POLÍTICA Y GOBIERNO:

POLÍTICA Y GOBIERNO:
Abogado Rodrigo Román de la ONG ’Defensoría Popular’ es detenido tras chocar ebrio en Ñuñoa
Periodista Policial en Radio Bío Bío Santiago
Publicado por Camilo Suazo
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Agencia UNO
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El abogado Rodrigo Román Andoñe, fundador de la ONG Defensoría Popular, fue detenido la mañana de este domingo tras protagonizar un accidente de tránsito mientras conducía en estado de ebriedad en la comuna de Ñuñoa.
El incidente, en el que también se vio involucrado un segundo automóvil, ocurrió en la intersección de calle Doctor Johow con Avenida Grecia, sin que se reportaran lesionados.
Según información recabada por La Radio, Román conducía un vehículo Mazda color blanco en “evidente estado de ebriedad” de acuerdo a lo arrojado por el examen respiratorio Intoxilyzer, el cual registró 1,79 gramos de alcohol por litro de sangre.
Al lugar llegó una grúa para retirar ambos vehículos y así no entorpecer el normal flujo de tránsito.
Tras la colisión, el abogado quedó detenido en la 18° Comisaría de Ñuñoa.
Abogado defensor de terroristas, “1ra linea” del estallido delincuencial y anarquistas:
Estas izquierdas deslavadas
Gonzalo Rojas Sánchez
La campaña para las primarias del oficialismo ha dejado cuatro lecciones sobre las izquierdas actuales que vale la pena atesorar. Cada una de esas conclusiones, además, desmiente ciertas percepciones que están muy arraigadas en algunos sectores de las derechas, sobre la supuesta “superioridad electoral” de las izquierdas.
Veamos, en concreto.
La campaña ha mostrado a unas izquierdas en combate sin cuartel unas con otras. Se han dicho de todo, se han ninguneado, se han ridiculizado, se han descalificado hacia el futuro (aunque siempre ha aparecido el mantra, incluso en boca presidencial: “pero gane quien gane, estaremos unidos la primera vuelta”). Esas heridas sangrarán.
Paralelamente, el despliegue comunicacional ha sido pobrísimo. Tanto la franja como los spots han desmentido aquello de que las izquierdas siempre son capaces de enviar mensajes eficaces, basados en textos e imágenes de alto impacto positivo. Basta con recordar la aparición de Winter con la pareja que espera un hijo, o el insólito “musical” de los diputados socialistas “a favor” de Tohá (con comillas, porque fue casi un suicidio), para sospechar que los zurdos creativos parecen una especie en extinción.
En tercer lugar, se ha podido comprobar que las izquierdas –en esta instancia al menos, y por ahora– ya no copan la calle. La vieja tradición de organizar manifestaciones populares en espacios abiertos –o al menos en amplios gimnasios– ha estado prácticamente ausente de la campaña. Temerosos del distanciamiento que experimenta la ciudadanía con los candidatos que apoyan al actual gobierno, los postulantes han preferido el foro sectorial, la reunión nuclear y las redes sociales. Ya nada tiembla porque la izquierda –en esta oportunidad– no salió a la calle.
Por último, ha sido también notoria la incapacidad de los candidatos para presentar propuestas auténticamente rupturistas –dicen que las izquierdas son revolucionarias– ya que se han centrado en proposiciones de carácter general, algunas ellas por supuesto con eventuales consecuencias devastadoras, pero sin mayor capacidad de contacto con la ciudadanía. La tradicional demagogia populista de las izquierdas ha sido reemplazada en esta campaña por una timorata batería de generalizaciones abstractas, con una que otra excepción irrelevante.
Queda por comprobar –escribo antes de la elección misma– si más encima un quinto mito habrá sido desvirtuado: la capacidad movilizadora de las izquierdas en los días de elección. Su tradicional estructura de acarreo, bien financiada, también podría quedar en entredicho. Esto último lo sabremos al conocer las cifras de electores totales. Quizás sea una quinta lección a considerar.
