POLÍTICA Y GOBIERNO:

POLÍTICA Y GOBIERNO:
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Huele mal. Para una función tan compleja y crítica en estos momentos, se contratan supuestos “expertos” en seguridad, con sueldos millonarios. No se aprovecha la experiencia de cientos de buenos ex policías, que realmente conocen el tema. Ideologías por sobre el bien país.
*La Calma no es Debilidad*

Por Cristián Labbé Galilea
Esta semana, dos acontecimientos nos han dado señales de “hacia dónde soplan los vientos” en materia política. Por una parte, la deslucida “cumbre progresista” que convocó a los presidentes más controvertidos y cuestionados a nivel mundial, oportunidad en que quedó en evidencia que el mandatario chileno “está en otra”, y que lo único que le interesa es hacerse de un lugar en la burocracia internacional que le permita seguir viviendo sin trabajar.
El otro evento que marcó la pauta fue el “Salmon Summit” realizado en Frutillar, y que reunió a sólo tres de los candidatos a la Presidencia porque, para los organizadores, el resto no calificaba, olvidando que en política “se han visto muertos cargando adobes”.
Dicho lo anterior, y después de ver “la performance” de los panelistas, lo primero que deberíamos establecer es que a la candidata del oficialismo “no le dio el ancho”, forma coloquial de concluir que no cumplió con las expectativas, que no está capacitada para asumir la primera magistratura y, por lo tanto, su sueño de “volar de Conchalí a la Moneda” es un delirio. A todas luces vimos una candidata que se esfuerza por fingir, que sonríe falsamente a la audiencia para encubrir su verdadera identidad y sus compromisos… una experta en prometer lo que sabe que nunca va a cumplir. ¡Una cosa dice su boca y otra su corazón!
Llamó también la atención la actitud de la candidata de CHV, quien en su obsesión por diferenciarse de los otros candidatos no fue ella misma, olvidó que lo distinto no siempre es auténtico. En política, quien busca diferenciarse sólo por estrategia, sin convicción ni raíces, termina perdiendo su identidad y se vuelve irreconocible incluso para sus propios electores. No es sólo la diferencia lo que da sentido a un candidato, sino la coherencia. En esta oportunidad vimos una candidata aislada, muy afuera del contexto, en una clara demostración que su caída en las encuestas la ha afectado más de la cuenta, confirmando que “la desesperación ha sido siempre mala consejera y peor estratega”.
En cuanto al tercer panelista, quedó claro cuál es su contendora, y fue un verdadero “perro de presa” con ella, no le dejó pasar “ni una”, siempre respondió con calma y asertividad; por lo mismo, fue aplaudido “a rabiar”. Tanto el público como el electorado están conscientes que, en tiempos difíciles, no hay espacio para falsedades, actitudes tibias ni conductas oportunistas; lo que se necesita es un luchador que no esté dispuesto a “soltar el hueso”, alguien que “no afloje”, único camino para generar los cambios que se necesitan.
Finalmente, una breve reflexión sobre la tan “suspirada unidad del sector”. ¡Calma en las pasiones! Esta optimista pluma está convencida que triunfará “la formula K” y, para que eso ocurra, “no hay que gritar más fuerte, sino pensar más claro”. No debemos caer en la desesperación y en los malos augurios… ¡La calma no es debilidad!
La tiranía de la democracia
Por Juan Pablo Zúñiga Hertz
“Cuidemos la democracia”. “Eso o aquello es antidemocrático”. “Usted es un tirano, usted es antidemocrático”. La democracia aquí, la democracia allá. Después de mucha reflexión, me he dado cuenta de que lo que hoy llamamos democracia, ya no lo es. No es más que un membrete o un título ficticio para un sistema de gobierno que dista mucho de lo que fue originalmente.
Para llegar a esa conclusión hay que simplemente mirar la realidad. El primer indicio de que la democracia ya no es lo que fue es el hecho de cómo las izquierdas –antidemocráticas por naturaleza– hacen grandes apologéticas por ella pero en un total y completo contrasentido. Defienden a Irán, caen rendidos a los pies de China, mandan cartitas de amor al hombrecillo de Corea del Norte, ponen los ojos en blanco por Rusia y ahora coquetean de lo lindo con el BRICS. Sin embargo, vamos hablando de democracia miércale! Bueno, entendámoslos, la democracia le ha venido tan bien a sus cuentas corrientes que cómo no defenderla.
