Prejuzgar es muy grave



Prejuzgar es muy grave

Éticamente, nadie puede asesinar la imagen social de nadie. Para esto, no hay excusa que valga. Y esto vale incluso cuando el que ataca lo hace como reacción a ofensas y dolores objetivamente horribles, e injustamente causados. Si cedemos ante esta exigencia necesaria, entraríamos en el dinamismo perverso de una espiral corrosiva para cualquier sociedad. El linchamiento, desde sus grados menores hasta el más drástico, atenta contra el respeto inalienable de un acusado.

Ahora, a ratos pareciera que algunos están olvidando aquel tobogán de odiosidades que culminó en el trágico 11 de septiembre de 1973. Las acusaciones en contra de Juan Emilio Cheyre están siendo sopesadas por un tribunal competente. El mínimo respeto al derecho a la honra de una persona exige esperar que la instancia correspondiente falle en justicia un juicio ya iniciado, aunque ningún tribunal humano, por ser tal, es infalible.

Si prejuzgamos con afirmaciones livianas y hasta crueles, estamos desgastando muy peligrosamente la moral y el Estado de Derecho. Y estaríamos cavando canales para que un odio social nos vuelva a arrasar.

P. Joaquín Alliende Luco