Proyección



Proyección

“Valorar y fortalecer la libertad de alma es la base de sociedades dinámicas que se proyectan al futuro, ampliando sus horizontes y dando cabida material y anímica a las nuevas generaciones. Esto último es lo que se echa de menos como trasfondo de los debates actuales”.

Por  Adolfo Ibáñez

Cuando se trata de proyectar al país, los partidos de izquierda parten de la base que, por sus ideologías, hay que cambiarlo todo: rebelarse contra el pasado y partir de cero. Y la derecha, pensando solo en números o cifras, cree que todo es cuestión de eficiencia en la gestión. Y ya sabemos, por larga y reiterada experiencia, que no es ni lo uno ni lo otro: ni los gobiernos tipo Alessandri-Piñera, ni los tipo revolución años 60 y 70-Nueva Mayoría. En la derecha, además, se agrega un problema tremendo: su complejo de no ser izquierda, lo que la hace plegarse a cualquier solución que venga de ese lado, con tal que no sea tan extrema. Así la realidad del país queda relegada, olvidando que somos lo que somos, valga la redundancia. Y que a esto es a lo que hay que aplicar la acción de gobernar.

Se trata de abrirnos al futuro y de generar mística para levantar el ánimo, sobrellevar las dificultades y aunar los espíritus. Es preciso proyectarnos en el tiempo valorando lo que somos. Es decir, hay que reconocer lo valioso que recibimos del pasado junto con fortalecer el deseo de seguir manteniendo nuestra identidad. En este sentido el atropello de las instituciones rompe la continuidad que proviene de los años. En ellas ha quedado plasmado el tiempo vivido, por cuanto son producto de diálogos y debates anteriores, algunos posiblemente muy remotos, pero siempre presentes. Las retroexcavadoras, las marchas y las ocupaciones de locales violentas y destructivas no son formas de diálogo cívico, sino que apuntan a imponer, nunca a comunicarse con los demás.

Desarrollarse en conformidad a los valores que vienen del pasado, y que hay que actualizar permanentemente para proyectarse al futuro, es propio de gente libre, es decir, de quienes viven en la libertad que nace desde el fondo del alma, que es lo más propio de lo humano. Lo contrario es salirse de la realidad y rebelarse en contra de sí mismo: es propio de esclavos, empleando metafóricamente este último término. De allí solo resulta la decadencia por destrucción del legado, atados a un presente sin soporte alguno porque carece de futuro: es el cese de la herencia espiritual que se transmite a través de las generaciones y que da forma a las diferentes culturas.

Valorar y fortalecer la libertad de alma es la base de sociedades dinámicas que se proyectan al futuro, ampliando sus horizontes y dando cabida material y anímica a las nuevas generaciones. Esto último es lo que se echa de menos como trasfondo de los debates actuales.