El segundo indicio de la falla de la democracia me lo trajo a tona una relectura de un clásico de C.S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino (The Screwtape Letters). Si no lo ha leído, se lo recomiendo. Permítame citar aquí un fragmento de una conversa ficticia entre el diablo y su aprendiz:
“Quiero centrar su atención en el vasto movimiento general hacia el descrédito, y finalmente la eliminación, de toda clase de excelencia humana: moral, cultural, social o intelectual. ¿Y no es hermoso observar cómo la democracia (en el sentido mágico) está haciendo ahora por nosotros el trabajo que antaño realizaban las dictaduras más antiguas, y con los mismos métodos? Recuerden cómo uno de los dictadores griegos (entonces los llamaban ‘tiranos’) envió un enviado a otro dictador para pedirle consejo sobre los principios de gobierno. El segundo dictador condujo al enviado a un campo de maíz, y allí cortó con su bastón la punta de cada tallo que sobresalía unos dos centímetros del nivel general. La moraleja era clara: no permitan preeminencia entre sus súbditos. Que nadie viva que sea más sabio, mejor, más famoso o incluso más guapo que la masa. Reduzcan a todos a un mismo nivel; todos esclavos, todos ceros, todos don nadie. Todos iguales. Así, los tiranos podían practicar, en cierto sentido, la ‘democracia’. Pero ahora la ‘democracia’ puede realizar la misma labor sin otra tiranía que la suya. Ya nadie necesita recorrer el campo con una vara. Los tallos pequeños, por sí solos, arrancarán las puntas de los grandes. Los grandes están empezando a arrancarse las suyas en su deseo de ser como tallos”.
Francamente, creo que la democracia tal y como está, no solo no está funcionando, sino que nos está haciendo daño, por lo tanto, hay que cambiarla. En tiempos de la república romana, existía la forma legal del dictator, un oficial designado quien gozaba de poder supremo por un período determinado con el fin de resolver graves estados de crisis. Tal vez necesitamos una figura parecida en nuestro país, pero dentro de los marcos que nuestra ley permite. En otras palabras, lo que se necesita es un hombre fuerte que no dude en hacer lo que sea necesario para sacar a nuestro país de la senda destructiva en que se encuentra y reencauzar la nación.
La democracia hoy tal y como está no es más que un título agradable y paladeable para lo que es lisa y llanamente una tiranía que nos ha asfixiado como país, que está castrando las mentes llevándonos a la mediocridad, a la nivelación hacia abajo, al contentamiento con la pobreza moral y espiritual y al disfrute de lo que Joaquín Edwards llamaba del invunchismo o el culto a lo feo y a lo grotesco.
GENERAL DESPUÉS DE LA BATALLA
Por Gonzalo Ibañez Santa María
Carlos Peña, columnista de El Mercurio y rector de la Universidad Diego Portales, está empeñado en tranquilizar los ánimos de los chilenos de cara al riesgo que significa la posibilidad de que la candidata comunista a la presidencia de la República, Jeannette Jara, pueda llegar al poder y aplicar desde ahí los postulados de la ideología comunista. Nos dice que el hecho de que detrás de esta candidatura haya una coalición de partidos y no sólo el partido comunista, asegura la moderación y el alejamiento de todo exceso.
Fue lo que Salvador Allende le aseguro a la Democracia Cristiana en 1970, de modo de conseguir los votos de ésta en el Congreso Pleno para ser consagrado definitivamente como presidente de la República. Y, para mayor seguridad, firmó el Estatuto de Garantías que aquel partido le exigió para prestar sus votos. Después, Allende no hizo sino violar ese Estatuto y proclamó que si lo había firmado fue por una razón táctica destinada a conquistar los votos de la D.C. Esta sola circunstancia da base a la preocupación ciudadana de hoy y nos hace mirar con mucha reserva la candidatura de la señora Jara.
Como todos sabemos, fue tal la arbitrariedad que Allende imprimió a sus actos de poder político, que al país no le quedó otra salida que recurrir a sus institutos armados y a Carabineros para impedir su total destrucción. Eso no puede volver a suceder.
Carlos Peña ahora abomina del gobierno militar, pero para nada se preocupa de explicar la situación de Chile en 1973 y, menos, de informar acerca de qué hubiera hecho él como alternativa al pronunciamiento militar. Es muy fácil pontificar desde el sillón de rector de una Universidad que debe su existencia a la libertad que el gobierno militar introdujo para crear instituciones de educación superior. Y escribiendo columnas en un medio como El Mercurio que debe su existencia tanto al mismo hecho del pronunciamiento militar, pues este evitó que el marxismo se apoderara de él, como al apoyo que, después, recibió de ese gobierno para subsistir en medio de sus dificultades financieras.
