Patriótico retorno a la tierra

Por Patricio Quilhot Palma, Teniente Coronel (R)

 Frente a dos líneas de alambradas, el Hito 22 de la frontera chileno-argentina se ha cubierto este día con la gloria de un verdadero Soldado del Ejército de Chile, quien, antes de abandonar esta vida terrenal, ha pedido que sus cenizas sean esparcidas en el escenario en que la Patria le demandó el sagrado juramento de dar la vida si era necesario. Ello no ocurrió,  por decisión en contrario de un enemigo muy superior en número y medios de combate, cuya retromarcha solo ocurriera a minutos de que las fuerzas de primera línea entraran en contacto.

Fue allí, pocos kilómetros al norte de Sección Ciayque, en medio de las pampas magallánicas, donde el entonces Capitán de Ejército, hoy Mayor en Retiro,  Rafael Cruz Orellana, decidió descansar sus restos para siempre. Allí, donde su vocación de soldado y de chileno le hiciera esperar el ataque, sin dudar un instante en que su vida era solo un accesorio insignificante, frente la amenaza que se erguía ante la Patria.

En una época en que los militares en retiro nos debatimos entre la vergüenza por el robo evidente y la indignación ante la cobardía y la traición, constituye un momento de legítimo orgullo el comprobar que la moral y el espíritu de cuerpo de los verdaderos soldados, sigue en pié. El ejemplo de patriotismo y honor, proveniente de un militar de corazón, sencillo, humilde y leal, nos hace inevitablemente volcar la mirada hacia los actos imperdonables que hoy oscurecen el prestigio de una institución que nos acogió por una vida y a la que amamos como nuestra segunda familia.

Al exponer la historia nuestro recordado camarada, Mayor “Tacitas” Cruz, como con cariño lo llamaban sus amigos, hay una evidencia que demuestra que la figuración ganada por los actos personales, siempre será más sólida que la de aquellos a quienes la ambición nubla la vista, ya sea por querer ser lo que nunca fueron o porque la arrogancia infame los embriaga con un impropio sentimiento de superioridad.

Las cenizas de este gran soldado, fueron despedidas en terreno por quienes, en 1978, fueran sus subalternos, lo que confirma sus condiciones humanas, de líder y de comandante, cuando siendo un joven Capitán, demandara de su gente la entrega que él mismo estaba dispuesto a brindar a sus compatriotas. Es ese heroísmo simple, sin aspavientos, sincero y leal, el que hoy me hace emocionar pensando en la grandeza de un hombre que no necesitó de honores ni gloria que jamás pidió ni buscó, el que, desde esta tribuna y para testimonio de los buenos soldados que vivimos en la reserva, lleno del mayor respeto y admiración, me atrevo a expresar.

Gracias Mayor Rafael Cruz Orellana, por tu ejemplo de honorabilidad, patriotismo y lealtad, confirmando que tu paso por la Escuela Militar aseguró el porvenir del Ejército y que sobre este Ejército puede descansar el futuro de Chile. Descansa en Paz, sabiendo que tus camaradas no te dejan atrás, reconociendo en tu imagen y en tu actuar, las verdaderas raíces de nuestra vocación militar.

¡VIVA CHILE!

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