Un Estado abusador
Andrés Montero
Cuando me titulé de Ingeniero Comercial a los 22 años, empecé a trabajar en un banco y a pagar todos los impuestos que exigía la ley. Ya casado, tomé un crédito hipotecario para comprar una casa. Empecé a pagar contribuciones de bienes raíces. Tuve que asegurar la casa, y ya en 1986 tuve que contratar guardias fuera de mi casa para que no me robaran. El Estado no me entregaba seguridad a mí y a mi familia. Ya por mi automóvil, pagaba permiso de circulación, seguro y pagaba peaje para transitar por las carreteras. Si tenía algún ingreso adicional también debía pagar impuestos. Con el tiempo y después de 45 años de ejercicio profesional, habiendo pagado impuestos toda mi vida, si me muero, mis herederos deberán pagar altos impuestos de herencia, pero como no tendrán liquidez, tendrán que vender bienes a precio de liquidación.
En el intertanto uno observa y lee como el Estado, dirigido por un gobierno que aborrece el lucro y la iniciativa individual, malgasta y muchas veces sus funcionarios se roban el dinero que proviene de los impuestos. Es lamentable que uno tenga que trabajar duro para formar un patrimonio y que deba en paralelo tener que financiar abusos evidentes en el Estado. Miles de miles de empleados contratados sin procesos de selección rigurosos, funcionarios en el Ministerio de Relaciones Exteriores y en otros ministerios, quienes llegaron ahí por ideología y no por méritos, fundaciones truchas manejadas por truhanes que al final del día salen libres de penas. A través de Chile se ven hospitales a medio construir, útiles escolares no distribuidos a tiempo, funcionarios viajando por el mundo en medio de licencias médicas y exonerados falsos que reciben mensualmente su “indemnización”. Le sumamos los intentos de fraude por casa “ex Salvador Allende” y los cuadros no entregados por deudas al fisco. Tener que observar por televisión a un par de candidatas presidenciales, que lo único que quieren es un Estado más grande, da mucha rabia.
No faltan recursos para museos de la memoria, para celebraciones de la Unidad Popular, de la Reforma Agraria y aportes a la cultura, siempre de izquierda. Promueven trabajar menos horas, negociación ramal o multinivel, con el más absoluto desconocimiento de cómo funciona la economía real. Si seguimos revisando temas actuales, TVN pierde dinero a raudales, presidida por un activista político y no por un profesional del área. Codelco sigue 100% en manos del Estado, cuando es evidente que en manos privadas generaría más recursos para el fisco. Tienen terror a privatizar Codelco, aunque sea un 1% por año, con tope de 49%. Si se anunciara su privatización parcial, solo por eso, el valor de la compañía subiría drásticamente. El comercio ilegal está por todas partes y la inmigración ilegal está desatada.
Quienes pagamos impuestos debemos financiar los servicios gratuitos a inmigrantes ilegales. Educación, salud, vivienda etc. ¿Por qué? Cualquiera que quiera ir adelante con un negocio, por pequeño que sea, en algunas comunas, patentes municipales expropiatorias y todo tipo de trabas. La eficiencia de los ministerios en Santiago y en regiones es muy baja. Basta ver en televisión cuando entrevistan a los seremis o a los delegados presidenciales. Su experiencia y nivel es muy inferior a lo que se requiere para manejar recursos públicos. Orrego, Hassler, Cariola, Pérez etc. etc. nos hacen reflexionar acerca de la moralidad del Estado a la hora de cobrar impuestos. Los impuestos por aumento de valor en transacciones de bienes raíces es otra injusticia, toda vez que los fondos destinados a su adquisición ya tributaron. En el campo, los predios agrícolas son revalorizados para efectos de contribuciones, a valores comerciales, en circunstancias que su rentabilidad es muy baja y esto obliga a sus dueños a vender para “hacer un buen negocio alguna vez”. Esto incentiva el abandono de los campos y su derivación a proyectos inmobiliarios de segunda vivienda con todos los efectos negativos de parcelaciones mal concebidas.