En el fondo, Peña se comporta como un general después de la batalla, criticando el pronunciamiento militar, pero aprovechando que este impidió que el marxismo se apoderara del país. Si no hubiera habido ese pronunciamiento, Chile estaría convertido en otra Cuba. ¿Qué sería de Peña en ese caso?
“¿Qué estáis dispuestos a sacrificar por defender la democracia y la libertad?”:
https://www.instagram.com/reel/DMR-k7eN3Zq/
Más comunista que antes
Por Gonzalo Rojas Sánchez
¿Jara se va, suspende su militancia o se queda en el PC? Por ahora, parece que se aplica la vieja orden: “nadie se mueve en la fila”, y que todo seguirá igual.
Pero la duda ha abierto una pregunta muy de fondo, sí, la que tiene que ver con los fantasmas aquellos, en los que algunos no creen, mientras otros los hemos visto pasearse en gloria y majestad por esta patria nuestra. La pregunta es si de verdad un comunista… puede dejar de ser comunista.
Sí, se puede. Se puede cuando se llega a la convicción de que el partido al que se pertenece, la ideología que lo sustenta, la historia que ha construido esa colectividad y las personas que la conforman, han dañado gravemente a la persona humana y a la propia sociedad. Entonces, con dolor por los ideales frustrados —que quizás se asumieron en una muy temprana juventud—, se deja de militar en el Partido Comunista. Los testimonios que tenemos son muchos y muy conmovedores. Los hay en el mundo entero y, muy particularmente, en el Chile contemporáneo.
Pero también se deja de pertenecer al PC porque desde la cúpula central —vía comisión de control y cuadros, en la tradicional terminología— se decide que el militante ya no es digno de esa confianza completa que exige la religión comunista. Chamudes en los 40, Reinoso a comienzos de los 50, buena parte de las JJCC después del 2 de abril de 1957, los espartacos a mediados de los 60, en fin, son tantos los herejes conocidos que podemos suponer que son muchos más los anónimos.
Estas dos dimensiones de la ruptura con el Partido Comunista expresan la sinceridad de un conflicto: alguien se peleó con el partido o el partido se peleó con alguien.
Pero ninguna de esas dos situaciones es la de Jeannette Jara. Ella no se ha peleado con nadie en su colectividad y no parece haber pensado jamás en dejar el partido, ni el PC parece haber imaginado que su candidata presidencial fuera prescindible, a pesar de que algún camarada termocéfalo la haya intentado descalificar.
¿En qué situación estamos entonces hoy?
En la misma de Lenin, de hace más de cien años (de los comunistas es fácil aprender, porque se repiten continuamente: son muy mecánicos). La consigna de Lenin fue: “todo el poder para los soviets”; jamás —en el instante inicial de la revolución— se le ocurrió el despropósito de afirmar algo así como “todo el poder para los bolcheviques”. O sea, lo que el PC comienza a replicar es la estrategia tantas veces practicada de insertarse en un referente más extenso y minimizar así su pésima imagen (es una pena que la expresión Frente Amplio ya esté ocupada por un partido en decadencia, porque le habría venido como anillo al dedo a la coalición de Jara). Esa es la decisión que se nos ha comunicado, a esa decisión debemos atenernos.
¿Deja entonces de ser comunista Jeannette Jara porque se intente convencernos de que todo el poder será para la coalición y no para el PC? ¿Se hace socialdemócrata la candidata? En absoluto. Incluso tendrá que ser más comunista que nunca, porque tendrá que jugar con la doble faceta que tanto distingue a los seguidores de Lenin: ese “adentro y, al mismo tiempo, afuera”, ese “en el gobierno y en la calle”, ese “con otros, pero solo para nosotros”, que ha caracterizado desde siempre a la colectividad marxista.
Se da entonces la paradoja de que, habiéndose planteado la posibilidad de que Jara dejara el partido, la fórmula que se ha buscado para retenerla no ha sido precisamente a favor de una supuesta libertad de espíritu de la candidata, sino, totalmente por el contrario, se ha buscado la manera de atarla a las más ancestrales tradiciones del doble juego comunista.
Veremos a los fantasmas pasearse vestidos de ángeles. Pero, aunque los fantasmas se vistan de seda, fantasmas se quedan.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el miércoles 9 de julio de 2025.
No es solo Jeannette. También lo es la coalición
Por Jaime Jankelevich
Existen hoy en nuestro país líderes de opinión que dicen que el hecho que Jeannette Jara sea militante del Partido Comunista no tiene mayor importancia, puesto que su candidatura a la presidencia no se trata de un proyecto de un solo partido, sino que es la candidata de una coalición, y por lo tanto, no existe riesgo para nuestra democracia.
