POLÍTICA Y GOBIERNO:

POLÍTICA Y GOBIERNO:
EL VOTO DE LA VERGÜENZA
Escribe: Jorge Ravanales A.
Lo que ha hecho el Presidente Gabriel Boric al viajar en un avión fiscal, costando más de $30 millones a todos los chilenos, para ir a votar a Punta Arenas estando con postnatal, es simplemente un insulto. Un insulto a la inteligencia, a la austeridad, a la ética pública y, por sobre todo, a la ciudadanía que cada día soporta los efectos de un Estado que predica mucho y practica poco.
En cualquier país serio, un mandatario que toma licencia para cuidar a su hija recién nacida no se sube a un avión del Estado para hacer campaña ni para mostrar la foto de su voto. En Chile, en cambio, se nos ha querido vender la imagen de un “gobierno feminista”, “ecologista”, “responsable” y “austero”. Pero la realidad es otra: tenemos un presidente que gasta el equivalente al sueldo anual de 20 trabajadores en un vuelo que, además, contradice de forma brutal su discurso ambientalista.
Porque no sólo es el gasto. Es la incoherencia total de quien se ha llenado la boca hablando de carbono neutral, de crisis climática, de sustentabilidad, y luego se manda un vuelo privado solo para marcar una papeleta. Un avión que contamina como 177 autos. ¿Y esto lo hace el mismo presidente que criminaliza el uso de autos antiguos y que exige sacrificios energéticos a las familias más pobres? Puro doble estándar.
Peor aún: Boric lo hace mientras está legalmente “fuera de funciones”, amparado por un permiso que, en la práctica, impide que cualquier otro chileno se mueva de su casa por motivos laborales. ¿Qué tipo de licencia es esta que permite viajes de lujo a 3.000 kilómetros de distancia? ¿Y qué dice la Contraloría? ¿Dónde está el Congreso? Porque cuando el que está en la cúspide del poder se burla del sistema, la señal que se da es que todo vale.
Esto no es una anécdota ni una frivolidad. Es una muestra más de cómo el poder corrompe cuando no se ejerce con responsabilidad ni humildad. Cuando el Presidente se convierte en un ciudadano privilegiado que no rinde cuentas, estamos frente a un deterioro grave del estándar democrático. La corrupción no siempre es un maletín con dinero; muchas veces es el abuso impune de los recursos públicos, el desprecio por las reglas que rigen para todos menos para ellos.
Lo más triste es que Boric llegó prometiendo lo contrario. Prometió ser distinto, más decente, más coherente, más humano. Hoy, con su avión caro, su voto contaminante y su licencia oportunista, ha demostrado que es más de lo mismo. O peor. Porque cuando la traición viene disfrazada de virtud, el daño es más profundo y más cínico.
Chile no necesita más discursos bonitos ni presidentes que se comporten como influencers con cargo al erario. Chile necesita responsabilidad, coherencia, y respeto. Y, por sobre todo, necesita que el poder vuelva a servir a la gente, no a sí mismo.
Se repite la historia, pobre Chile.