Por qué odian tanto a Pinochet y a Fujimori



Por qué odian tanto a Pinochet y a Fujimori

El odio parido
Es curioso que exista un odio tan visceral, extendido y persistente. Ni siquiera Hitler, Anastasio Somoza, Mao, Noriega, Castro o Stalin, han acumulado un odio tan cerrado e irracional, siendo que esos fueron personajes probadamente crueles, que disfrutaban torturando y asesinando personalmente a sus enemigos indefensos. Mi primo Ernesto me lo comentaba ¿cual será la causa de tanto odio a Pinochet si no hizo nada objetivamente tan terrible?. En Perú ocurre algo parecido, da risa escuchar el veneno desatado de tipos como Cersar Hildelbrandt  contra Fujimori, llega a ser cómico.

La simpatía por el débil
Creo que solo los que hemos sido alguna vez de izquierda, en los viejos tiempos, podemos entenderlo. Hubo una época, que duró muchos años, en que los idealistas de izquierda vivieron convencidos que estaban en una posición moralmente correcta y superior, dicho de forma un poco burda pero que todos entienden, creyeron toda su vida que ser de izquierda significaba ser objetivamente más bueno, más bondadoso que las personas de derecha, a quienes identificaban como malos y egoístas. Un amigo que era del MIR me lo dijo de esta forma “yo siempre he tenido simpatía por el débil y antipatía por los poderosos, desde que tengo uso de razón” y estaba sinceramente convencido que eso lo hacía ser más bueno que el resto.

Entonces un fin noble, como era la preferencia por los más débiles, justificaba los fusilamientos en Cuba, Unión Soviética, China pero no los muertos en Chile o Perú, los primeros eran asesinos buenos, los segundos asesinos malos. Con argumentos se puede justificar cualquier cosa, hasta las ideas más estúpidas. Pero no es la cuenta de los muertos lo que importa aquí, tampoco la supuesta corrupción. Siempre en las revoluciones hay abusos y muertos, de eso se trata, de matar a los contrarios, pero la leyenda negra tiene otro origen: es el resentimiento de los derrotados, de los aplastados.

Dos libros indispensables
Tomás Moulian, en su libro “Chile Actual, Anatomía de un Mito” hace la diferencia entre las revoluciones retóricas y las reales, una revolución retórica habla y habla, entusiasma, inflama a las multitudes, pero no hace nada de lo que pretendía lograr, al contrario, retrocede. Una revolución real puede que no hable mucho, pero cambia de manera profunda y permanente a una sociedad.

Cuando Joaquín Lavín, que en esos años trabajaba en El Mercurio, escribió “Chile, la Revolución Silenciosa” acertó muy bien con el título, el librito no tenía pretensiones académicas pero despertó el hecho que se había producido una revolución muy profunda en Chile sin que nadie se diera cuenta. Cosas que parecen insignificantes, como el aumento del consumo de yogurt, eran ciencia ficción para los que crecimos en los años sesenta. Creo que esos dos libros son claves para entender muchas cosas en Chile, lamentablemente en nuestro país -como dijo Andrés Bello- no lee nadie, pero si la gente leyera y tuviera la capacidad de pensar, esos dos libros ayudarían mucho a entender las cosas que pasan en Chile.

Perú, si bien tiene excelentes periodistas y analistas políticos, nunca produjo libros que explicaran el proceso con la profundidad de estos libros chilenos, pero su proceso fue tan parecido al nuestro que ambos libros lo podrían explicar perfectamente. Solo Hernando de Soto, cuando escribió esa obra maestra llamada “El Otro Sendero”, que le trajo la merecida celebridad mundial de la que hoy goza, produjo algo comparable, pero dejó su trabajo a medias, se dejó seducir por las mieles de la burocracia internacional  y después de ese libro nunca más produjo una idea que valiera la pena. Es un caso muy triste de una persona brillante pero con poca honestidad intelectual, en pocas palabras, vendido, hoy hace discursos y se forra repitiendo los lugares comunes que son políticamente correctos, contradiciendo todo lo que brillantemente había anotado en su único libro bueno.

La derrota y el resentimiento
Moulian es un sociólogo de ultra izquierda, pero no es tonto ni hipócrita. Aunque trata de racionalizar todo, para que calce en su marco de referencia ideológico, nunca escabulló el bulto para decir algo fundamental que muy pocos han dicho, inclusive desde la derecha política: la revolución de la izquierda tuvo una completa y aplastante derrota, no solo militar o política, sino en los corazones, las ideas y las preferencias de la gente, la contra revolución del gobierno de los militares triunfó completamente, incluso después del plebiscito que mandó al general Pinochet para la casa.