Quienes así opinan algo de razón tienen; Jeannette Jara no es solo la candidata del PC, sino la representante de una coalición de partidos políticos. Pero lo que no dicen es que se trata de la misma coalición que intentó derrocar al Presidente Piñera. Pero si Guillermo Teillier, presidente del PC en esa época, le pidió la renuncia y que llamara a nuevas elecciones, lo que el afectado presidente calificó como un intento de dar un golpe blanco.
Pero no solo eso, el presidente del PPD, senador Jaime Quintana, el mismo de la retroexcavadora, ¿se acuerda?, llegó a decir que se había instaurado un parlamentarismo de facto, arrebatándosele así el poder real al Presidente Piñera, cuyo gobierno había empezado tan solo un año y medio antes del octubrismo. Y cuando se llegó al famoso acuerdo por la paz y una nueva Constitución, ¿quiénes no lo firmaron? El PC y lo que es hoy el Frente Amplio, a excepción del entonces diputado Gabriel Boric.
La misma coalición de hoy es la que avaló la violencia, la que calló cuando se quemaba el Metro, se saqueaban los comercios, se incendiaban iglesias y edificios corporativos. La misma coalición que renegó de lo logrado por ellos mismos durante los gobiernos de la Concertación, aceptando aquello de que “No son 30 pesos, son 30 años”. Son ellos, los que avalaron al perro matapacos, como lo exhibió alegremente doña Jeannette Jara en una polera homónima.
Y como si eso fuera poco, violaron reiteradamente la Constitución, aprobando los retiros de los fondos de pensiones que tanto perjuicio han causado en la economía, cuando esa materia era de iniciativa exclusiva del Presidente de la República.
Y en el Congreso, rechazaron todos los proyectos de ley que intentaban contener la violencia, las barricadas incendiarias, el robo de madera, mejorar la inteligencia, la usurpación de terrenos en el sur, cualquier proyecto. Al gobierno del Presidente Piñera, esta misma coalición le negó absolutamente todo, lo acusaron constitucionalmente dos veces y no lo dejaron gobernar.
Son los mismos que quisieron terminar con la institución de Carabineros como la conocemos y refundarla. Los mismos que le gritaban ¡fuera! a los militares que resguardaban la Plaza Baquedano de la violencia de la primera línea.
En resumen, la democracia en nuestro país por supuesto que estuvo en riesgo durante el octubrismo, por acciones de la misma coalición que hoy lidera Jeannette Jara. Y sin duda, la violencia octubrista fue el motor que permitió la llegada de AD con Gabriel Boric al poder. Y alcanzado el poder, se propusieron refundar Chile.
Con la mayoría obtenida en la Convención Constitucional, que partió abucheando nuestro himno nacional, intentaron aprobar una Constitución que destruía todo indicio de la República como la conocemos y de la cual nos sentimos orgullosos. Los mismos que durante seis meses no hicieron nada por el país, esperando aprobar el mamarracho para imponer el programa de gobierno de Gabriel Boric, que prometió ser la tumba del neoliberalismo.
Y qué se puede decir del PC. Un partido que no cree en la democracia, pero la instrumentaliza para hacerse del poder y una vez alcanzado dicho propósito, se las arreglan para no soltarlo nunca más. Un partido que no existe en el mundo desarrollado. Un partido que felicita al líder de Corea del Norte, que encuentra en Cuba un referente a seguir y un ejemplo de “democracia distinta a la nuestra”; un partido que felicita a Maduro por el robo de la elección presidencial. Para qué seguir.
Como consecuencia de todo lo anterior, tenemos hoy un gobierno fracasado, donde el PC es cabeza de puente, que tiene al país sufriendo la peor crisis de seguridad de la historia, con raptos, homicidios, balaceras, narcotráfico, extorsiones, etc., la economía estancada; la salud inaceptable, las universidades privadas en riesgo por el FES, cesantía como nunca antes, particularmente las mujeres, un 22% de pobreza y un largo etcétera.
No nos equivoquemos entonces. En las elecciones de noviembre se define el destino del país. O se opta por el cambio o Chile se terminaría de hundir en la mediocridad si optara por la continuidad.
Pero para recuperar el optimismo, no sólo se requiere ganar la presidencial. Urge también lograr una mayoría en el Congreso, por lo que es imprescindible que ningún partido de derecha privilegie sus intereses hegemónicos por sobre el bien del país. Es fundamental competir unidos o con pactos de omisión para al menos mantener la mayoría en el Senado. Pero más relevante aún, para obtener una gran mayoría que le brinde gobernabilidad al próximo gobierno –el que esperamos sea de derecha– a fin de sacar al país adelante.
No se olvide. No es solo Jeannette. Lo es también la coalición.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el domingo