¿Pueden aprender los venezolanos de nuestra historia?

Roberto Ampuero Espinoza

Por fin emergen señales en sectores de la izquierda chilena de que ella no seguirá respaldando o tolerando al régimen dictatorial de Nicolás Maduro en Venezuela. ¿Razones para esto, apenas dos semanas después de haber apoyado, como integrantes del Foro de Sao Paulo, al líder chavista? Son varias. Una es que esa posición ya es francamente insostenible desde el punto de vista ético. El mundo entero, salvo regímenes de dudoso carácter democrático, expresa su repudio a Maduro y su golpe de Estado contra la oposición venezolana, ampliamente mayoritaria. Mantienen fidelidad a Caracas la dictadura de Raúl Castro, el Gobierno de Evo Morales y el Partido Comunista de Chile, así como otros grupos de escasa sensibilidad democrática.
También la política chilena juega un rol en este giro. Alejandro Guillier entendió que si aspira a entenderse con Carolina Goic y la DC, el apoyo a Maduro es una piedra en el zapato, al igual que lo es para la DC un pacto o alianza con el MAS y la IC. Al separarse de Maduro, Guillier abre una puerta hacia Goic, aunque tensa las relaciones con su partido más fiel, el PC. Habrá que observar cómo condena su portavoz, la diputada comunista Karol Cariola, al régimen madurista, que su partido defiende.

El incipiente giro del Frente Amplio ante a Maduro también tiene un ingrediente de política nacional. En su breve historia, el Frente ya aparece vinculado a un régimen que durante las protestas ciudadanas ha cobrado la vida de un centenar de personas. Tampoco se ha manifestado con claridad frente al castrismo ni a otros regímenes “socialistas del siglo XXI”. En este ámbito, la nueva izquierda guarda un parentesco lamentable con la vieja izquierda, y le tomará años libarse del abrazo con líderes autoritarios o dictatoriales. Precisamente debido a su apoyo a las dictaduras rojas, la vieja izquierda perdió hace años la superioridad moral que tuvo frente a la derecha. Lo concreto en el Chile actual es que sólo la izquierda respalda, tolera o calla frente a dictaduras existentes. Hoy la derecha no abraza dictadura alguna en ejercicio.
Un repentino descolgarse de Maduro implica, sin embargo, tensar los vínculos con La Habana, el PC chileno y el núcleo más duro y retardatario de la izquierda. El cambio tendrá sus costos, profundizará ciertas brechas y traerá turbulencias en la Nueva Mayoría y el Frente Amplio, pero a la vez le permitirá a Goic intentar cosechar votos en el centro político, maniobra difícil, toda vez que una DC aliada al MAS y la IC no le permite proyectar la imagen de centrista y ética.
Por lo general, los temas de política internacional no inciden en las elecciones de los países. Sin embargo, la visión crítica de la gran mayoría de los chilenos sobre Maduro, la repulsa mundial y la presencia de venezolanos en Chile han convertido el drama de ese país en un tema local.

Como si fuera poco, ningún otro país comienza a parecerse tanto al Chile bajo la Unidad Popular como la Venezuela del Socialismo Siglo XXI: el desabastecimiento extremo de alimentos, la polarización política, el peligro de guerra civil, la injerencia cubana, la competencia de potencias mundiales por sacar ventajas de la crisis, y la creciente convicción internacional de que la solución irá acompañada, por desgracia, del uso de la fuerza, sea de izquierda o derecha. Todo eso nos hace recordar el Chile de Allende.
En esos años a la DC le ocurrió lo mismo que ahora: bajo Allende, se alió a la derecha y la centroderecha para condenar al Gobierno socialista, mientras la izquierda de la Unidad Popular y el MIR se atrincheraban detrás de él. Para muchos, el quiebre violento en Chile se veía venir. El país era, en agosto de 1973, un Titanic que navegaba haca su tragedia. En cierta forma, Venezuela es un espejo del Chile de antes del 11 de septiembre de 1973, aunque es justo destacar que Allende respetó el orden institucional, pese a que ratos operó en una zona gris que contribuyó a agudizar el conflicto nacional.

Tal vez en los próximos meses la derecha, la centroderecha, los liberales, los DC, partidos de izquierda dentro y fuera de la Nueva Mayoría, terminen haciendo causa común contra el Socialismo Siglo XXI de Maduro y respaldando a las fuerzas que exigen diálogo, cordura, elecciones libres y el regreso a la democracia. Si esto llega a ocurrir, será una prueba de que los chilenos hemos aprendido de los decenios 1970 y 1980.
Si los venezolanos de todo color político extraen lecciones de nuestro propio drama entre 1970 y 1990 tal vez puedan dejar de ser lo que hoy parecen: un Titanic navegando en la oscuridad hacia la tragedia.

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