PERIODISMO MILITANTE

 Este término, representa la antítesis de lo que debe ser el alma de una profesión destinada a informar los hechos tal y como ocurren, a fin de que al lector, auditor o telespectador le sea permitido sacar sus propias conclusiones. Hoy, por desgracia, esta tendencia está de moda en Chile. No es por casualidad que esta versión criolla se escude en un supuesto “pruralismo”. Por el contrario, en nuestro caso ꟷcomo en el de varios países latinoamericanosꟷ la función del “periodismo militante” ha adquirido una amplia relevancia en la estrategia de la izquierda política, para retener o recuperar el poder.

Tenemos ejemplos por decenas, pero ꟷcomo debieran hacerlo aquellos malos periodistasꟷ es preferible dejar al lector la opción de pensar y calificar a quienes escucha, lee o ve a diario, en los medios de comunicación. El descaro con el que involucran sus opiniones personales o su sesgada forma de entrevistar, basta por sí mismo para demostrar su religiosa ideología. Digo religiosa, por cuanto nuestros “periodistas militantes” hacen gala de un dogmatismo sólo posible deber en religiones fundamentalistas, al plantear o defender los temas contingentes a cuyo servicio parecen encontrarse.

 No se trata de que un profesional de la prensa no tenga ideas propias, pero es su sagrada obligación respetar el derecho de las demás personas a pensar diferente, sin aprovecharse de la vitrina a la que ha accedido en razón de su profesión, para inducirlo a adoptar una determinada línea ideológica. Tampoco ostentan dicho derecho a manejar las mentes ajenas quienes dirigen los medios o detentan su propiedad. La utilización de los medios con fines contaminados con intereses empresariales o propios puede llegar a constituir delito, como ocurre en muchos países occidentales.

 El trasfondo siniestro de esta tendencia de los medios y de sus principales rostros o colaboradores no radica ꟷcomo se dijoꟷ en la casualidad. Es parte de una nueva forma de conflicto mundial, donde se plasma la esencia de la destrucción de occidente, no necesariamente a manos de los musulmanes o de alguna raza oriental, si no que coincidiendo absolutamente con la poco difundida praxis gramsciana, aquella que nuestra izquierda disfruta con fruicción incomparable, mientras la “derecha light” observa a una condescendiente distancia.

 Gramsci constituye la fuente de información primordial que permite comprender la forma en que la izquierda mundial ha ido tomando el control de los medios de comunicación, conduciendo a través de ellos una laboriosa campaña de desinformación, a través de las “post-verdades”, como se ha dado en llamar últimamente a las noticias falsas o amarillistas.

Cuando un entrevistador de nuestra televisión se enfrenta a alguien ajeno a su ideología marxistagramsciana, observamos que, desde su inicio, el planteamiento apunta a tratar los temas en forma antagónica, tratando de conducir la conversación hacia una verdadera confrontación de posiciones entre la del entrevistado y la del entrevistador. ¡Ay del pobre entrevistado que no siga el juego o que trate de plantear sus ideas personales! Salvo poquísimas excepciones, como aquellas en que la audiencia ha sido sorprendida con una loable y valerosa actitud de firmeza, normalmente el entrevistador termina acorralando a su interlocutor en la línea de pensamiento que a él le interesa fijar.

Nada es inocente en este confuso y complicado mundo y menso en nuestra degradada democracia. Cuando recordamos algunas entrevistas exhibidas en un canal de televisión que se dice “de todos los chilenos”, no podemos dejar de sentir indignación ante el descaro que quienes lo usan para fines políticos sectoriales. Más aún, cuando ello ocurre bajo la égida de un gobierno que fue elegido como consecuencia del rechazo que provocó su antecesor y que hoy permite que sigan actuando los mismos operadores psicológicos usados por aquel ahora, al servicio de su militancia derrotada.

No es posible dejar de mencionar la burda utilización de los humoristas para provocar sentimientos de rechazo a través de la ridiculización de políticos de un sector determinado. Incluso se ha llegado a ofender gratuitamente al Presidente de la República, sin que haya habido reacción alguna en contra de quien lo hizo, quien lo promovió y quien lo transmitió responsablemente.

 Cada uno de los ciudadanos de nuestro país tiene el derecho a sentir simpatía o rechazo por determinado político, incluyendo al primer mandatario, pero nadie puede arrogarse el derecho de usar un medio de comunicación pública ꟷsupuestamente dirigido por profesionales de la noticia y las comunicacionesꟷ para manipular imágenes, buscando el abierto beneficio de un sector que por decisión de la mayor parte de los electores debió irse para su casa.

 Esta forma de lucha militante, enmarcada en los planteamientos del Foro de Sao Paulo, no pretende otra cosa que influir en nuestras mentes con miras a las futuras elecciones, lo que constituye una inmoralidad inaceptable. Lo curioso es que esta utilización de la tribuna no se da solamente en los medios estatales, débilmente controlados o simplemente dejados a su libre albedrío por cobardía política de quienes deben controlarlos. A la luz de los hechos, pareciera que algunos propietarios de diarios, canales de televisión y radios que en el pasado se sirvieron de la parte contraria para alcanzar o mejorar sus fortunas, hoy tratan de lavar su imagen a costa de permitir la sucia utilización de pantallas y micrófonos por quienes alguna vez fueron sus oponentes.

Esta intención de “congraciarse” con el enemigo corresponde ꟷpor desgraciaꟷ a la actitud mostrada por quienes hoy dirigen los destinos de Chile, sin que a unos y otros se les ocurra pensar que esta es la razón por la cual ꟷpolíticos y empresariosꟷ son rechazados por el común de las personas. No visualizan que, tal como alguna vez el principal diario de Chile recibió la calificación de “mentiroso”, otros medios comienzan a cosechar también el repudio de la gente, debido a la exposición de la militancia política de sus periodistas y la permeabilidad de sus contenidos.

 El tiempo de la transparencia ha llegado con fuerza a nuestras tierras y es el momento en que debemos hacer saber a los malos periodistas ꟷa aquellos que intentan manipular nuestras mentes con su ideologíaꟷ que los chilenos no se encuentran disponibles para su aventura odiosa y revanchista. Ya sufrimos en los tiempos de Frei Montalva la desagradable cantinela del “Brilla el sol”, transmitida diariamente por cadena nacional. También debimos soportar las cadenas obligatorias y el perrito famoso de TVN en los tiempos de Allende. Ahora queremos vivir tranquilos, conocer lo que pasa en el mundo y en nuestro entorno, pero jamás volver a ser manipulados por imberbes muchachos, muchachas y también “muchaches” (de esos que aparecieron como moscas), quienes pretenden valerse de los medios para hacer carrera, exhibiendo impúdicamente su militancia ideológica.

 20 de Diciembre de 2018

 CARPÓFORO

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