Ojalá que quien gobierne nuestro país, sea quien sea, no aumente más los impuestos y sea más estricto en la eficiencia de los funcionarios del Estado. El nivel de laxitud ha llegado a límites inaceptables. Como país debemos recuperar los conceptos de autoridad, austeridad, responsabilidad, eficiencia, productividad, esfuerzo individual y sobriedad. Debemos dejar ejemplos positivos a las generaciones que vienen. Debemos pensar en Chile.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el sábado 28 de junio de 2025.
Chile necesita recomponer su alma
Enrique Cruz Ugarte
Durante las últimas semanas continuamos siendo testigos de los más variados hechos de corrupción que golpean con fuerza a nuestro país. No se tratan de casos aislados ni de errores administrativos. Hablamos de delitos cometidos desde el mundo público y privado, muchas veces de forma deliberada para defraudar al Estado y dañar a la ciudadanía. Si bien no podemos obviar las responsabilidades personales e institucionales de los distintos hechos, lo verdaderamente preocupante es lo que revelan: la profunda crisis moral que atraviesa nuestra sociedad.
La corrupción que hoy vivimos es apenas la punta del iceberg. Su raíz más profunda se encuentra en una cultura extendida que hemos ido naturalizando a diario. El no pago del transporte público, pedir factura en el supermercado, la compra sin boleta, las licencias falsas, el aprovechamiento de vacíos legales y otras actitudes que han debilitado los vínculos de confianza y cohesión que sostienen un tejido social sano y una democracia robusta.
Frente a esta realidad, está claro que las leyes, normativas, protocolos y reglamentos son necesarios, pero insuficientes. Nunca habíamos tenido tantos mecanismos de control, sin embargo, los escándalos no cesan. En este contexto, los millones de chilenos honestos y trabajadores, que cumplen con la ley y hacen lo correcto, han visto socavada su confianza en las instituciones, en sus líderes y en el sistema en su conjunto.
Esa desconfianza es más peligrosa que cualquier crisis económica o política, porque carcome desde dentro los cimientos del Estado y daña la esperanza de vivir en una sociedad justa. Sin un compromiso ético real, sin una cultura de integridad moral compartida, las normas quedan sin un sustrato interno, siendo como un cascarón vacío. No hay ley que funcione si no hay convicción personal y colectiva que le dé sustento.
Urge una regeneración moral del país. Esto no se logra sin un esfuerzo decidido desde los liderazgos políticos, sociales y también empresariales. Desde la empresa tenemos el deber de encarnar con el ejemplo un estándar ético que permee al conjunto de la ciudadanía. No basta con condenar públicamente los actos ilícitos, se necesita responsabilidad y coherencia en todas nuestras prácticas empresariales que fomenten poder cambiar conductas arraigadas que han ido degradando nuestra cohesión social.
Como nos recuerda el Papa León XIV, lo importante no son sólo los problemas o sus respuestas técnicas, sino la forma en que los enfrentamos, con principios éticos claros y con apertura a la gracia de Dios, que nos invita a vivir con un propósito orientado hacia la búsqueda del bien común de nuestro país.
Este trabajo empieza en casa: en nuestras familias. Pero también debe estar presente al interior de nuestras empresas y organizaciones, que son espacios clave de formación y desarrollo integral de la persona. Conforme a su rol social, la empresa está llamada a la generación de una cultura de integridad. Si queremos personas íntegras, necesitamos formar no sólo en habilidades técnicas, sino en virtudes, valores y responsabilidad pública. No podemos quedarnos de brazos cruzados porque requerimos un pacto social renovado sobre mínimos éticos, una moral compartida que reoriente nuestro rumbo como país.
Chile necesita recomponer su alma. Eso parte por hacer lo correcto, hacer lo que corresponde incluso cuando nadie nos ve, como un principio rector de nuestras vidas. Sólo así recuperaremos la confianza y construiremos una sociedad con vocación de bien común para alcanzar un país más próspero, solidario y humano. Si cada uno de nosotros pone su granito de arena, estoy seguro de que podremos salir de la crisis moral en que nos encontramos.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el domingo 22 de junio de 2025.