Omisión

Omisión
Pensamiento, palabra, obra u omisión, los cuatro modos de infringir un deber moral. La omisión consiste en dejar de realizar una conducta debida y de cuya abstención resulta un daño. Los moralistas y teólogos suelen tejer fino, pero cualquiera puede entender que no solo se obra mal haciendo, sino también dejando de hacer lo que se debe hacer. La omisión, por su naturaleza negativa, produce un mal continuo que solo cesa cuando se lleva a cabo la conducta omitida.
Tengo la mayor simpatía por la Presidenta de la República, y de ningún modo hablo desde un rencor o ánimo de crítica política interesada, pero creo que se equivoca tremendamente cuando señala que no va a hablar del caso Caval sino una vez que haya abandonado su cargo. Su declaración toca el meollo de la tragedia personal que está viviendo, ya que explícitamente reconoce que se halla en omisión. ¿Omisión de qué? Ella misma lo indica: no ha dicho lo que debe decir; omite las palabras que los chilenos mayoritariamente esperan desde que estalló el caso que debe decir y no ha dicho. Su omisión proviene de un silencio, de un callar aquello que no debe callar.
En el pequeño pueblo de Maule, donde vivo, todos, transversalmente, eran bacheletistas. No creo que existiera en Chile otra localidad, de chincol a jote, más activa y férreamente partidaria de ella, pero desde que se supo que su nuera se aprovechaba de su parentesco, con la ayuda de su hijo, para participar en oscuros negocios, esos mismos que le eran devotos se convirtieron en acérrimos detractores, y aunque intento defenderla cuando pienso que ha realizado algo bueno, no hay caso, desde ese momento todo les sigue pareciendo mal.
Los hechos centrales son conocidos y palmarios; puede que no constituyan delito, pero el derecho es solo un mínimum moral y está claro que a cualquier persona, y más todavía a quien ejerce funciones públicas, le es exigible más que ese mínimo. ¿Cuáles son, pues, las palabras que la Presidenta ha omitido decir y que sus partidarios, ofuscados, echan en falta? Es muy simple y no tan difícil de decir, porque, al contrario de lo que se ha comentado, concurren y no divergen su deber de autoridad pública y su deber de madre.
Lo que los chilenos quieren oír es una condena moral clara y explícita a lo actuado por su nuera y su hijo. Son mayores de edad e individuos autónomos y, por ende, no puede obligarlos a enmendar o actuar de un modo dado, pero sí puede establecer, con prístina claridad, que ella considera que lo que ellos hicieron no se debe hacer. Está mal. Y esta omisión debe saldarla lo antes posible; quizás eso sea el mayor logro que se puede esperar de lo que resta de su mandato.
Por Pedro Gandolfo
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.