La corrupción y la hipocresía que hoy vemos en los políticos de izquierda, especialmente en los de la “bancada estudiantil” que supuestamente eran la reserva moral y lo primero que hicieron fue hacer millonarios a sus familiares más directos, muestra el alcance de la derrota. La izquierda en Chile desapareció y solo quedaron derechistas disfrazados con la retórica de izquierda, solo con el fin de forrarse y vivir como millonarios.

Clotario Blest hoy sería un personaje ridículo, recuerdo bien cuando volvió a Chile uno de los hermanos Palestro, levantando el puño y pretendiendo recuperar el liderazgo popular que habían tenido en San Miguel a la manera antigua, recibió una bofetada de realidad espantosa, se dio cuenta que estaba haciendo el ridículo y sus sucesores se acomodaron rápidamente a la nueva forma de hacer las cosas.

En Chile y en Perú la izquierda desapareció, se disolvió aplastada por la derrota y fue reemplazada por los hipócritas que mantienen la retórica para aprovecharse de los ignorantes, básicos y tontos que todavía creen que hablan en serio. Esa es la nueva izquierda del Partido Comunista y la Nueva Mayoría en Chile, igual como el Fente Amplio en el Perú, son calcados, ladrones, avivatos agazapados detrás de un escudo de discursos y frases sonoras: todos los días se levanta un gil es el lema de los vendedores y estos lo aplican concienzudamente.

Derechistas de izquierda
Su herramienta es la explotación del odio, el resentimiento y crear descontento contra “los poderosos” que tienen la culpa de todos los males de quienes se sienten fracasados en la vida. Estos nuevos derechistas de izquierda, también arrastran el resentimiento feroz de los derrotados, necesitan crear sus demonios para justificar la derrota y decir que no fueron ellos, sino fuerzas monstruosas, imposibles de vencer. Siempre los derrotados crean estas historias de un adversario satánico e invencible de los que han sido víctimas.

Las “atrocidades contra los derechos humanos” son solo un pretexto, todas las guerras y revoluciones dejan muertos y heridos, que en Chile y Perú fueron la nada misma comparados con otras lugares e incluso con otras épocas. Pero es necesario construir, inventar una epopeya contra seres monstruosos para quedar en paz con la conciencia de su tremendo fracaso. La racionalización es un mecanismo común en los seres humanos en casos como este.

La culpa la tienen por haber ganado
La gran culpa, el pecado supremo del general Pinochet y de Fujimori fueron haber tenido éxito y haberlos aplastado culturalmente, haciendo revoluciones reales que efectivamente transformaron a los respectivos países. Eso no lo van a perdonar jamás, por eso dedican su vida a construir estas figuras satánicas. Son incapaces de reconocer que los aplastaron líderes comunes y corrientes, llenos de virtudes y defectos, reconocer eso los volvería locos, no podrían funcionar. La negación en este caso es un mecanismo indispensable para su integridad mental.

Izquierdistas de derecha
En Chile llevan más de veinte años en el poder político y su resentimiento ha permeado a la derecha política: los Allamand, Ossandón, Sebastían Piñera y el resto de oportunistas que forman el izquierdismo de derecha. Muchos de ellos son tipos que hicieron carrera y fortuna en las Secretarías de la Juventud durante los militares y representaron lo peor de ese goberno, los más abusivos y los más ladrones, esos que decían a voz en cuello que “el único comunista bueno es el comunista muerto” no se demoraron ni un mes en darse vuelta la chaqueta y hacer el paso de Michael Jackson, arreglándose con la izquierda para repartirse las mieles del poder. ¿Qué otra cosa sino eso fue el “perdonazo” de Longeira a Lagos durante el escándalo MOP-GATE? La derecha política está muy cómoda con los derechistas de izquierda en el poder, son los mismos y se llevan el desprestigio mientras la derecha política se forra.

Chaqueteo
En Chile le llamamos chaqueteo y es una de nuestras más caras tradiciones. En nuestra mediocre sociedad, cuando alguien tiene éxito, salen doscientos a tirarle la chaqueta para abajo, para impedir que suba, supongo que en Perú también tiene su equivalente. El odio profundo a Pinochet y Fujimori es una expresión del chaqueteo de los resentidos, si sus gobiernos hubiesen fracasado, nadie los estaría atacando hoy y hasta los mirarían con simpatía. Así somos.

Tomas Bradanovic