionales. Tampoco cabe descartar la
aprobación de algunas reformas legales impostergables, pero lo más importante
es que se implanten de inmediato mecanismos de coordinación y de recíproco
apoyo entre la Contraloría y la Administración. Ello sin perjuicio del rol
fiscalizador que corresponde a la Cámara de Diputados conforme al mandato
constitucional.
3. En estos días se ha dado a conocer una decisión judicial que dispuso la
libertad incondicional de personas que portaban armas en un auto con vidrios
polarizados. Se trataba de sujetos con amplio prontuario policial como
traficantes de droga. La explicación que se ha dado es que los organismos
policiales no se ajustaron estrictamente a ciertas formalidades.
La verdad es que ante tan insólita medida somos muchos los chilenos a los que
nos cuesta entender una aplicación tan formalista de la ley, en momentos en que
todo el país está comprometido en la causa de atacar la delincuencia y la
drogadicción. Parece insólito que se frustre una tarea tan vital sobre la base
de un formalismo que resulta a todas luces contrario a la realidad y a las
necesidades propias del tiempo en que vivimos.
4. Por último, constituye motivo de preocupación ciudadana la situación laboral
de la mina de Chuquicamata. Resulta insólito que trabajadores que son
evidentemente privilegiados no trepiden en paralizar una actividad tan
importante para el país en un momento económico que es muy difícil. En el fondo
ello constituye una manifestación de egoísmo realmente inaceptable, con graves
consecuencias para los chilenos, particularmente en un momento difícil para el
desarrollo nacional. Ello resulta más inexplicable aún cuando el ofrecimiento
hecho por el empleador ha sido extraordinariamente generoso si nos atenemos a
la realidad generalizada que viven los trabajadores en nuestro país.
Arturo Aylwin Azócar